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Jaime Peñafiel hace autocrítica: «Todos hemos silenciado muchas cosas del rey»

Redacción




Luis Bru.

Risto Mejide se dedica a hacer leña del árbol caído y de alancear a un muerto. En el ambiente late la pregunta de por qué ha sido la prensa tan servil. Jaime Peñafiel reconoce que «todos hemos silenciado muchas cosas del rey», lo achaca a que antes trabajaba en «Hola», una revista de evasión, de mentiras, vamos. Carmen Rigalt, tocada ahora por la enfermedad, que se dedicaba a callar en sus crónicas mallorquinas, lo que no está en los escritos, entre otras cosas los amoríos del emérito con Carmen Gala, se solivianta cuando se oye llamar cortesana dándose por aludida, enfadada afirma que había «noticias, pero no pruebas». Ni ganas de buscarlas. Chitón. El padre Inaki Gabilondo, pope de toda la izquierda mediática, se justifica diciendo que con la transición «se hizo juancarlista y se equivocó» y en un intento de exculpación de Felipe dice «no se merece esto». Lo que se merece es un abdicación en toda regla, por saber las tropelías de su padre, del que la prensa francesa ofrece esta descripción: «vulgar gángster de serie B». Se queda corta, pero no mucho. Pilar Eyre, periodista de cámara, rememora la colección de coches de lujo del idiota, digo del monarca, y la de relojes, una de las tres más caras de España, pero sale con el consabido «no hay pruebas». Hubo pruebas y abundantes, como demostraron Jesús Cacho y Enrique de Diego. Pero no convenía, a ninguno de los cortesanos, en el peor sentido del término, les interesaba. Aún hoy, Pilar Eyre teme que le cierren el programa a Risto Mejida al leer la descripción de la prensa francesa: Juan Carlos, un chabacano. Durante cuarenta años la prensa, toda la prensa mintió para mitificarlo, y lo presentó como un campechano.