Editorial.
La oposición, el PP y Vox, porque Ciudadanos prácticamente no existe y además Inés Arrimadas se ha entregado plenamente a Pedro Sánchez, y es una política zombie, sin un aliento de vida política, cometieron un error al negarse como tal oposición y en nombre de la unidad de acción incapacitarse para la crítica. A día de hoy, España vive en una especie de dictadura, en el que la oposición está ausente, voluntariamente. Cierto que la oposición tiene mala conciencia. Cuestiones como los 1,88 millones robados de los 7 hospitales en los que faltan 608 camas y los hospitales que no se han abierto. Eso por lo que respecta al PP, con los recortes en Sanidad. En cuanto a Vox tiene la irresponsabilidad del acto de Vista Alegre con Javier Ortega Smith infectando a un número considerable de gente.
Pero esas cuestiones deben ser descontadas y debe encararse el rechazo a la prolongación del confinamiento, que es una mala praxis para combatir la pandemia. Un Gobierno que no tuvo la prudencia de cerrar las fronteras -porque las tiene abiertas, sin ninguna cuarentena- y que tuvo la gravísima irresponsabilidad de alentar la asistencia al aquelarre feminista del 8 M, junto a la improvisación -han faltado los test de diagnóstico rápido-, ha tenido la irreflexiva tentación de plantear la estrategia más dura y más equivocada. El confinamiento no está funcionado en absoluto. En Taiwan, Japón y Corea del Sur se ha ganado la batalla con métodos democráticos mejorando la rapidez del diagnóstico y optando por la transparencia en la información.
Pablo Casado y Santiago Abascal están obligados a que exista el control de la oposición. A que se analice con prudencia los resultados, a que se mantenga prohibiciones de reuniones masivas, pero que vuelva la vida normal a las calles de España, que se intente recuperar la actividad económica, antes de que sea irreversible el desastre. No tiene sentido que la población sea mantenida en arresto domiciliario. La gente necesita salir al sol y pisar la tierra. No ser mantenidos como monos en sus jaulas, bajo la consigna mil veces repetida por los payasos de la tele del me quedo en casa.
No hacemos ningún llamamiento a la desobediencia civil, sino a la cordura colectiva. No se han hecho diagnósticos, se mantiene a la gente en sus casas, hasta que es demasiado tarde. No se puede mantener la histeria de un Gobierno que ha actuado con negligencia y que encadena error tras error. La oposición tiene en esta hora difícil su responsabilidad y tiene que asumirla. Hay que levantar el confinamiento. Por sentido democrático, en nombre de la ciencia.
El PP no lo hará. Sus presidentes autonómicos han pedido medidas «más contundentes». Pablo Casado no es un hombre de Estado, es un pusilánime, un cobarde y un acomplejado.