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Javier García Isac: El despiste ‘intencionado’ de Abc y La Razón

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Diría que algo me sorprende si mi capacidad de sorpresa no estuviera más que agotada. Aún así, no deja de ser llamativo y paradójico que medios que podrían ser considerados como cercanos a la oposición que representa el Partido Popular, como son el Diario ABC o el periódico La Razón, consideren que Ciudadanos está virando al centro por su acercamiento al gobierno social comunista de Sánchez e Iglesias. Ya conocíamos la estupidez humana, también lo mal que comunica lo que coloquialmente conocemos como el centro derecha, pero lo que no sospechábamos es que esta mala comunicación no es responsabilidad exclusiva de sus dirigentes, descubrimos que también comunican mal aquellos medios a los que el Partido Popular podría considerar amigos, los profesionales al servicio de los populares.

Ciudadanos, la veleta naranja, en su enésimo cambio de estrategia, decide apoyar al gobierno más radical y sectario, desde tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, es más, si me apuran, es muy posible que el tándem Sánchez e Iglesias supere en grado de maldad al propio Zapatero. Sánchez e Iglesias están llamados a culminar la obra iniciada por Zapatero. Pactan con separatistas, con los amigos de los asesinos de ETA, blanquean a organizaciones terroristas, a sectas maoístas, reivindican el legado de asesinos y criminales, tergiversan la historia, manipulan a la mujer, sacan rédito político de la tragedia y el dolor, se apoderan del cuidado del medio ambiente y la naturaleza, destrozan el campo y el mundo del toro, pudren todo lo que tocan, criminalizan a todo el que nos les apoye sin fisuras, laminan a la oposición, eliminan al disidente, utilizan la Fiscalía y la Abogacía del Estado en provecho propio, colocan a amiguetes y familia en puestos de responsabilidad y a cargo del erario publico, manejan la información a través de sus terminales mediáticas, falseándola e inventándose mundos paralelos, compran a los mal llamados colectivos sociales a través de subvenciones y ayudas que pagamos el resto, se inventan mesas de desconexión para dialogar los plazos y la forma de desmontar España tal y como la conocemos. Secuestran la democracia y la libertad de expresión y someten a arresto domiciliario a casi 48 millones de personas inocentes. Más preocupados por la población reclusa que por conseguir respiradores para los hospitales. Falsifican estadísticas de fallecidos y contagiados para no salir excesivamente mal parados en los rankings internacionales, sacan pecho de una pésima gestión que está costando vidas y se apoderan de los aplausos dirigidos a los que estaban más expuestos y cuya negligencia ha convertido a España en el país con más sanitarios contagiados del mundo. Compran material falso, caro y malo. Un gobierno que lo único que parece tener claro es el modelo de “nueva normalidad” que desean imponer y donde la pandemia es un aliado inesperado para acelerar la implementación de su maldito proyecto ideológico. Un gobierno que tiene la mentira y el engaño como moneda de uso corriente.

Si para los medios de comunicación que algunos consideran conservadores y próximos al Partido Popular, el acercarse y colaborar con un gobierno social comunista como el español, con las actuaciones y las medidas que está poniendo en práctica, “es virar al centro”, algo debí perderme ese día, o seguramente no asistí a esa clase en la que te decían que ser de centro es colaborar con comunistas, socialistas, corruptos y amigos de asesinos. Ahora entiendo por qué el centro siempre me ha producido y me ha dado tanto asco y repugnancia, y ahora comprendo por qué la izquierda cree tener esa falsa superioridad moral, pues son los medios del PP quienes se la otorgan, cuando por ejemplo la exministra de Rajoy, Ana Pastor, tiene como modelo a seguir, a un carnicero como Santiago Carrillo y no al fundador de su partido y exministro de Franco, Manuel Fraga. Ahora entendemos que ser de centro es una forma cursi de ser de izquierdas, pero cuando te avergüenza reconocerlo.