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Podemos es un putiferio: La abogada Mar Flor se tiraba a «Ironman»

Redacción




Luis Bru.

Decididamente, Podemos es un putiferio, donde se ejerce algo parecido a la prostitución con fines políticos. No sólo no habido ningún robo de móvil, sino un ataque cuernos de Dina Bousselham por despecho al no ver cumplidas sus promesas de boda, algo que debe sentar muy mal, por el depredador Pablo Iglesias, sino que además está la conducta éticamente muy reprobable de la letrada Mar Flor, una trepa que ya produce destrozos en el equipo de abogados de Vox, y que se tira al fiscal anticorrupción (más bien al fiscal corrupción) Ignacio Stampa, que no debe haber mojado nunca, porque su conducta contradice cualquier criterio de justicia, en cualquiera de sus acepciones.

Si Mar Flor e Ignacio Stampa hubieran iniciado una relación afectiva, el fiscal debía haberlo comunicado porque hubiera entrado en un claro y notorio conflicto de intereses, pero inician una tórrida aventura sexual, ella, en niveles muy próximos a la prostitución de lujo, para obtener beneficio político, tener información privilegiada y utilizar la Justicia a su favor. Stampa obtenido satisfacción sexual en razón de su puesto de fiscal, contra el sentido universal de lo que es justo. Como el vulgar macarra y el chulo puta que se manifiesta en los interrogatorios queriendo llevar el caso a los predios podemitas, admite a Pablo Iglesias, lo que notoriamente no es ni por el forro, forzando al juez a dictar orden de registros de la redacción de Ok Diario, hecho muy grave de terror contra la libertad de expresión, dos decisiones movido por la polla caliente que se mueven en la línea de asumir la tesis de Pablo Iglesias y su barragana Mar Flor, de iniciar «una cruzada contra las cloacas del Estado en plena campaña electoral de las generales de 2019» y la «presumible colaboración activa para difamar entre un grupo de altos mandos del Cuerpo Nacional de Policía y Ok diario».

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El fiscal Stampa, por imperiosas necesidades sexuales, compra esa mercancía barata, averiada, y la hace suya porque así se lo indica en noches sórdidas de catre de mancebía su amante loca Mar Flor. En el ambiente de teleserie que impera en Podemos  el fiscal recibe de Flor el apodo de «Ironman», un superhéroe con superpoderes del mundo del cómic; en este caso, los que le concede para hacer Justicia e investigar, no para el latrocinio irrestricto a que se ha dedicado a cambio de favores sexuales. Ambiente patético que contradice todos los principios retóricos  de Podemos: el feminismo queda maltrecho en este vodevil barato.

Pablo Iglesias, mantenella y no enmendalla, se pregunta con cinismo alucinado: «¿cómo que no somos perjudicados? ¿Quiénes son entonces?» Pues Eduardo Inda, ese mismo al que Iglesias llama «tipejo». Ha dado con buen juez, Manuel García Castellón y se puede ver teniendo que responder de un cúmulo de delitos: revelación de secretos y daños informáticos (obstrucción a la Justicia) y fraude procesal», éste como un castillo.

La venganza de Dina se está cumpliendo. Un Pablo Iglesias verborrágico, que tiene respuestas para todo, mentiras al por mayor, da como razón de entregarle la tarjeta de memoria, dañada, a Dina un año después para «quitarle presión». El castillo de naipes se le ha caído con estrépito, la película de espías ha resultado ser un soberano ataque de cuernos en el harén podemita -el favor del jefe lleva aparejado un Ministerio que no sirve para nada-.

En política se perdona todo menos el ridículo y en esta historia, escabrosa, hay demasiado ridículo: Pablo Iglesias está tocado y la casa de putas que es Podemos se desangra a chorros.

Dina Bousselham tenía un ataque de cuernos y tiene al depredador Pablo Iglesias cogido por los cojones