Editorial.
El 8 M es ya el día de la infamia en España. Es citar la patente responsabilidad en la propagación del COVID-19 para que las adeptas a la nueva religión de es que denominan feminismo, y que una mutación vírica, echen espumarajos como gentes poseídas. Nada ofende más que la verdad y la infamia de ese día es una verdad evidente, hasta el punto de que las manifestaciones marcan un antes y un después en esta guerra biológica. El hombre y la mujer pierden la razón cuando se alejan de Dios y el feminismo se ha alejado de Dios, propiciando una guerra de sexos, cruel e inmisericorde, atacando a la maternidad con furor lésbico, propiciando el sacrificio de seres humanos en el vientre de sus madres en cifras multitudinarias, como homenaje a Satanás, produciendo víctimas sin cuento en aras a sus leyes injustas, rompiendo los matrimonios que han sido los que han sacado adelante la civilización. Se han inventado el heteropatriarcado, que nunca existió, remedo en este marxismo de detritus del capitalismo. La historia de la Humanidad es la de la cooperación de hombres y mujeres, en relación amorosa, formando familias y sacando adelante a la prole, que el feminismo aduce falsos motivos de propiedad jacia el Estado. El Gobierno, bajo esa pulsión herética, bajo el temor reverencial a sus vestales, fue incapaz de frenar la locura de las manifestaciones del 8 M, como fue incapaz de frenar las fronteras (Rambla Libre lo pidió el 2 de febrero), y todos hemos pagado en muertes, como vamos a pagar en sangre, sudor, lágrimas, miseria y hambre la histeria de eso que denominan feminismo, y que no lo es, es mera suplantación. Ese feminismo suplantador no sólo promueve el lesbianismo, sino que muestra especial inquina contra el cristianismo, contra sus venerables capillas, contra la Virgen María, es blasfemo. Ofendiendo a Dios, ha terminado por ser inhumano y diabólico, y el diablo siempre, ofreciéndote el poder, te miente y luego te mata. Es el caso. El 8 M es el día de la infamia en España para la historia.