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La pérdida de España. Tomo II: El triunfo de los mártires y de la oración

Redacción




Enrique de Diego.

El Tomo II no decepciona, Está a la altura del I. La historia puede moverse en la superficialidad de las banderías o ir a lo esencial, y lo esencial es que es el terreno donde se dirime el juego entre el bien y el mal, entre las fuerzas de las tinieblas y las de la luz. Este es uno de los pocos libros que actualmente opta por esta visión sobrenatural y eso le hace tan políticamente incorrecto y tan interesante, porque va al fondo de la realidad sin perderse en meandros o vericuetos.

Estamos en el reinado de Alfonso XIII y asistimos al “fracaso del liberalismo español”, superado en el vector revolucionario por el marxismo, socialista y comunista. La guerra civil, que es el objeto máximo de atención del libro, no se inicio en 1934, con el golpe de Estado socialista, ni el 18 de julio de 1936, “quedó encendida en las hogueras del 10 de mayo”, con la quema de conventos, impronta antirreligiosa de la II República.

Vamos a asistir al milagro de la victoria de España frente al comunismo y la masonería, la única vez que se ha producido, la razón es por qué. No adelantemos acontecimientos. Se empieza a promover el odio contra todo lo cristiano, con una impronta decididamente masónica. Los mandiles mandan en la República: de once miembros del gobierno provisional, seis eran masones. No se tiene a nadie por la quema de conventos, lo que da una idea de la impunidad, “la República llegaba con un claro proyecto de ingeniería social que vulneraba el bien común, en su más alta dimensión, violando los derechos de Dios y de las almas”, en el que Fernando de los Ríos propugna “la Iglesia esclava en el Estado libre”; luego veremos que esa salvajada quedó superada por el holocausto católico, la persecución más tenaz de la historia con voluntad de exterminio.

“Allí, en el secreto de sus tenidas, se decidían cuestiones vitales para la nación, sin que los votantes tuvieran la menor idea de lo que sucedía; eran deberes más altos. Sin esa clave es difícil explicar y entender la historia de la II República”. Como dijo Margarita Nelken, las quemas de iglesias “los hechos fueron el desahogo obligado del espíritu oprimido”.

En 1934, con sólo 55 diputados, el PSOE se lanza al golpe de Estado. Según dijo Larga Caballero, “aprovecho la ocasión de estar representados aquí los delegados de las Juventudes Socialistas (cuyo líder era Santiago Carrillo Solares, perteneciente a la Junta de la Casa del Pueblo) para decir que yo, que mantengo el criterio de que hay que apoderarse del poder político revolucionariamente, y que es tonto hacerse la ilusión de que vamos a poder adueñarnos de él de otra forma, tengo que manifestar que la revolución no se hace con gritos de Viva el socialismo y Viva el anarquismo. Se hace violentamente, luchando en la calle con el enemigo. Y este no sale dando gritos, sino que cuando lucha lo hace preparado para ello. Cuando llegue ese momento habrá que afrontar la lucha decisivamente. Yo creo que hay que organizar esas milicias. Hay que crear un ejército revolucionario que poder enfrentar con nuestros enemigos. Y es preciso organizarlo militarmente”. Del supuesto pacifismo socialista que se nos vende, baste decir que son milongas. Estas son las cosas que ley de Memoria Histórica trata de ocultar e imponer. Con especial saña, lo que ha pasado al imaginerario colectivo como la ‘revolución de Asturias” dio comienzo “al genocidio católico que no terminaría hasta 1939”.

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Fue el año de la radicalización, 1934. “Si ya de manera clara, la Unión Soviética influía directamente en la política española a partir de 1935 esa influencia era evidente y progresiva hasta alcanzar su máximo poder con el estallido de la guerra”. El 25 de julio al 20 de agosto de 1935 se reúne en Moscú el VII Congreso de la Comintern y se lanza el pacto traidor con los partidos burgueses. Para España, se decide que el poder sea para Francisco Largo Caballero, el “Lenin español”, un personaje de opereta. El 15 de enero de 1936 se anuncia el Frente Popular, y tras el demostrado pucherazo de 1936 “se dieron toda la prisa posible en controlar los resortes del poder”.

Se produjo entonces el alevoso asesinato de Joaquín Calvo Sotelo, magnicidio y crimen de Estado, que hizo inevitable la guerra según el principio del derecho de resistencia. “El Alzamiento fue cruzada porque la cuestión religiosa fue determinante” ya que lo que “se estaba consolidando en España era un sistema totalitario de la brutalidad del comunismo”.

El autor aporta numerosos testimonios del Magisterio eclesiástico y la Carta Colectiva de los obispos españoles de 1 de julio de 1937, un texto ahora ocultado, proscrito, pero que contiene verdades como templos: “estaba ordenado el exterminio del clero católico”o que “la hecatombe producida en personas y cosas por la revolución comunista fue premeditada”. El sadismo se desplegó contra todos los cristianos, curas, monas y obispos que caían en sus manos eran asesinados con brutalidad simiesca; ejemplo maravilloso dado por los mártires, don Florentino Asensio exclamando ante sus verdugos: “¡Qué noche más hermosa para mí: Voy a la casa del Señor!”, o la del beato Juan Duarte Martín, después de un atroz suplicio, diciéndoles: “¡Yo os perdono y pido a Dios que os perdone! ¡Viva Cristo Rey!”, feliz porque estaba viendo a Dios en toda su gloria. O el sacerdote de la parroquia de San Juan Bautista de Elche, don Antonio Soria Gabaldón, muerto en las tapias del cementerio ilicitano, mientras rezaba perdonándolos. ¡Qué diferencia de naturaleza la de los mártires y los verdugos!

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Ni una sola apostasía. Como dijo el poeta Paul Claudel, en su poema Aux Martyrs Espagnols”: “Soeur Espagne, sainte Espagne…tu as choisi!/ Onze évêques, seize-mille prêtres massacrés…et pas une apostasie!” Iglesias quemadas, hasta la más pequeña ermita, con tallas de singular belleza, en una orgía de barbarie. A los mártires debemos que se produjera el milagro del triunfo, único en la historia, que el comunismo fuera derrotado. El poder poderoso de la fe y la sangre vertida lo hicieron posible.

O la oración, sin duda. En 1923, meses antes de su profesión, Maravillas Pidal tiene una serie de visiones sobrenaturales, que le piden que abra un Carmelo en el Cerro de los Ángeles: “Aquí quiero que tú y esas otras almas escogidas de mi Corazón me hagáis una casa en que tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado y ese Carmelo quiero que sea el bálsamo que cure las heridas que me hacen los pecadores. España se salvará por la oración”. Y se salvó, aunque un pelotón de milicianos fusiló -¡pobreza de espíritu!- a la figura de Cristo.

¿En medio de todo esto que papel ocupa la figura de Francisco Franco? La hombre destinado por la Providencia para recuperar España; católico coherente, seguidor en la práctica de la doctrina social de la Iglesia; una historia de éxito, demolido en la sacrosanta transición, bajo los dictados de la mentira y el imperio del relativismo moral. El libro termina con la profanación de la tumba de Franco y la celebración de un rito masónico vengativo.

La pérdida de España. Tomo II: De la Segunda República a nuestros días, Alberto Bárcena, Editorial San Román, Madrid, 2020, 352 páginas