Fran Bo.
Recientemente afirmó Santiago Abascal en el Congreso de los diputados: «Yo sí me voy a mantener leal a mi juramento a España, a la Constitución, a la Monarquía Parlamentaria y a las Libertades Fundamentales que desde el gobierno se pretenden pisotear«, porque la constitución les permite pisotearlas, añadiría yo. Quede claro que c on este artículo no pretendo criticar a la persona, sino analizar sus palabras. Absténganse de pensar que el autor de este artículo apoya a uno u otro partido, simplemente se interesa por la política, por lo político y por España.
Empecemos por la lealtad a España. Santiago Abascal y yo estamos de acuerdo en que España es una unidad histórica, cultural y política. Pero no hemos de confundir la Nación con el Estado. Dentro del Estado se encuentran las instituciones y gobiernos central y autonómicos, las empresas y servicios públicos, los funcionarios, la sociedad militar y los partidos políticos; estos últimos integran lo que se conoce como sociedad política estatal, que forma una clase política privilegiada dentro del Estado. De hecho, la propia Constitución Española es el resultado de la voluntad de dicha sociedad política estatal, esto lo trataremos más adelante.
Hablemos en términos de virus. Si VOX se nos presenta como un partido honrado, más le valdría aislarse, porque la honradez tiene poco recorrido en la cueva de ladrones que es la sociedad política estatal de los partidos pagados por el Estado. Que se lo digan a UPyD y a Ciudadanos, ambos colapsaron porque no sabían el terreno que pisaban, creían que jugaban a la democracia, pero en realidad lo hacían a la partidocracia, al Estado de partidos, juego muy diferente. Si no conoces el juego, ¿cómo vas a plantear buenas jugadas?
Pero ocupémonos ahora del otro subconjunto que forma la Nación Española: la sociedad civil. La sociedad civil es aquella que no es sociedad estatal, ni sociedad religiosa, ni sociedad militar. Los autónomos, los empresarios, los trabajadores por cuenta ajena, etc. La Sociedad Civil habría de ser la gran beneficiada de la lealtad a España, porque el Estado debería defender su territorio nacional, velar por sus intereses frente a países extranjeros y asegurar la estabilidad económica y el orden político y social. Sin embargo, la sociedad política Estatal descuida las fronteras nacionales, vende nuestra soberanía a potencias extranjeras mientras se mezcla con regímenes políticos deleznables, promueve la división de las instituciones y los territorios y enfrenta a la sociedad civil, lo más grave de todo lo anterior. ¿Cómo es posible que algo tan evidente no sea visto por personas honestas?
Ahora afrontemos la lealtad a la Constitución española. ¿Cómo se puede ser leal a una constitución que no responde a la voluntad del sujeto constituyente, la Nación, sino de una clase política Estatal de los partidos? ¿Acaso no fue esta una constitución redactada en secreto y pactada por partidos estatales franquistas, socialistas, comunistas y separatistas previa aparente renuncia a sus ideologías a cambio de repartirse el poder? ¿Qué podía salir bien con un texto que en aras del consenso incluyó el término «nacionalidades» aludiendo a la falacia de la existencia de varias naciones nada menos que en su artículo 2 del Título Preliminar? ¿Cómo se puede ser leal a una constitución que no separa los poderes ejecutivo y legislativo, ni garantiza la independencia judicial? ¿Cómo se puede ser leal a una constitución que nos impone un sistema electoral proporcional de listas de partido que impide la representación del elector? ¿Cómo se puede ser leal a una constitución que en lugar de proteger a las minorías de la mayoría hace que las minorías sometan a la mayoría?
Precisamente el Estado de partidos y su Constitución son los que nos han llevado hasta donde estamos. Es la Constitución española de 1978 la que otorga ese poder incontrolable a Sánchez, a Iglesias, al separatismo con el que amenazan nuestros derechos y libertades otorgadas, jamás conquistadas. Es esta Constitución la que divide España en insostenibles autonomías, nidos de corrupción y de traición a la nación. Son esta Constitución y su sistema electoral el talón de Aquiles del régimen de poder que nos enfrenta, nos arruina y nos mata con su negligencia e incompetencia. No se puede ser a la vez leal a la Constitución de 1978 y a la nación española, porque una lealtad conlleva la otra deslealtad. Sr. Abascal, sea leal a España, a la Nación que se ahoga por culpa de este Estado de partidos y de su Constitución, mordaza de la libertad política.
Regresen a la Nación, vuelvan a la sociedad civil por el bien de España. Nada se les ha perdido en el Estado de partidos, un régimen de trileros con unas reglas de juego tramposas. Cambiemos el sistema electoral para que los españoles podamos elegir representantes de distrito como en Francia, EEUU o Reino Unido. Conquistemos la libertad política que fundamente un sistema verdaderamente democrático y garantice a los españoles la posibilidad de controlar al poder y defenderse de sus abusos. Es cuestión de vida o muerte.