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Carmen Calvo: con Juana Rivas tenemos un problema

Redacción




Yolanda Cabezuelo.

“Las mujeres deben ser creídas sí o sí”, según Carmen Calvo. Digan lo que digan, aunque no sea cierto. Lo que no dice Carmen Calvo es que cuando se demuestra que lo que dicen algunas mujeres es una rotunda mentira el movimiento feminista debe correr un velo y no hacer declaración alguna, disculpa o reconocimiento del error, aunque el pifiazo sea tan estrepitoso como el del caso Juana Rivas.

Juana Rivas, en su papel. /Foto: elmundo.es.

Tal vez hayan olvidado a aquella mujer menuda, insignificante, que huyó de Italia con sus hijos para refugiarse en Maracena, según ella, del maltrato al que la sometía su marido. La Delegación de la Mujer de Maracena, capitaneada por “una tal Francisca Granados” se volcó en el caso Juana Rivas y levantó a media España en el deseo común de proteger a aquella madre coraje. Al padre de los niños, Francesco Arcuri, se le negó el beneficio de la duda, y los medios pasaron a considerarle directamente la imagen del marido y padre maltratador. Incluso desde la Junta de Andalucía, representada por Susana Díaz, y Mariano Rajoy, que entonces era Presidente del Gobierno, se posicionaron a favor de la madre de Maracena sin tener en cuenta la posibilidad de que Francesco Arcuri no fuera lo que su ex mujer decía.

El caso Juana Rivas concluyó con un descubrimiento sorprendente para media España, pero que la otra media sospechaba: Juana padece un trastorno psicológico grave que la llevó a inventar una historia de acoso y maltrato propio y de sus hijos absolutamente falsa. La Justicia italiana venía a confirmar que la madre de Maracena había utilizado arteramente los recursos que el movimiento feminista pusiera a su disposición, como ya reconocía la Sentencia de la Justicia española, y entonces sobrevino el silencio. Para justificar de alguna manera la pérdida de papeles se recurrió al axioma de Carmen Calvo: Quedaba demostrado que Juana Rivas era una estafadora, pero siendo mujer su palabra no tenía discusión.

¿Dónde deja esa vara de medir a los hombres? En un estado de absoluta indefensión. En el caso de Francesco Arcuri fue posible demostrar que la verdadera víctima no era mujer, pero ¿qué ocurre cuando la maquinaria feminista es más fuerte que la razón? Que todos los dedos apuntan hacia la parte a quien nadie cree sí o sí, y poco importa la presunción de inocencia.