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César Vidal explica la censura de Francisco Marhuenda: «He comprendido que la independencia, la integridad, la insumisión, la verdad y la libertad son todavía más importantes de lo que yo haya pensado toda mi vida»

Redacción




Enrique de Diego.

César Vidal ha sido censurado por Francisco Marhuenda. Este es el hecho, César Vidal explica la censura de Francisco Marhuenda: «He comprendido que la independencia, la integridad, la insumisión, la verdad y la libertad son todavía más importantes de lo que yo haya pensado toda mi vida». La censura se produce en un mundo en cambio, en un año decisivo.

– Una de las noticias más relevantes es que quitan sus columnas de La Razón. ¿Tenía algún indicio o ha sido por sorpresa?

– Totalmente por sorpresa aunque he de confesar que cuando, el domingo, me llegó el email del jefe de opinión, lo primero que pensé es que suprimían las columnas.  Personaje de enorme relevancia en ese periódico me contó hace más de una década que ZP había presionado para que me echaran de La Razón en su día y me temo que no ha sido el único que lo ha intentado en estos quince años.  Las columnas de opinión de César Vidal en La Razón han desaparecido.

– Es un intento de silenciarle. Ejercicio de censura de Francisco Marhuenda que ya ejerció con Alfonso Ussía.

–  Aunque ha habido gente que los ha equiparado, yo creo que el caso de Ussía y el mío son muy diferentes.  Ussía tenía un contrato extraordinario con La Razón por el que ganaba mucho dinero y gozaba de otros privilegios más que notables.  Incluso otorgaban un premio con su nombre que – imagino – desaparecerá.  En un momento determinado, le dijeron que debía compartir la página con el director del periódico, no le pareció bien y se fue.  Fue una decisión personal a la que tenía todo el derecho del mundo.  Mi caso es enormemente distinto.  En primer lugar, yo nunca he tenido contrato – ¡¡¡y mucho menos el de Ussía!!! – con La Razón.  En segundo lugar, nunca me dijeron que iba a compartir página con el director sino que me comunicaron que suprimían mis columnas.  Finalmente, llevaba sin cobrar en torno a seis años.  Deseo detenerme en este último punto porque creo que es importante explicar la situación tal y como se ha desarrollado para no dar lugar a equívocos.  Hace unos seis años, la Agencia tributaria decidió embargar el pago de mis columnas en La Razón en medio de un procedimiento bochornoso a la altura moral de esa institución capaz de sancionar, como ha hecho recientemente, a un médico tetrapléjico por el coronavirus porque no presentó la declaración en lo que lo trasladaban de un hospital a otro.  Yo ofrecí a La Razón que no me pagara a mi sino que contratara mis artículos con una agencia extranjera de manera que la Agencia tributaria no pudiera embargar los pagos y yo cobrara, como es lógico, por un trabajo profesional.  Sin embargo, el abogado de Cataluña que se ocupa, al parecer, de estos asuntos se negó rotundamente.  Ofrecí entonces a La Razón realizar mi trabajo por una cantidad simbólica de diez euros por columna de tal manera que si bien yo no cobraba, tampoco se llevaran el dinero del periódico los esbirros de Montoro.  Tampoco aceptaron esa posibilidad.  Me quedaba, pues, sólo una alternativa: o dejar de escribir en La Razón para no trabajar gratis o bien escribir de manera gratuita.  Opté por esta segunda opción por respeto a los lectores porque me constaba que no eran pocos los que estaban suscritos al periódico o lo compraban en el kiosko por mis columnas.  Por otro lado, era consciente de que la acción de la Agencia tributaria era un atropello y que, más tarde o más temprano, quedaría de manifiesto y recuperaría el dinero del que tan injustamente se me privaba.  Pasaron los años, seguí escribiendo no sólo las columnas sino también colaboraciones que me pedían sin cobrar un céntimo y la administración de justicia comenzó a dictar sentencias en las que reconocía que las acciones de la Agencia tributaria eran totalmente ilegales, que habían pisoteado mis derechos y que, entre otras cosas, los embargos eran contrarios a derecho y debían suprimirse.  Pasé a La Razón el racimo de sentencias favorables a mi y contrarias a la Agencia tributaria y, de nuevo, el abogado de Cataluña – del que me he preguntado si le importan un pito las resoluciones judiciales o simplemente desea llevarse bien con la Agencia tributaria a costa de lo que sea – volvió a decir que no se me pagara un céntimo.  De nuevo, me planteé si me quedaba en La Razón escribiendo gratis mientras iban dictándose más sentencias hasta el punto de que ni siquiera el abogado de Cataluña pudiera seguir empeñado en mantener esa situación o si me marchaba siquiera porque el que trabaja gratis para alguien es un esclavo y yo estoy en contra de la esclavitud por razones morales.  Opté de nuevo por permanecer en La Razón de nuevo por responsabilidad ante los lectores a pesar de que, en todos estos año, no sólo no he percibido un euro sino que, para colmo, en La Razón no han sido capaces de tener un mínimo detalle conmigo.  Por ejemplo, me podrían haber enviado una tableta de turrón por Navidad, una caja de puros de los que fuma Mauricio Casals o incluso el último premio Planeta para que calce una mesa que tengo coja en casa.  Nada de nada.  Sospecho ahora que cómo todo les salía gratis desde hacía más de un lustro no consideraron necesario ni siquiera enviarme un pequeño obsequio como, en ocasiones, los amos han tenido con los esclavos a lo largo de la Historia.  Todo esto ya de por si me parece muy bochornoso.

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Me detengo ahora en la nueva propuesta de La Razón.  De manera muy poco concreta, me señalaron en el email que escribiría en nacional e internacional, más que el contenido de las columnas habituales y además llamándome el día antes para decirme sobre qué iba la colaboración.  En otras palabras, trabajaría más – en ocasiones, la extensión debía ser el doble – sobre un tema que yo no escogería y deprisa y corriendo.  Para remate, por supuesto, todo ello gratis.  El lunes, envié un email a Francisco Marhuenda, Mauricio Casals y la jefa de internacional, Rocío Colomer expresando que esas condiciones no me parecían aceptables y planteando una contraoferta.  A día de hoy, sólo Rocío Colomer me ha respondido afirmando, con toda la razón del mundo, que en sus manos no está hacer nada.  De las otras dos personas, no he sabido nada y no sé si llegaré a saber.

Pero Francisco Marhuenda es un mindundi que todo se lo consulta al exjesuita Mauricio Casal. ¿Cree que es una decisión de éste y de Atresmedia?

–  Es difícil saber.  Yo creo que La Razón no atraviesa su mejor momento como sucede con otros medios.  Para sortear esa difícil situación, ha adoptado una serie de cambios que, en términos generales, a mi me parecen disparatados.  Entre ellos se encuentra que han decidido reestructurar opinión y en esa reestructuración han prescindido de mis columnas y han mantenido otras que yo no hubiera contratado jamás.  En su derecho están.  ¿Quién tomó la decisión de eliminar las mías?  Tengo mi opinión personal, pero es algo totalmente secundario.  En cualquier caso, menuda decisión empresarial la de mantener, por ejemplo, con una columna diaria a Jorge Fernández Díaz, ya reclamado por la justicia española y la andorrana, pero esas decisiones no son cosa mía y si lo fueran, insisto en que los pasos que habría dado con el periódico serían bien diferentes.  En medio de toda esta situación, Marhuenda, a mi juicio, ha desempeñado un papel meramente instrumental y supongo que no lo está pasando bien con las reacciones que se han producido en contra de la decisión que a mi me atañe no sólo nacional sino también internacionalmente.  En España, el lunes, el tema era trending topic, pero es que en el extranjero la reacción ha sido extraordinariamente negativa.  El periódico mismo tuvo que salir a responde a Daniel Estulin en twitter porque les había dado un varapalo que se leyó en todo el planeta.  Es obvio que La Razón ha quedado muy mal, independientemente, de que no hayan faltado personas que hayan aprovechado el episodio para darle dos cruzadas a Marhuenda o para acordarse de la madre que parió al grupo Planeta.

– ¿Qué valoración política hace?

–  Yo imagino que debe haber fiesta mayor en ambientes donde ya está claro que no va a aparecer en forma de columna y, por citar sólo algunos temas, lo que pienso de un posible procesamiento de Rajoy, Cospedal o Fernández Díaz; de las próximas elecciones americanas; de la financiación de Podemos por dictaduras hispanoamericanas o de la propuesta de Casado de suplicar a Solbes que solucione una crisis a la que contribuyó notablemente.

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¿Por qué le produce usted tanto miedo al sistema?

– Alexander Solzhenitsyn decía que el riesgo que corrían determinados regímenes como el soviético era que, al quitar a la gente todo lo que tenía, sólo la convertía en libre para que hicieran lo que tuvieran que hacer porque ya nada les quedaba por conservar.  No creo que suceda así siempre, pero es verdad en algunos casos.  Yo siempre he defendido la libertad y la verdad por encima de todo.  Por eso, no seguí en COPE a pesar de que me ofrecieron renovar por dos temporadas – por cierto, ¡¡qué papelón está haciendo COPE defendiendo a unos abortistas como Biden y Harris sólo porque el primero es católico!! – y por eso, me marché de Es Radio aunque ignoraba muchas cosas que he descubierto gracias a ese magnífico libro suyo titulado La gran traición.  Como además en un momento determinado decidieron quitarme todo lo que había ganado con mi esfuerzo e incluso hubo quien pensó en quitarme también la vida, el resultado no ha sido convertirme en alguien amedrentado y sumiso.  Por el contrario, he comprendido que la independencia, la integridad, la insumisión, la verdad y la libertad son todavía más importantes de lo que yo haya pensado toda mi vida y además no tengo nada que proteger que me lleve a plantearme la idea de callarme.  Si hay algo que teme cualquier sistema es, precisamente, a ese ser humano libre dispuesto a combatir hasta el final sin doblegarse incluso aunque lo derroten.  Imagino que es lo que les pasa conmigo.

Un año decisivo. ¿Cómo ve usted el futuro?

– Depende.  Si tengo que hablar en términos personales, lo encuentro alentador.  El 14 de septiembre comenzó la séptima temporada de La Voz, hemos iniciado también una plataforma mediática de contenidos exclusivos por suscripción y, en octubre, inauguraré un centro de estudios bíblicos on line en Estados Unidos con proyección internacional.  De manera que, en el plano personal, me siento muy feliz y entusiasmado por el panorama.  En el plano español, creo que sólo está comenzando la peor crisis que atraviesa la nación desde el estallido de la guerra civil de 1936.  Si esa crisis derivará en una regeneración nacional que solucione problemas de siglos o si sólo será un túnel lóbrego para varias generaciones es algo que decidirán los españoles de los que, por cierto, Rajoy y Montoro expulsaron cerca de tres millones durante su pésimo y presuntamente delictivo gobierno.  Para mi, sería un signo de esperanza que ZP, que es el palanganero de repugnantes dictaduras bananeras; Pablo Iglesias, que es una marioneta del chavismo, bastante bien pagada todo hay que decirlo o Montoro, Fernández Díaz y Rajoy que, presuntamente, pisotearon una y otra vez la legalidad acabaran entre rejas, pero no soy optimista viendo como sentencia tras sentencia del Tribunal supremo español es machacada en los tribunales de la Unión Europea.  En cuanto al resto del mundo, todo va a depender de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.  Si Trump no es reelegido, sufriremos una ofensiva generalizada de la agenda globalista, esa agenda genocida que tanto entusiasma a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias.

¿Asistimos a un cambio de régimen?

– El régimen de la Transición es un régimen que nació con graves fallas que he estudiado en mi libro El traje del emperador, el último libro que publiqué en España y que, por cierto, obtuvo un premio de ensayo.  Con todo, si se en estos cuarenta años se hubieran realizado las oportunas reformas podría haber evolucionado positivamente.  Ha sucedido todo lo contrario.  Todo lo que podía ir a mal ha ido, en realidad, a peor y en estos momentos el régimen está muerto.  Luego, como sucedió con la monarquía de Alfonso XIII, pueden tardar años en enterrarlo y una mañana descubrir que el rey Felipe, siguiendo un ejemplo familiar repetido a través de los siglos, se ha marchado dejando a los españoles para que se despedacen entre ellos a la espera de que un nuevo Borbón se siente en el trono.  Sería de desear que, por una vez, los españoles no cometan los errores de siempre.