Enrique de Diego.
Las numerosas sectas de los repúblicos quietistas consideran que no hay que hacer nada porque el periodo de libertad constituyente que da paso a la libertad colectiva es una especie de juegos florales o de debates circulares de casino de pueblo o de Ateneo. Algo así como un debate desapasionado nacional en el que todos exponen sus ideas y la República Constitucional gana el debate. Hay un repúblico significativo que me dice que don Antonio García Trevijano hubiera echado a patadas a dos tercios de los que han medrado o querido medrar a su sombra, como los que no saben explicar qué han hecho con los trescientos mil euros que vendiendo un cuadro dio don Antonio a los patentes inútiles y presuntos chorizos del MCRC para que hicieran, por ejemplo, un corto sobre las andanzas antifranquistas de don Antonio, «Maverick».
Ante el éxito rotundo de «El Manifiesto de la República Constitucional» los mediocres de siempre dice que no lo firman porque no habla de «libertad constituyente», cuando es un manifiesto de acción precisamente de libertad constituyente al cien por cien. No es, desde luego, para presentarse a los próximos juegos florales ni para naufragar en la inoperancia, que es a lo que se dedican muchos que se llaman repúblicos, que nunca han hecho nada ni lo harán, salvo estorbar.
Pensar que el Estado de Partidos se va entregar, cuando son culpables de mil y una corrupciones, sin presentar batalla es del género idiota. Que la tupida red de subvenciones a la falsa sociedad civil se va a terminar por un debate intelectualoide es del género imbécil. Que 450.000 políticos expoliadores, más sus cortes de asesores, jefes de prensa, protocolo, van a extinguirse resulta alucinante pensarlo, pero es lo que piensan algunos repúblicos; no la libertad constituyente no es una etapa de vacío de poder en la que se organizara un gran debate nacional. Pensar que el monarca y su familia instalada en el Presupuesto, que ha de legitimar con su firma la celebración de cualquier referéndum, van a convocar uno sobre si el pueblo eligen monarquía o república es abracadabrante.
Los dos hechos históricos analizados en todos sus pormenores por don Antonio son la revolución francesa y la revolución norteamericana, dos baños de sangre. Hamilton y El Federalista no estudiaron una naturaleza humana muerta sino tras un pavoroso conflicto, que implicó a todas las potencias mundiales. Ha sido lanzada la piedra sobre el gigante bíblico de pies de barro, como profetizó don Antonio. Ha sucedido, por la mediocridad consustancial del Estado de Partidos, un cataclismo social. Más pronto o más tarde tenía que suceder porque el Estado de Partidos es expoliador e ineficaz. Es previsible una etapa de colapso en la que se produzcan fuertes desordenes públicos, con ocupación de viviendas y asaltos a supermercados, junto a una extensión del hambre entre la población, que lleve a manifestaciones crispadas y virulentas con órdenes de reprimir a las Fuerzas de Seguridad utilizando sus armas reglamentarias, ulteriormente esas Fuerzas de Seguridad se rebelarán contra sus mandos y la sociedad civil generada tomará el control e impondrá la República Constitucional, como única opción libradora y salvadora. Nada de juegos florales, sino los juegos del hambre.
El Manifiesto por la República Constitucional, el Manifiesto es una acción para la libertad constituyente, para la ruptura con el Estado de Partidos, es una oferta y una respuesta a la desesperación previsible. Oferta y respuesta eficaz y ganadora. Y fiel al cien por cien al pensamiento del maestro García-Trevijano. Así, en aras de la separación de poderes, todos los jueces y fiscales perderán sus puestos porque han sido corrompidos por el Estado de Partidos. «Cuando no hay sociedad política, intermedia e intermediaria entre la sociedad civil y el Estado, entre el país real y el oficial, como ocurre en los Estados de partidos, ocupa su lugar la sociedad aparente. Una apariencia presentativa de la sociedad civil, sin ser representante ni representativa». Por eso el Manifiesto acaba con las subvenciones a los partidos (esas que ha cogido Vox), a los sindicatos, a la patronal, a las fundaciones, a las ONG, a todas las asociaciones. Se generará una sociedad civil. Dice don Antonio que «por eso no puede haber en Europa más que demagogia, en lugar de democracia; propaganda, en lugar de veracidad en el análisis político; cinismo intelectual en universidades y medios de comunicación, en lugar de investigación y descripción de la realidad fáctica del régimen partidocrático». Por eso las licencias de televisión y radio serán sacadas a pública subasta y los dueños actuales no podrán acudir. Y se cerrarán las inservibles Facultades de Ciencias Sociales porque no son ciencias.
Cuando no es hora de debates sino de combate, los falsos repúblicos se pierden en debates bizantinos. Es hora de decir, alto y claro, que el título de honor de repúblico sólo se concederá a quienes se adhieran al Manifiesto de la República Constitucional, porque ellos ganarán la libertad política colectiva para todos y salvarán España.