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Ramón Peralta: «La República Constitucional es más barata que la monarquía»

Redacción




Enrique de Diego.
Ramón Peralta, prestigioso profesor titular de Derecho Político, en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, pasa revista, con sus vastos conocimientos históricos a páginas olvidadas pero importantísimas de la historia de España, como la Ley Perpetua de las Comunidades castellanas, o la I República, que en su tramo final fue unitaria y nacional, pero a la que los monárquicos dieron un golpe de Estado, y así llegamos a la actualidad, al nefasto Estado de partidos, que define con maestría de cirujano, donde todo lo dominan las cúpulocracias, término acuñado por él.

.- Usted es especialista en muchas cosas, entre ellas en las Comunidades de Castilla. Tiene un libro sobre la Ley Perpetúa. ¿Podría explicarnos qué es?

La Ley Perpetua es un documento protoconstitucional elaborado por la Junta de las Comunidades Castellanas reunida en Avila el verano de 1520. Eson es lo que demuestro en mi ensayo titulado precisamente «La Ley Perpetua de la Junta de Avila» que publiqué en 2010. Califico este texto jurídico-político como el precedente constitucional hispánico pues su finalidad práctica era configurar de manera concreta una especie de «monarquía constitucional» como monarquía limitada en su poder por las prerrogativas de las Cortes del reino de Castilla. Se trata de que prevalezca el reino sobre el rey, el reino como comunidad de ciudades libres representadas en Cortes por los diputados elegidos por los vecinos.

Este proyecto era lo contrario a la monarquía autoritaria que quería implantar Carlos de Habsburgo en los reinos de Castilla y de Aragón heredados de sus abuelos Isabel y Fernando de Trastámara, una monarquía de corte centroeuropeo antesala del absolutismo monárquico, en la que las Cortes como representación del reino quedaran reducidas a una mera representación formal sin capacidad efectiva de control, reducidas a una convocatoria real intrascendente, sobre todo en materia fiscal.
Ramón Peralta. /Foto: eldeber.com.bom.

– ¿Es cierto que había una tendencia republicana en ese movimiento?

– Se trataba de establecer formalmente, a través de la Ley Perpetua, una monarquía protoconstitucional en tiempo tan temprano que sería la primera de Europa, del mundo. Desconfiando de Carlos y su corte de extranjeros, los dirigentes de las Comunidades acudieron a Juana, su madre, como verdadera reina titular, pero ésta no quiso enfrentarse a su hijo. En algunos comuneros, tras este fracaso, apareció la idea de una «república de comunidades» parecida a la existente excepcionalmente en Suiza. Pero está claro que el siglo XVI es un tiempo monárquico.
– Bueno, usted también está especializado en la I República, la gran olvidada, que por lo menos no cambió de bandera y utilizó la rojigualda.
– La I República de 1873-74 hay que comprenderla en el proceso del constitucionalismo español decimonónico. Agotada la monarquía con la abdicación del rey electo Amadeo I, las Cortes proclamaron  la República Española. Es verdad que los republicanos federalistas contribuyeron al fracaso de nuestro primer y breve régimen republicano, creando un auténtico caos territorial degenerado en republiquetas municipales, en una nación que no es de estructura federal, sino de carácter unitario, propia de un solo pueblo soberano, y nunca un compuesto de naciones. Eso sí, a los dirigentes republicanos nunca se les ocurrió cambiar la bandera nacional, la rojo-gualda, asumida ya como símbolo de la nación, que lo era desde 1785, siendo enarbolada por los patriotas que lucharon contra el ejército invasor napoleónico. La bandera propiamente monárquico-borbónica es de color blanco y no la rojo-gualda, que es la bandera de la Nación Española. Y no lo olvidemos, en nuestro tiempo un verdadero patriota es siempre republicano, antepone siempre la nación sobre una dinastía real, que en nuestro caso es, además, de origen foráneo.
-El golpe de Estado de Sagunto se da contra una República nacional y unitaria.¿Por qué?
– El 29 de diciembre de 1874 se produjo el pronunciamiento del General Martínez Campos dirigido a restaurar la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII. El golpe de Estado se dirigió contra el gobierno del General Serrano que estaba consolidando una república unitaria tras la expulsión del gobierno de los federalistas, y en el mismo momento en que el General MacMahon estabilizaba III República francesa con un gobierno conservador. El temor a que Serrano consolidara también el gobierno republicano en España impulsó el golpe de los generales monárquicos, del que se aprovecharía Cánovas del Castillo, el arquitecto de la Restauración borbónica.

– ¿Son precedentes de la República Constitucional?

– El proceso histórico-constitucional español es complejo desde que se iniciara en 1810 al reunirse en Cádiz las primeras Cortes Españolas. Lo que está claro es que una mayoría de españoles queremos un régimen constitucional de libertades, el propio de un pueblo de hombres y mujeres libres. Los cambios constitucionales producidos durante los últimos dos siglos denotan una inestabilidad política en busca de la consolidación del mejor Estado constitucional, y que es la República Constitucional.

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– España tiene un cáncer tremendo, que son las autonomías. En la situación actual, ¿se pueden mantener?

No tal y como está ahora diseñado el Estado de las Autonomías. Nunca fue interés de la gran mayoría de los autores de la Constitución de 1978 que se crearan en el seno de la Nación Española una serie de microestados o estadículos con aspiraciones soberanas, eso es un disparate confederal. España es una nación soberana constituida en Estado unitario descentralizado, lo que incluye autonomía para sus comunidades locales  y regionales. España no se constituye en Estado federal-compuesto, esa no es su identidad político-territorial. Las comunidades regionales existentes deben ser reencauzadas constitucionalmente, teniendo cada una de ellas una Diputación General formada por una Asamblea y una Junta de Gobierno para el ejercicio de una serie de competencias perfectamente delimitadas en la norma constitucional. Pero autonomía no es soberanía de ningún modo, la soberanía la ejerce el pueblo español como entidad infraccionable. El Estado-nación se reserva la materias principales: asuntos exteriores, defensa, seguridad, justicia, educación.
Ramón Peralta. /Foto: YouTube.com.

– ¿Hay demasiados políticos?

-Sí, eso es evidente para la inmensa mayoría de los ciudadanos. El Senado es suprimible y puede reducirse el número de diputados a unos 250, tantos como distritos uninominales. Y, desde luego, reducir a la mitad el número de diputados en las asambleas regionales, pero también reducir el aparato enorme de asesores en los órganos ejecutivos y reducir a la mitad el número de ministerios que ahora llega a 22!

– Explíquenos qué es el Estado de partidos y cómo funciona la cúpulocracia.

– El Estado de partidos es el propio de los «partidos estatales», partidos políticos que se financian casi en su totalidad con dinero público, de todos los españoles. Por ello son partidos «estatales» no «societarios», se imbrican en el Estado dependiendo de él y no de sus afiliados, de sus miembros. Estos partidos están dirigidos por por una reducida cúpula de políticos profesionales (el jefe y sus acólitos) que gestionan la gran cantidad de dinero público que reciben según su número de votos. El jefe decide la composición de las listas electorales colocando en la parte alta de la misma (los únicos que tienen posibilidades de ser elegidos) a sus más afines y obedientes allegados al margen de sus capacidades. Son las consecuencias de un sistema electoral de tipo proporcional de listas cerradas y bloqueadas. La cúpula del partido, en el que apenas hay democracia interna, al redactar esas listas se asegura disponer de unos diputados dóciles, serviles, que deben su escaño a esa cúpula, a su jefe, mucho más que a sus electores de distrito a los que ignora, electores que apenas conocen a quienes votan, diputados así elegidos que no tienen ninguna responsabilidad objetiva hacia sus electores. En el Congreso, con que se reunieran los jefes de los principales partidos bastaría para tomar las decisiones parlamentarias. El resto de diputados más que representantes de ciudadanos son suplantadores de los mismos que abuchean o aplauden por turnos según el que hable desde la tribuna. Y si a alguno vota algo distinto de lo que le marca el portavoz del grupo parlamentario de su partido, entonces le multan y se arriesga a que no le incluye en la lista para las siguientes elecciones.

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– Al votarse en circunscripción nacional, el presidente de la República-presidente del Gobierno, ¿cómo quedarían los separatismos? ¿Es barata?

– Un Jefe de Estado y de Gobierno elegido directamente por los ciudadanos españoles por mayoría absoluta en circunscripción nacional única adquiere una legitimidad democrática incuestionable como jefe del poder ejecutivo, habiendo sido votado directamente en todas las regiones. No como ahora, en el parlamentarismo partidocrático en el que el Presidente del Gobierno es elegido por los diputados del Congreso, habitualmente después de negociaciones secretas con partidos minoritarios, incluso separatistas, a cambio de ser favorecidos, de ceder a las condiciones de las minorías. Esto es una burla a la soberanía popular, a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. Fijémonos en el actual Presidente, investido después de mendigar los votos de los diputados comunistas, de los separatistas catalanes y de los separatistas euskos, todos ellos minorías antinacionales, hostiles a la unidad de la nación.

La República Constitucional es más barata en este sentido, pues evidentemente se suprimiría la actual jefatura de Estado monárquica con todo el gasto que supone mantener la «Casa Real», totalmente innecesaria. Y el Jefe de Estado es también Presidente del Gobierno, un único jefe del poder ejecutivo elegido directamente por los ciudadanos, sin chanchullos entre diputados y sin ceder ante minorías separatistas.