Luis Bru.
No vamos a caer en la vieja hipocresía del senecto Luis María Anson, acosador compulsivo que está esperando una denuncia colectivo al estilo estadounidense, de poner los fotogramas más escandalosos de «La isla de las tentaciones», como él ponía en Abc a las señoras en paños menores con un aspa tachándolas por escandalosas.
«La isla de las tentaciones» ha hecho historia en Cuatro: la entrega con las hogueras finales emitida este martes logró 3,6 millones de espectadores, con lo que se ha convertido en el programa más visto en los 14 años de vida de la cadena de Mediaset. La audiencia no justifica nada. Estamos hartos de programas donde se banaliza el amor, que pierde su sentido cuando deviene en espectáculo, en pasto de comadres, presentados como fenómenos sociológicos, no somos como Cristina Fallarás, «mucha movida, mucho porno y mucha droga», que alcanza a ver en el programa un «cambio de roles», entre la mujer y el hombre.
En todas las casas de putas, o de chaperos, se cierra la puerta, Mediaset se ha especializado en abrirlas de par en par y poner los focos y las cámaras. Qué asco, qué pena. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin resortes morales.