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Los jóvenes, el motor del cambio

Redacción




Borja Arias Montero. Repúblico.

Tras la famosa Transición, en España se implantó un sistema lejos de ser democrático. En su afán de obtener poder, los partidos políticos del 78 aprovecharon la situación para imponerse en el poder y formalizar la Oligarquía de partidos con la que ahora los jóvenes tenemos que lidiar. Desde ese entonces, la única forma que tenemos de obtener la libertad, es decir, la única forma de dejar se ser un esclavo de la corrección política de la partidocracia es, tal y cómo afirmaba Antonio García Trevijano, con la ayuda de la libertad política colectiva y el control en el poder que esta ejerza.

Herencia de una gran mentira, a los alumnos nos enseñan cómo tras la muerte del Dictador Franco, en España se impuso un régimen político con libertad de opinión, prensa, reunión y manifestación, lo que en realidad son derechos otorgados por el estado y no verdaderas libertades. El ejemplo más claro es la propia constitución, para la cual se sometió al pueblo en referéndum sin posibilidad de escoger otras opciones: o aceptabas el sistema de partidos, las autonomías, la monarquía o no se cambiaba nada; el pueblo solo pudo elegir la menos mala. Carta otorgada votada únicamente por la población mayor de 62 años (un 20% de la población) y que prácticamente no ha sido alterada desde su nacimiento.

Sólo puede votar una lista cerrada

En este país, para desgracia de los ciudadanos, cada generación que llega a la edad adulta solo puede votar a una lista cerrada de partidos cuyo ideal es el impuesto por el secretario general, omitiendo la libertad para los demás diputados, los cuales, si disienten, son expulsados. Y esta es la situación que las generaciones futuras tenemos que enfrentar, ello agravado por el engaño que los nuevos partidos, mal-llamados ¨comunistas o ¨fascistas¨ acometen en la juventud, haciéndonos creer que son el motor del cambio.

Sin embargo, todo esto sucede porque la población, en un festín de demagogia e hipocresía, permite con pasividad que los políticos nos pisoteen, sobre todo si mientras nos quitan la libertad los que de verdad deberíamos impulsar el cambio pensamos, no en suma mayoría, en fiestas, alcohol, drogas o apuestas. La naturaleza humana crea vicios que nos distraen de los verdaderos problemas, pues cómo ya mencionó el intelectual Antonio García Trevijano, 

¨ En cada etapa biológica, el individuo tiene que responder a lo que le exige la naturaleza. La juventud debe poseer ideales o se traiciona a sí misma, y será una juventud vieja, apática. Y tiene que aprender, fundamentalmente, de la acción¨.

En este sentido, el denominador común que guía los sentimientos de los españoles actuales debería encontrarse en el hecho de recuperar las libertades, en cambio, los vicios nos descarrilan.

Los vicios nos descarrilan

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Cómo ya afirmaba Aristóteles, el ser humano es un ser Político (de la poli griega) y por tanto está predestinado a la vida en sociedad, y a preocuparse de lo que sucede en el entorno, hecho que engloba a la política. Gracias a esto, al concepto de pertenencia a una agrupación, la humanidad evolucionó del ser primitivo al actual. En ese deseo de pertenencia entran las convicciones sociales, las costumbres y el comportamiento común que caracteriza a una parte dentro de ese grupo, ejemplo de ellos es la división ideológica en dos grandes grupos).

Dentro del colectivo de jóvenes, cada cierto tiempo surgen como modas ciertos comportamientos sociales a los que la mayoría de grupos se adhieren, entre los que se encuentran el alcoholismo, la drogadicción o la adicción a las apuestas online. Los adolescentes imitan a sus semejantes para reiterar su pertenencia al grupo, buscan comportamientos que adquirir como sellos propios, y, en general, alteran su actitud en una etapa de transición hacia la adultez. 

Como parte de la naturaleza de los jóvenes, la pasividad ante los problemas sociales y el deseo de evadirse de su realidad o de la monotoneidad , es algo que los caracteriza, pues la mayoría anteponen la diversión y el libertinaje a tan graves problemas cómo lo son vivir en una oligarquía de partidos o tener un paro increíblemente alto. Con todo ello, es normal que en un país que lleva viviendo una gran mentira más cuarenta años, cómo lo es que tenemos democracia, la juventud opte por comportamientos que ejemplifican la decadencia del mundo occidental.

Por un lado, tenemos la infantilización de la sociedad, producto de ese anhelo progresista y posmoderno de crear espacios seguros para todos en el cual todo es color rosa y nadie tiene problemas reales; ahora se llora por cualquier cosa y se censura todo lo que provoque una actitud quejiquista en las hordas de Twitter, los seguidores de OT, en chiringuitos feministas.  

También los adolescentes pueden estar comprometidos en varias formas con el alcohol y las drogas legales o ilegales. Es común el experimentar con el alcohol y las drogas durante las adolescencias. Desgraciadamente, con frecuencia los adolescentes no ven la relación entre sus acciones en el presente y las consecuencias del mañana y tienen la tendencia a sentirse indestructibles e inmunes hacia los problemas que otros experimentan. Usan el alcohol y las otras drogas por varias razones, incluyendo la curiosidad, para sentirse bien, para reducir el estrés, para sentirse personas adultas o para pertenecer a un grupo. 

El cambio que hace falta: acabar con la partidocracia

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Aún así, somos muchos los que buscamos el cambio que hace falta en España: acabar con la Partidocracia y llegar a la libertad política colectiva.  Existen grupos de jóvenes que tienen un estilo de vida no tan agradable o que olvidaron que no deben dañar su vida, pero no por eso hay que creer que se perdieron todos. La mayoría reconocen la inutilidad de los partidos y la corrupción del sistema, pero anteponen sus intereses personales al general, aunque esto no significa que no tengan conciencia política, pues es en la juventud cuando más ánimos de cambio y regeneración hay.

Lo que necesita la juventud es que creamos más en ellos, pese a ser un sector de la población en el que desgraciadamente impera la degeneración, el deseo de liberación sexual, el libertinaje en exceso, el deseo de aceptación de los demás, las ganas de fiesta y la búsqueda de alternativas perjudiciales para la salud en busca de diversión.

Puede que la juventud esté perdida, y puede que prefieran vivir en un sistema antidemocrático mientras la fiesta no esté prohibida, pero sólo trabajando con ellos, que son la fuerza del cambio, e invitándoles a que investiguen sobre si de verdad en España hay democracia y quiénes son los culpables de que no exista, podremos llegar a una República Constitucional.

Fuerza y Honor.