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Fase I: Vox, la última patraña del Estado de partidos

Redacción




Enrique de Diego.

El 90% de las ideas o del programa de Vox son mías, quitando el mundo de la caza y el mundo de los toros, que va de suyo, el resto es de mi cosecha particular, como el cáncer de las autonomías o que no se recogen subvenciones, porque entonces uno es como los demás, pero no sólo de manera retórica, sino práctica, porque a la primera subvención uno muestra que es un hipócrita -puesto que dice es partidario de eliminarlas- y se corrompe, entrando a formar parte del Estado de partidos. Y digo que son mías con toda la razón del mundo puesto que me lo espetó Alejo Vidal-Quadras, dos semanas de que saliera con la marca Vox. Vino Vidal-Quadras y me dijo «eso tuyo eliminar las autonomías es muy interesante». Ya Fernando Vizcaíno Casas atisbó el pandemonium en que iban a degenerar «las autonosuyas». Un lacayo de Vox, con buena escritura, pero sin imaginación y constancia, Gonzalo Altozano, que ahora trabaja para Iván Espinosa de los Monteros, me dijo, mirándome con sorna: «a ti te reivindicarán después de muerto». Ni después de muerto, cuando ya no importa, ni en vida, porque se actúa por responsabilidad y se lucha por unamidad. A Gonzalo Altozano y el desleal Javier Benegas les resultará muy provechoso leer mi libro «República Constitucional».

Sigamos con el hilo central de nuestra historia. Alejo, que quería ser eurodiputado a toda costa y el PP no se le ofrecía, tenía en Santiago Abascal un contumaz traidor. En los primeros compases, contabilizó tres arteras traiciones. Santiago Abascal fue un político mediocre, sin brillo, en Vascongadas, mantenido por Esperanza Aguirre en dos chiringuitos sin otras función que sostenerle. Luego vino el fracaso del bar y la vuelta a lo único que sabía hacer: la política. Vox ha renunciado a sus pocos y más caros principios. Arrinconó las primarias y la democracia en el partido, mera caja de resonancia de aplausos al líder máximo de gimnasio y baratillo. Es idéntico al partido nazi de Hitler pues, como Ciudadanos, funciona por delegación y no por representatividad. Abascal -Mussolini de parvulario- está en su salsa, se alimenta de baños de masas, los necesita para su vanidad herida y su egocentrismo. El partido son cuatro, Javier Ortega, un abogado sin clientes, bastante tosco, y el matrimonio de los aristogatos, próximos o del Yunque, Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio, encantada de haberse conocido y que se ha fundido a Alicia Rubio porque ‘como portavoz parlamentario no puedo llevarme sorpresas porque luego me preguntan a mí’. Los cuatro horteras del autobús de Castellana. Y un hallazgo sorprendente, sin pelos en la lengua, Macarena Olona.

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En la retórica, están bien, pero no han cambiado nada. Han conseguido una oficina de colocación para ellos y sus paniaguados. Se han amoldado a las autonomías y recogiendo los nueve millones, por aquello de que lo hace los demás, pero a cabo han entrado en el Estado de partidos, son la última patraña del sistema, ya no quedan más conejos que sacar de la chistera.

Cuando el pueblo dolorido y sufriente por tanta mentira, cuando no lleguen las pagicas igual que los ERTES, cuando no haya dinero para la Cruz Roja, Cáritas y el Banco de Alimentos, vaya a por el rey y a por los políticos, las manifestaciones de cachondeo de Vox estarán de más. Tendrá que arremangarse y liderar hacia no se sabe dónde, porque carece de un proyecto regenerador y se ha quedado en el culto a la personalidad del líder de opereta. Vox tendrá que liderar las protestas de un otoño que se aventura muy, pero que muy caliente, o ser sobrepasado, y al fin lo será porque ya es parte del problema, en ningún caso de la solución.

Otrosí: Un mentecato que se dice del MCRC, que sólo sirve para hacer patético fuego amigo, me ha escrito un tuit en el que recomienda «lavarme la boca» antes de hablar de don Antonio. Valiente bellaquín. El debería lavarse el culo y no jugar a las sectas. Como se produzca una más de estas bromas pesadas, voy a ir a por ellos, en serio. Y voy a tirar de la manta. Calladitos están más guapos, los tres o cuatro que quedan en ese antro, ahora, de perdición y latrocinio.