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«Homilías», de Santiago Cantera Montenegro, O.S.B.: Solidez doctrinal con inteligencia preclara

Redacción




Enrique de Diego.

Toda España ha sido testigo de su fortaleza. Su vocación es llevar una vida sencilla y oculta, pero el Prior del Valle de los Caídos ha tenido que enfrentarse a los poderes del Estado y a la paranoia de los partidos de izquierdas; solo, frente a la tibieza de la Conferencia Episcopal y el Vaticano. Toda España le ha visto al Padre Cantera con su cuerpo menudo y su semblante de intelectual -historiador de prestigio, medievalista de referencia, profesor universitario del CEU antes de fraile- enfrentarse a todos los poderes de este mundo corrompido, a pecho descubierto, el único perseguido, porque ha dado la cara por el Valle y lo que significa de reconciliación cristiana y de amor a la Cruz.

Ahora nos entrega en este libro magníficamente editado de Editorial San Román una joya, sus «Homilías», un libro que no defrauda en ninguna de sus páginas, y que se puede y se debe leer de un tirón y tenerlo como libro de cabecera para seguir el año litúrgico, saboreándolo en pequeñas piezas maestras.

¿Qué se encuentra el lector? En estos tiempos de relativismo, claridad y firmeza en la fe que se puede cortar, fortaleza sin concesiones, pleno amor a Cristo, en quien se cumplen las profecías del Antiguo Testamento, profusamente citado, se extraen profundas lecciones del Nuevo, con conocimientos intensos de la Patrística y de los Santos, y a su Madre, la Virgen María, anclajes intensos, y como un regalo adicional un enamoramiento a la propia vocación monacal, con pasión por San Benito, y a la Escolanía, de donde se extraen interesantes reflexiones pedagógicas que harán mucho bien a los padres.

No faltan apuntes y como aguijones al mundo moderno, como cuando zahiere nuestras conciencias con «este ejemplo de humildad de nuestro Redentor con nuestros anhelos de destacar, de brillar, de adquirir fama y honores y de ascender tantas veces al precio que sea». O la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte: «¡Cuánto contrasta el Niño Jesús, signo de amor a la vida, con los ataques herodianos de nuestro tiempo contra la vida humana más indefensa: el aborto, la manipulación genética y la congelación y destrucción de embriones, la eutanasia sobre los enfermos considerados improductivos, la explotación de los niños como esclavos o como soldados en guerras tribales, toda explotación del ser humano de tantas maneras!».

«Por eso resulta absurdo eliminar los belenes de las plazas y cambiar el nombre de estas fiestas por el de solsticio de invierno, propio de un vetusto paganismo. Al menos, se debe tener el valor de reconocer que la Navidad y el cristianismo forman parte esencial de nuestra cultura europea y de nuestra civilización occidental». Y en la misma línea de rechazo del paganismo o de los ídolos, cuando afirma que «absurdo sustituir a Jesucristo por un líder político, por una ideología, por el dinero o por cosas vanas que mañana ya no tienen ningún valor, ni siquiera material», y que le lleva exclamar con pleno convencimiento: «¡qué bellos son los dogmas de nuestra fe, qué hermosa es nuestra fe!». Porque «esa sociedad neopagana, apóstata, carece de alegría y de esperanza, porque sin Cristo falta la luz que alumbra a los pueblos y les da vida y calor».

Me ha gustado especialmente el cariño a los cristianos de Oriente Medio, cuya persecución y martirio es habitualmente silenciado: «asistiendo casi a diario a la destrucción de sus iglesias y de sus casas y negocios, al asesinato de muchos de ellos (con frecuencia en una muerte martirial por una bomba en una iglesia), a la marginación y a la expulsión de sus lugares de residencia».

Un cristianismo que hunde sus raíces en el «don inmenso de la filiación divina» y que rechaza cualquier secularismo: «parece que algunos creen que las iglesias y los seminarios se van a llenar a través de una propuesta ecologista, pacifista y de sincretismo con otras religiones. Pero eso jamás llenarás las iglesias y los seminarios; bien al contrario, se vaciarán, como ya se han vaciado con proyectos más o menos semejantes. Las iglesias y los seminarios se llenan cuando los jóvenes se les hace una propuesta de vida de santidad, de búsqueda de Dios, de seguimiento e imitación de Cristo, de visión sobrenatural de las cosas, de vida interior, de celo por la salvación de las almas y por la difusión del Evangelio a todos los pueblos. ¡No necesitamos del lenguaje mundano para llenar las iglesias y los seminarios, sino hablar de Dios! El hombre, aunque no sea consciente de primeras, tiene sed de lo absoluto, tiene sed de Dios».

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También sobre la mujer: «¡cómo recuperaríamos el sentido natural y sobrenatural casi perdido del pudor y nos alejaríamos de las modas que hoy desnudan casi por completo a la mujer y la convierten en mero objeto!». Hoy «palabras como penitencia y ayuno asustan a nuestra sociedad blandita, que solo quiere escuchar palabras agradables. Ese estilo blandito ha penetrado y arraigado también entre nosotros. La penitencia no se hace por masoquismo, sino con miras a la obtención de un gran fin: la conversión interior del corazón y el retorno del pecador al cobijo misericordioso de Dios».

La doctrina de siempre atacada desde muchos flancos, todos ellos estériles: «Es sorprendente observar cómo las ideologías de la Modernidad y que pesar sobre nuestra mentalidad, que han querido desterrar a Dios y poner al hombre en el centro de todo, han acabado llevando al más absoluto desprecio de la condición humana. En el fondo subyace un origen diabólico, pues se quiere enfrentar al hombre con Dios y se termina destruyendo al hombre». También la democracia tiene límites, la Ley de Dios y la ley natural: «Una ley no es necesariamente justa por el hecho de estar aprobada por una asamblea parlamentaria. Las leyes, cuando se refieren a temas esenciales y que tocan a principios fundamentales como es la vida humana, no se pueden sustentar en una supuesta demanda social ni en una variable voluntad general, sino que deben atenerse a un recto orden objetivo y superior en el que se inscribe la naturaleza humana». De ahí, que «la ideología contemporánea más relativista es el liberalismo». De ahí que nos encontremos en «tiempos de apostasía generalizada» pero «ese resto de Israel, de cristianos fieles, puede tener gran fuerza con el arma de la oración y con la pobreza de espíritu».

Santiago Cantera, ante la Cruz del Valle de los Caídos.

Porque «a medida que avanza la historia, satanás sabe que el tiempo en el que puede actuar camina hacia su término: por eso es mayor y creciente su rabia». No hay que ocultar la realidad del Infierno. Y es preciso acudir a los Sacramentos y especialmente a la Eucaristía, pero no de cualquiera manera: «No se puede comulgar teniendo pecado mortal, porque se comete un sacrilegio, y hay que acudir a la Confesión, «pero la manera normal de administrar el sacramento es la confesión personal de los pecados seguida de la absolución individual, incluso en celebraciones comuitarias», las que se han dado en muchas parroquias «y aún se dan han sido inválidas».

También hay espacio para el patriotismo: «se ha difundido con frecuencia en España, incluso entre los jóvenes de muchas parroquias y grupos cristianos, una tendencia de sentido apátrida, nacida del pacifismo de los años 60, que ha considerado el patriotismo y el mismo concepto de Patria como algo procedente de ciertas corrientes políticas y ajeno al cristianismo. Se ha infundido así muchas veces en estos jóvenes una tendencia, muy acorde habitualmente con el guitarreo y la pandereta, que les hace ser inestables, blandos ante la vida y carentes de principios firmes, sobre todo en los momentos de adversidad. Pero el considerarse apátrida, sencillamente, es como la actitud del hijo que reniega de sus padres aun habiendo recibido todo de ellos». No conviene confundir el patriotismo con el nacionalismo, «una ideología nacida de los errores de la Ilustración, de la Revolución Francesa y del liberalismo y el romanticismo decimonónicos. Y al beber especialmente del idealismo filosófico alemán del siglo XIX, el nacionalismo hace de la nación un ente absoluto, con el cual debe identificarse un Estado, y que llega a adquirir propiamente carácter divino. El nacionalismo es una idolatría, ya que diviniza ilegítimamente una nación».

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«La Patria está configurada por una tradición, que le confiere la proyección hacia una empresa común. Y esa tradición, en el caso de España, no es otra que la Tradición católica», de modo que «España no puede comprenderse sin la fe católica», que parte del III Concilio de Toledo, por eso «arrancar la fe católica del alma de España y de los españoles, como hoy se hace, solo podrá conducir a una España desmembrada de taifas y cantones», porque «la Historia de España ha estado siempre vinculada a la fe católica desde los albores del cristianismo. Por eso, negar u olvidar la Tradición cristiana de España es negar la esencia misma de España, pues los principales acontecimientos de su Historia han estado marcados por la fe y muchos de ellos incluso por la propia figura de Santiago».

La Liturgia, cuidada amorosamente, porque es Cristo quien está en la Eucaristía, y ahí ocupa un papel estelar el canto gregoriano: «es un canto esencialmente de la Palabra de Dios, elaborado casi todo él a partir de los textos de la Sagrada Escritura y construido de tal modo que se realza la fuerza de cada palabra, porque es Palabra de Dios, en el acento de la misma». Por eso no puede ser sustituido «por nuevas composiciones extremadamente sentimentalistas y de escasa calidad tanto musical como de contenido espiritual». Realzando específicamente a Tomás de Vitoria «quien en la música española del siglo XVI supone el equivalente a la literatura mística de Santa Teresa y San Juan de la Cruz». Magníficas las referencias a la Escolanía, que cumplen la misión de los ángeles cantando a Dios, y que tienen el privilegio de asistir a Misa todos los días y Confesar una vez por semana; ejemplo para los centros católicos. Maravilloso la pedagogía que hace del monacato, de la que hay abundantes vocaciones en el Valle de los Caídos.

Y ¿del Valle qué? Sentido cristiano ante la persecución. «Para quienes no vivimos de odio porque el odio está ausente en nuestro interior, nos resulta muy difícil describir como es». «Evitemos el odio que pueda surgir en nuestro corazón hacia quienes persiguen la fe. Oremos por ellos y que el amor de Cristo venza el muro del odio. Pero, sin dejar de amarles, sepamos también mostrar nuestra firmeza, porque el Señor está con nosotros y tenemos que defender su heredad, de la que forman parte las iglesias y los lugares de culto». Es «preferible una Iglesia mártir que una Iglesia connivente con el mal por temor a perder un bienestar temporal. A medio y largo plazo, la Iglesia que realmente pervivirá será la primera». Con el ejemplo de los mártires de la guerra, que murieron perdonando, que Nuestra Señora del Valle les proteja en las dificultades que han de venir, fortaleza para sobrellevarlas ya se las da, y ha sido un ejemplo para todos.

Que usted, querido lector, te empapes y saborees estas «Homilías» del Padre Cantera.

Homilías, Santiago Cantera Montenegro, O.S.B., Editorial San Román, Madrid, 2020, 367 páginas.

https://www.editorialsanroman.com/

Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos: “Los ataques me han acercado al misterio de la Cruz y a confiar absolutamente en la gracia de Dios”