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Javier García Isac: La prostitución de los medios

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

No es una sorpresa que desde el poder se intente influir en los medios de comunicación para que la información que se difunda muestre la cara más amable y las bondades del gobierno de turno. En España la injerencia del poder en la comunicación alcanza su punto más álgido, cuando con dinero público, se compra todas las portadas de los principales periódicos de tirada nacional. Hemos conocido como desde antaño, determinados periodistas y contertulios de salón, se ponen al servicio de los partidos políticos, de los cuales reciben instrucciones de forma casi diaria, para que de una u otra forma marquen la tendencia de lo que debe ser noticia en un momento determinado. Hemos conocido también, como determinadas publicaciones tapaban información sobre el rey emérito, que pudiera ser perjudicial y dañina para su imagen. Lo que no habíamos conocido hasta el momento, es que un gobierno se hiciera con todas las portadas de prensa escrita en soporte papel, independiente de su tendencia ideología, para proceder a un blanqueamiento de su propia imagen, después de la más que discutible gestión realizada en torno a todo lo que tenga que ver con el coronavirus.

Es lógico que el periodista sea subjetivo, tiene todo el derecho de tener tal o cual tendencia ideológica, lo que no es tan lógico es que niegue la evidencia, la manipule y tergiverse para influir sobre la opinión pública. Una opinión publica que por lo general suele ser muy bizcochable e influenciable y tendente a creerse lo que le interesa en cada momento, adaptando la información que recibe a su propio interés ideológico, y no queriendo ver la realidad, si esta le es molesta. Es humano y hasta comprensible, pero cuando el periodista maneja información objetiva y la tergiversa, eso es manipulación. En España sobran periodistas dispuestos a cumplir con su labor de «detergente», dispuestos a manipular y tergiversar la información, con medias verdades tendentes a confundir a la opinión publica y a dar una cara amable del poder, con independencia de quien lo ostente, siempre y cuando, puedan pillar tajada. Vivimos instalados en la mediocridad periodística. Pocos son los dispuestos a ser rigurosos con la información. Se prefiere entrar en el juego de la autocensura para no cerrarse puertas. Es ilógico que lo políticamente correcto, sea tapar las deficiencias de poder y cubrir sus mentiras, engaños y tergiversaciones.

Podríamos incluso estar contestos, si son solo las portadas de los periódicos lo que compran. Me temo que no se limitan única y exclusivamente a eso. Hemos asistido a un acto bochornoso, vergonzoso y que denigra un poco más, la ya deteriorada imagen del periodista. donde los principales periódicos españoles se han prestado al juego de blanquear a un gobierno cuya gestión está costando vidas. Un gobierno indigno que no paga las prestaciones en ERTES desde marzo, pero que sí parece tener dinero para su ofensiva mediática. Vergonzoso que el gobierno utilice nuestro dinero para lavar su imagen, pero casi más vergonzoso que los periódicos que hasta hace poco criticaban su gestión y la de sus secuaces, ahora sirvan de coartada y de colaboradores necesarios para que PSOE y PODEMOS sigan con su criminal gestión, culpabilizando a todos y socializando las pérdidas que solo a ellos compete. Hace mucho que los periódicos se transformaron en panfletos donde lo que menos importa es dar una información veraz y de calidad.

Los periodistas, los informadores, ya no salen a la calle a buscar la noticia, la información le es entregada y ellos solo se limitan a adornarla para justificar lo injustificable, si con ello obtienen algún tipo de rédito en forma de ayudas, subvenciones o publicidad institucional. Se mercadea con la noticia, la cual es ajustada a las instrucciones recibidas. La libertad informativa a dado paso al mensaje único y monolítico del que uno no se puede salir si quiere formar parte de este juego. La prensa escrita en formato papel ha muerto, ha certificado su fallecimiento y su indignidad. No es de extrañar que cada vez importe menos y que solo se mantenga gracias al dinero estatal. Los muertos siguen todavía calientes y la prensa española se presta a pasar página cuanto antes por orden del gobierno social/comunista. Vergüenza, asco y repugnancia.