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Don Antonio García Trevijano en lecciones (3): República Constitucional, el nudo gordiano roto

Redacción




Enrique de Diego.

Cuando le presentaron a Alejandro Magno el enmarañado nudo gordiano y le dijeron que quien lo desatara dominaría Asia, Alejandro no se lo pensó dos veces y de un tajo de su espada lo cortó en dos pedazos, resolviendo así el enigma. Igual que Alejandro Magno, don Antonio García Trevijano, con la misma elegancia y contundencia a este enmarañado sistema, que parece una democracia, pero no lo es, le da un tajo limpio: la República Constitucional. Vas a empezar a pensar, vas a tener una rabia creativa, vas a ser un ciudadano y no un oveja, y se lo debes a él, que no cedió, que no pasteleó, que arrastró el más cruel y tenaz ostracismo. Déjame que me emocione, antes de volver a la lucha, pues va a ser épica, hasta conseguirlo, que de seguro que se obtendrá, con tú concurso y ayuda.

Bueno, vamos allá. No hay que ser ni de derechas ni de izquierdas, sólo aspirar a conquistar tu libertad. No se trata de reivindicar la legitimidad o no de la II República, ni de ninguna república bananera o bolchevique. Se trata de separar los poderes, el legislativo, por un lado, legislando y controlando, y el ejecutivo, por otro. No vale que si te imaginas a Pedro Sánchez de presidente de la República, o a Mariano Rajoy, o a José Luis Rodríguez Zapatero porque esos tuercebotas no tiene ningún sentido, no sirven ni para limpiar alfombras, en el modelo político de la República Constitucional.

Por tanto, vamos a elegir un Presidente de la República por el pueblo y para el pueblo, para todo el pueblo, en circunscripción nacional, en una única circunscripción. No lo eligen los parlamentarios, pues esa guarrada elimina, de partida, de principio, la fundamental separación de poderes; el Presidente le deberá el puesto a toda la soberanía nacional, no dependerá de los territorios, adiós a los separatismos, adiós a presentarse sólo por tres o cuatro circunscripciones, o por una sola, se acabó, de un golpe, la fragmentación y los reinos de taifas, adiós a ese engendro de las autonomías.

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Ya tenemos el ejecutivo. «En el caso límite -escribe don Antonio- de que la Cámara de Representantes, no puede frenar o impedir el abuso de poder del Gobierno, sin necesidad de más explicaciones a los representados, la mayoría absoluta de la representación nacional puede acordar la destitución del jefe del Estado y presidente del Gobierno, a condición de que la misma ley que lo disponga incluya la disolución de la cámara y la convocatoria de nuevas elecciones legislativas y presidenciales. En el caso contrario, si el poder ejecutivo considera bloqueada sistemáticamente su iniciativa legislativa, sin necesidad de más explicaciones a los gobernados, puede decretar la disolución de la cámara, a condición de que el decreto que lo disponga acuerde a la vez la dimisión del jefe del Estado-Presidente y de su gobierno, convocando nuevas elecciones presidenciales y legislativas». Así, en el temor recíproco a la libre revocación del uno por el otro se aseguraría el permanente equilibrio.

Sencillo y simple, como deshilachar el nudo gordiano. Veamos un momento la monarquía corrupta, imaginemos al monarca yendo a ver al sultán de Bahrein para recoger un maletín de 1,7 millones de euros y llevarlo a Suiza. ¡Qué poca vergüenza! O regalándole a su amante 6 millones de euros , y teniendo como beneficiario a su hijo y heredero, que renuncia a la herencia, como si no supiera nada. Asco.

Dicen los monárquicos que la monarquía es barata y no tiene aristocracia. No saben lo que dicen, mienten. Seamos serios. Todos nuestros desastres tienen su fundamento en la monarquía, su principio y su fin. Por de pronto, es la coartada y el sostén de esta clase política elefantisiaca que nos oprime y nos expolia. Todo se hizo con la contrapartida de no cuestionar a la monarquía. Las autonomías, para que hubiera puestos para todos, con la corte de asesores, jefes de prensa, jefes de protocolo, etc. A imagen y semejanza de la monarquía. Esa clase política es la nueva aristocracia. Los que han hecho de la política su profesión, su modus vivendi, y que tramiten o colocan a familiares y amigos, como miles de familias reales. Con la familia Borbón en el vértice, en la cúpula, como una cúpulocracia de mamones y chupasangres. ¿Es o no es cara la monarquía? ¡Nos sale por un ojo de la cara!

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Y no sirve para nada, salvo para destruir España. Todo lo legitima, en todo cede, y cada cesión del Gobierno le sirve de coartada el monarca, que firma todo lo que ponen por delante, sin conciencia, y con unas amplias tragaderas. Porque no tiene legitimidad moral, porque no lo vota nadie.

Sólo un Presidente de una República Constitucional, votado por toda la nación, tiene la legitimidad y la autoridad moral para enfrentarse al separatismo. Ya está el nudo gordiano cortado, ya somos libres e iguales ante la Ley. Bienvenidos todos a la libertad. ¿Merece la pena luchar? Adelante, valientes.