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Carta abierta a Ana Pardo de Vera, ni mientes a nuestras abuelas y a nuestras madres, beata gongorina

Redacción




Enrique de Diego.

Has participado, Ana Pardo de Vera, en la mesa redonda “Macho Media: rompiendo el techo de cristal”, en las I Jornadas Feministas de Zaragoza, un aquelarre de degeneradas. Siempre me ha asombrado el alto grado de estupidez que has conseguido alcanzar. En tu propio medio, Público, reseñas tus afirmaciones gongorinas, resumen del libro de Petete de la corrección política: «Un periodismo no es honesto si no es feminista, si no incluye la perspectiva de género como algo transversal a todos los contenidos del periódico y la construcción de la redacción”. Jerigonza progre y feminista que, en el fondo, no dice nada y oculta todo, como pronto veremos. Si se pone este galimatías en un examen de comentario de texto habría bostezos y algún infarto de ansiedad. Y, sin embargo, has resumido bien, cultalatiniparda, la ideología más funesta que ha salido en el devenir humano de las zonas más sombrías del averno: el feminismo, el peor peligro para la civilización y la continuidad de la especie.

Lo de la “perspectiva de género” y lo de “transversal a todos los contenidos” no son más que chorradas de la inquisición laica, nada tiene que ver con el periodismo, cuyo centro está en los hechos, no en el relativismo de género. Eres un descrédito monumental para el periodismo y para esa escombrera de Público.

¿De qué estás hablando? De poder y de dinero.  «Solo el 15% de los puestos directivos está ocupado por mujeres, y eso es una injusticia» que «atenta contra los derechos humanos». Lo que atenta contra los derechos humanos, contra la inteligencia y contra el periodismo es que tú seas directora de un medio, mediocre marisabidilla. Lo que estás buscando es moverle la silla al traidor de Jaume Roures o que te ascienda un poco más: “el poder real de los grandes grupos de comunicación está en los consejos de administración, y ahí solo hay hombres”. Y el poder real en el Banco de Santander y lo tiene Ana Patricia Botín y eso es un agravio para los hombres y para todas las mujeres menos ella. El feminismo se ha convertido en el último reducto para las estúpidas, las ignorantes, las manipuladoras y las aspirantes a vivir del cuento y del género. ¡Basta ya de ideología de género! ¡Qué bien ha hecho la Hungría de Viktor Orbán prohibiéndola en las aulas universitarias!

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Pero lo que me lleva a escribirte, Ana Pardo de Vera, frustradita non nata presidenta de RTVE, es lo que has tenido la osadía de espetar como hedionda conclusión: «Tenemos que completar lo que iniciaron nuestras madres y nuestras abuelas, y tenemos que completarlo yendo a por el todo«. No mientes a nuestras abuelas y a nuestras madres. ¿Cómo te atreves, obscena manipuladora? Ellas –y por eso son precisamente abuelas y madres- nunca renunciaron a la maternidad como ha renunciado el satánico feminismo actual, totalitariamente lésbico y que solo tolera al hombre homosexual; una apuesta por la extinción.

Niños, en peligro de extinción. /Foto: parquesalegres.org.

Esa diversidad que ensalzáis con babeo bobalicón se para ante el varón heterosexual. En el paisaje de esa falsa diversidad hay una carencia terrible: faltan niños. No hay niños. No los hay autóctonos. El feminismo es estéril y genocida. En el feminismo actual no hay madres ni abuelas, sólo hay lesbianas y triunfadoras que han renunciado a su profunda instinto maternal. La tasa de natalidad por mujer en 2017 fue del 1,34, cuando la precisa para mantener la población es del 2,1. Nuestras abuelas y nuestras madres nunca quisieron extinguirse. Eran mujeres heroicas que incluso en las penalidades de 1936 a 1939 tuvieron más hijos que los que nacen ahora. Con la proyección de esta tendencia, ¡en 2100 habrá menos de la mitad de los españoles de 2010! Y al final del milenio, que en la historia es un suspiro, apenas quedarán unas docenas, lo cual será el gran éxito de las feministas, que ya no existirán.

En el reciente acto de España Ciudadana en Alsasua, los estalinistas contramanifestantes exhibían a la entrada una pancarta con el extraño lema: “Os ahogaréis en la sangre de nuestros abortos”. Tras la exultante apariencia de insensatez y surrealismo se esconde una máxima que resume toda la inmundicia del feminismo, una ideología de sangre y muerte en la que se está ahogando la civilización, con altas dosis de idiocia gongorina en el brebaje, que tú resumes como una vestal veterana. ¡Cuánta abyecta inmundicia, Ana Pardo de Vera, tras la delgada capa moralizante!

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Pero ha dicho la AIRef que no hay que preocuparse que de aquí a 2030 se asentarán en España entre 7 y 10 millones de inmigrantes, a los que tú adoras, aunque ellos, mayoritariamente musulmanes, tienen sobre ti, piltrafilla, una visión muy negativa y muy dispuesta al látigo y la pedrada. Se trata de un proceso en toda regla de sustitución de la población; un proceso terrible lleno de pésimos presagios, horrendos augurios y sombrías realidades, como los 14 “mena” (menores no acompañados), con sarna, que han abusado sexualmente de una chica en Santa Coloma de Gramanet, después de apuñalar a su novio; noticia que tú, Ana, has tenido la indecencia de ocultar. Al tiempo, por cierto, la UGT, prevé la pérdida de entre 2 millones y 6 millones de puestos de trabajo por la automatización de aquí a 2030, así que para qué tanto inmigrante.

Nunca nadie como el feminismo había propugnado, en su afán tiránico de conquista del poder, la extinción de los humanos, empezando por la raza blanca. El feminismo no promueve la diversidad sino la aniquilación. Es, por tanto, más genocida que el estalinismo y el nazismo juntos. Promover lo que promueve es el aborto y, en efecto, en la sangre de los abortos feministas nos estamos ahogando, nos estamos quedando sin linaje, sin progrenie y sin sonrisas, porque el mundo que está edificando el feminismo, al margen de su fraseología barata en la que tú eres un loro bien amaestrado, es pura basura, destrucción de la familia, diabolización del amor, criminalización del esfuerzo común y el sacrificio; odio, estricto odio, un infinito odio a todo lo que amaron y propugnaron nuestras abuelas y nuestras madres que por eso, precisamente, alcanzaron la inmensa dignidad de ser abuelas y ser madres.

Corrompida la mujer, corrompida la sociedad y en eso está el feminismo y en eso te afanas, beata gongorina. Hay mujeres con coraje e inteligencia que se enfrentan a esta locura genocida, pero han de ser más, muchas más, en una regeneración moral necesaria para la supervivencia. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin resortes morales, en medio del chapoteo en los fétidos hedores del feminismo, que ha declarado como objetivo que las mujeres no sean abuelas ni madres, sean simplemente anas pardo de vera. ¡Terrible ridículo!