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Fase I: República para tontos, República para listos

Redacción




Enrique de Diego.

La escena transcurre en la Peña Madridista de Elche. A pesar de su nombre, es una especie de casino renombrado. Nazario González, republicano de la II República, que mantiene una bandera tricolor en su sede mil y una veces traicionada por la izquierda, ha invitado a Don Antonio García Trevijano, corre el final de los 90, a conmemorar el 14 de abril de 1931. Don Antonio no se corta, no cede: la República no es derechas ni de izquierdas, es un modelo de Estado que no entronca con la legitimidad de la II República. La sala esta a abarrotar. Mayoría de provectos republicanos con un pie en el estribo, oficiales del Ejército de la República. Empieza a haber sofocos, lipotimias, cortes de digestión. Varios tienen que ser sacados de la sala. Luego de terminada la conferencia unos pocos almorzamos con don Antonio en el restaurante del Hotel Huerto del Cura.

La anécdota toma condición de categoría por cuanto aún hay tontos que se hacen cruces cuando oyen República y se imaginan la continuación de Indalecio Prieto, Francisco Largo Caballero, Pasionaria, Manuel Azaña y Juan Negrín, las checas y Paracuellos. Franco hizo la soberana estulticia de considerar a España un reino y de nombrar como heredero a Juan Carlos calamidad, putero y corrupto al por mayor, al pormenor y al detall, que para comprar a la clase política se inventó el Estado de las autonomías, responsable de la deuda que nos asfixia.

«Que no queremos reyes idiotas», cantaban los falangistas. Cuarenta años de propaganda monárquica han hecho que existan resistencias estúpidas a la República Constitucional, que es inevitable, a la que le ha llegado su hora  salvadora, porque, como dijo Víctor Hugo, «nada hay más irresistible que una idea a la que le ha llegado su hora» y es el caso.

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En cuanto al PSOE, su republicanismo es impostado, mera coartado, quedó subsumido en el pacto espureo de la transición por el que a cambio de la aceptación de la monarquía se dio acceso a un botín electoral ilimitado, los 300.000 puestos de colocación de Alfonso Guerra. El chalaneo se hizo con una enervante carga de cinismo. La Comisión Ejecutiva del PSOE decidió que el voto republicano se mantuviera hasta el debate en la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas del Congreso de los Diputados para que lo defendiera Luis Gómez Llorente en sesión con prensa y se llegara hasta la votación. El PSOE quiso aparentar que no abjuraba de su ideología republicana sino que era derrotado ante una mayoría constituida pro UCD, AP y los nacionalistas. Después de explicar la tradición republicana del PSOE, nacida con Alfonso XIII, Gómez Llorente dijo: «finalmente, señoras y señores diputados, una afirmación que es un serio compromiso. Nosotros aceptaremos como válido lo que resulte en este punto del parlamento constituyente. No vamos a cuestionar el conjunto de la Constitución por esto. Acatamos democráticamente la ley de la mayoría. Si democráticamente se establece la Monarquía, en tanto sea constitucional, nos consideramos compatibles con ella».En cuanto, a Podemos su republicanismo es, por ahora, mera coartada, pide comisión de investigación del rey emérito, el PSOE se opone y la cosa no llega a mayores.

Junto a la radicalización del PSOE, su entrismo por los comunistas, su apuesta por la revolución, la II República distaba muchísimo de ser una República Constitucional. Por de pronto, era una República parlamentaria: el presidente de la República era elegido por el Parlamento; el cargo estaba disociado del de presidente del Gobierno y además en las grandes circunscripciones había distritos plurinominales. Sin entrar en mayores enjundias, baste citar a los profesores Manuel Alvarez Tardío y Roberto Villa García, de la Universidad Rey Juan Carlos, que han documentado el pucherazo en las elecciones de febrero de 1936 dado por las izquierdas, seguido de las reuniones de comisión de actas quitándole el escaño a diputados de la derecha, en un clima de golpe de Estado prebélico. Nada tiene que ver la República Constitucional con la II República; es la República para listos frente a un debate para tontos.

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He hecho un «catecismo» con «República Constitucional» en 22 páginas -1,53 euros- del pensamiento de don Antonio García-Trevijano, una mente egregia y lúcida, un persona insobornable, que plantea -porque las ideas siguen plenamente vigentes, más que nunca- separación de poderes, presidente de la República-presidente del Gobierno votado en circunscripción nacional, diputados de distrito uninominal votados por sistema mayoritario, a doble vuelta, presidente del Consejo de Justicia elegido en voto corporativo, y mil detalles más que están sintetizados en mi libro. La única alternativa salvadora, la solución a todos nuestros problemas, para lo que es preciso entre 450 y 600 políticos y no la salvajada insostenible de los 400.000 actuales.

Por eso, don Antonio García Trevijano gustaba de que el sector laocrático, la parte más activa y luchadora, se llamarán repúblicos, para diferenciarse de los republicanos. La República Constitucional es la única salida al atolladero actual. No hay otra.