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¡Qué desagradable es vivir bajo la tiranía de George Soros!

Redacción




Enrique de Diego.

La atmósfera social generada por la tiranía de George Soros es insufrible, irrespirable y produce un gran resentimiento. Es la tiranía de la estupidez, porque George Soros, intelectualmente, es el hombre más estúpido del mundo. Es un judío nazi que se dedicaba a denunciar a los de su raza, adinerados, y hacerse con su fortuna. El lo cuenta con la mayor frialdad: si no lo hubiera hecho otro. La izquierda, tan escrupulosa, en todos los casos en éste ha hecho la vista gorda y ha recibido el dadivoso dinero del especulador, a quien Alberto Garzón ha llegado a llamar «filántropo», cuando es un enemigo de la Humanidad.

En 1993 fundó la Open Society, la Sociedad Abierta, nombre producto de una mala lectura de Karl R Popper, con la que, a golpe de talonario, se ha hecho el santo patrono de la izquierda estúpida. Había caído el Muro de Berlín y caída la ortodoxia no pueden mantenerse las herejías. Pero la izquierda lo controlaba todo o casi todo: educación, Universidad, medios de comunicación, sindicatos, cine, teatro. Toda la «inteligencia media», la que no crea, pero transmite ideas. De pronto, dejó de hablarse de crisis de la izquierda. Todos esos profesores, esos periodistas, esos artistas podían haber abjurado de sus errores y decir ‘nos hemos equivocado, estábamos en el error y hemos enseñado mentiras’. Pero ya era un negocio y la izquierda sin alma se vendió a cambio de mantener su modus vivendi. Dijeron: metamos a los que faltan en el Presupuesto, y así se hizo con el cine y con esa falsedad de las Organizaciones No Gubernamentales que deberían llamarse Gubernamentales, y quien ose llevarnos la contraria, se le silencia y nosotros difundiendo una mentira por todos los canales se la imponemos a la sociedad; quien se oponga estará en el difícil papel del disidente.

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George Soros con el borracho Jean-Claude Juncker. /Foto: gettyimages.co.uk

George Soros consideró que podía dedicarse a la «ingeniería social fragmentaria», concepto de Popper que indica que el fatuo que quiere implantar un modelo de sociedad, debe primero experimentarla con poblaciones pequeñas y si no le sale el experimento, desistir. Pues Soros considera que la Unión Europea es el campo de su experimento social. El marxismo tenía que ser sustituido por algo nuevo, que se difundiría por todos los canales, y así surgió la maldita corrección política. Todo lo que la civilización exige de autodisciplina y de seriedad intelectual fue arrinconado y se trata de decir la más gorda. Así han florecido especímenes histéricas como Elisa Beni o Cristina Fallarás.

Bajo esta tiranía cultural, y buscando el apaciguamiento, la derecha se plegó. La heterosexualidad es una perversión, pero es que es la que ha permitido la supervivencia de la especie, con el feminismo radical y lésbico y el colectivo LGTBI nos hubiéramos extinguido. Las sociedades han buscado la cohesión racial, religiosa y cultural, y de pronto se nos ha vendido la mentira de que el multiculturalismo es el bien y la armonía y no el conflicto, como vemos en todo momento en las naciones que se han dejado engañar por estos cantos de sirena o, mejor, por estos graznidos de grajo. Se han inventado toda una retahíla de nuevos pecados; islamof0bia, homofobia, xenofobia, machismo, que se han convertido en «delitos de odio», cuestión indefinible, que aquí llevó al Código Penal el ínclito Alberto Ruiz Gallardón.

Se impone una interpretación de la historia, desde un principio simplista, como el de Black lives matter, de que todo el pasado es racista, olvidando que los países y la sociedades islámicas fueron mucho más esclavistas y hasta más tarde -Mauritania fue el último país en prohibirla en 1954-, que la lucha contra la esclavitud fue liderada por sectas cristianas como los cuáqueros y llevada a cabo por la flota británica, que el comercio, en origen, fue protagonizado por negros, que tomaban esclavos de otras tribus, y que, en Estados Unidos, costó una guerra muy cruenta, la de secesión, para ofrecerles volver a Africa y los «afroamericanos» que optaron por esa vía fueron muy pocos, unos miles, que fundaron Liberia, un desastre de nación. Pero con ellos, es inútil discutir, pues utilizan todo el arsenal de su poder, de forma que hacen difícil la supervivencia de quien mantiene el sentido común.

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Nada hay más odioso e irritante que una tiranía cultural. La de la izquierda, mantenida por el sistema educativo y mediático, y regada con dinero público y con el de George Soros, es una tiranía cultural a la que le ha llegado la hora de sucumbir.