Javier García Isac. Director de Radio Ya.
La prolongación del estado de alarma no está justificada. El gobierno socialcomunista de Sánchez e Iglesias pretende alargarlo el máximo posible para así, de esta manera, con la excusa de la pandemia, tenernos en arresto domiciliario de forma indefinida. El miedo es una herramienta poderosa, un arma que maneja de forma magistral la izquierda para alcanzar sus propósitos. El gobierno de Sánchez niega la evidencia. Las palmas y los aplausos de las 8 de la tarde han dado paso a la ira y a la más que justificada indignación.
En su ofensiva tiene un lugar preferente «el frentismo»; se trataría de profundizar en su política de dividirnos en buenos y malos, hombre y mujeres, solidarios e insolidarios, todo un sin fin de categorías en las que situar a todo aquel que ponga en duda sus dogmas o sus intereses. Están dispuestos incluso a que lleguemos al enfrentamiento civil antes de reconocer que algo están haciendo mal. Han sacado a sus guerrilleros mediáticos para insultar y provocar a todo el que manifieste su indignación. No aceptan la crítica por más justificada que esté. El gobierno no tiene en mente dar tregua al ciudadano descontento. Piensan criminalizar a todos menos a ellos y los suyos.
La negligencia y la ineptitud han puesto al descubierto un plan mucho más malvado y perverso que el imaginado. Están utilizando la pandemia para desarrollar su proyecto totalitario. Somos cobayas en este inmenso laboratorio social en el que han convertido España. El estado de alarma, lejos de controlar la pandemia, está siendo utilizado para limitar las libertades fundamentales de los ciudadanos y perseguir sin piedad al desafecto. El gobierno no tiene intención de ceder en nada. El gobierno de la transparencia oculta información, datos y muertos. Nada de lo que digan, o hagan, puede ser creíble. Nos obligan a la utilización de mascarillas después de más de 40.000 muertos reales, buscan la asfixia económica de Madrid como venganza contra el ejecutivo autonómico y han puesto a toda su maquinaria mediática a trabajar por el desprestigio de la ciudadanía que sale a la calle a mostrar su indignación. Nada de esto les puede salir gratis. Ven en la pandemia un aliado inesperado para precipitar la implementación de su proyecto ideológico, salvar vidas es secundario.
Los que manejaron información que ocultaron de forma premeditada, pues lo principal era celebrar el aquelarre feminista del 8 de marzo, son los mismos que ahora menosprecian a los vecinos que promueven las caceroladas y les califican de irresponsables. Manejan los tiempos y la comunicación con maestría pero eso no será suficiente para librarles de la justicia. Tenemos que ser conscientes de que estamos ante un gobierno que no se detendrá ante nada y entre cuyos objetivos está el de perpetuarse en el poder. Pretenden aprovecharse de la crisis social y económica en beneficio propio. Nos hablan de una renta mínima vital que, lejos de tener ningún fin social, pretende generar una red clientelar, asegurándose un mínimo de votos que harían prácticamente imposible la pérdida de ninguna elección. La prolongación del estado de alarma es solo un instrumento más de dilación para dejar todo el camino listo, preparado, allanado en la búsqueda de esa nueva normalidad de la que nos hablan y que nada tendrá que ver con la normalidad conocida hasta el momento.
Debemos estar alerta, vigilantes, debemos reaccionar a tiempo y no aceptar de forma irremediable todo aquello que podemos evitar. Son tiempos convulsos y de muchas dudas. Se aprovecha la crisis sanitaria para transformar la sociedad y, en este caso, no necesariamente para bien. No aceptemos imposiciones que poco o nada tienen que ver con la lucha contra el coronavirus, no permitamos que limiten nuestras libertades como excusa para salvar nuestras vidas. Ambas cuestiones son compatibles y no admiten ser disociadas. No existe el dilema de vida o libertad, no hay lugar para el debate de anteponer una cosa antes que la otra.