Editorial.
El MCRC está casi extinguido, es inoperante, no ha hecho nada, ni hace ni hará, sólo aventa sus resentimientos sectarios contra la gente que realmente hace. Natalia Muñoz, presidenta a la sazón del MCRC, tendría que hacérselo mirar porque ha degenerado en un mingitorio que expande varahadas de podredumbre. Lo mejor es que dimita y disuelva un grupo más preocupado por los intereses materiales de la herencia de don Antonio García Trevijano que por hacer fructificar su ideario.
Ahora o nunca, estamos en una drôle de guerre, una broma de guerra previa al desencadenamiento de las hostilidades, y se va a decidir si España y los españoles sobreviven y para ello está la República, como ideal luminoso y salvador; no pequeñeces estériles, porque si estuviera aquí y os viera a los restos se avergonzaría de vosotros y os escupiría en la cara. Gentes como Miguel Gómez de la Cuesta, que no ha digerido sus lecturas del maestro, o auténticos zoquetes como Agustín López. Personajillos de cuarta que pululan por las redes, a quienes nadie lee, tratando de hacer la simbiosis del parásito, como los que responden a los nicks de Javier Adamuz, pobre hombre, Fernando Villamil o Albertuskan, que se siente muy honrado de que le insulten o recomienda lavarse la boca antes de hablar de don Antonio. Nosotros le recomendamos a él que se lave el culo, que lo tiene lleno de mierda.
No estamos para perder el tiempo como esos ineptos, ni para juegos al trevijanismo auténtico, no a sectas de opereta. Que se aparten de una vez los restos infames del MCRC que viene la última batalla, la decisiva. Es labor para gente madura no para mañacos que hay que limpiarles los mocos en su infinita podredumbre. Lo dicho: don Antonio les aborrecería porque él era partidario de la acción.