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Fase 2: Ha cerrado Almudena, indicio cierto de que en primavera España estará en ebullición

Redacción




Enrique de Diego.

Ha cerrado Almudena, nuestra costurera. Tenía un taller de costura de amplia demanda, que le había montado su esposo para que llevara un dinero a la economía familiar. No era un taller muy amplio, pero siempre estaba a rebosar. Dice que se ha venido abajo, que la nueva normalidad se parece bastante a lo que todos conocemos por la tremenda anormalidad: no se han hecho vestidos de bodas, no trajes para madrinas, ni vestidos para la primera comunión, ni nadie lleva sus prendas de ropa para meter o arreglar. El negocio de Almudena llevaba veinte años funcionando a plena satisfacción. Cuenta más: su esposo ha tenido que cerrar y están viviendo del dinero que les ha dado el padre, consumiendo ahorros de la familia.

Almudena era económicamente importante. Pagaba impuestos de todo tipo, supongo que el autónomo o el Impuesto de Sociedades. Tenía una utilidad marginal clarísima, que se ha evaporado. El Estado asistencial, el que mantiene a los que no contribuyen, renquea, empieza a dar síntomas de cansancio: en el comedor social de Los Palmerales informan de que el Ayuntamiento de Elche ha remitido una carta diciendo que va demasiada gente a comer, y que se repartan por el comedor social de Carrús.

En el Hospital General informan de que el coronavirus ha cortado las donaciones de órganos y no se hacen trasplantes y no nadan en la abundancia. Mientras, la gente pasa las horas muertas viendo la televisión: la 1 o, sobre todo, Telecinco, auténtico cáncer de España. La dictadura es catódica, es una distopía televisiva. A Félix Revuelta le va mal sus negocios basados en el adelgazamiento, porque la gente considera que le va adelgazar a la fuerza el hambre.

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Todas las televisiones hablan del coronavirus, sólo del coronavirus a todas horas, y no del hambre que se cierne. Buena parte de los madrileños están confinados, como borregos, sin un sólo gesto de rebelión, salvo la magnífica manifestación de Eduardo Lera el 12 de septiembre. Se confinan muchas poblaciones de España a las que sus alcaldes les dicen que sean buenos, que sean responsables, porque, en otro caso, el confinamiento será más largo. No se habla del drama de los bares y cafeterías que tendrán que cerrar, ni de Almudena, la costurera.

No será el otoño caliente, con el pueblo lanar y pastueño atontado, resignado, bajo esta dictadura sanitaria. Nunca he creído que el otoño fuera a ser caliente, pero la primavera, ¡ah!, la primavera entrará la nación en ebullición. Será la hora definitiva para la República Constitucional.