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Pedro J, el melodrama que va camino de tragedia

Redacción




Enrique de Diego.

Todo en Pedro J es previsible, demasiado previsible. No es preciso apostar sobre seguro, se ve venir que el melodrama de su matrimonio con Cruz Sánchez de Lara puede terminar en tragedia.

El problema es que Pedro J parece enamorado hasta las cachas y no ve la realidad; pero Cruz Sánchez de Lara está enamorada de sí misma, es de las personas que nunca se enamoran de nadie, su personalidad es destructiva y autodestructiva. Han sido ellos, los dos, los que han abierto las puertas de su vida y se han expuesto al juicio público. Desde su reportaje en Haarper’s Bazar, cuando nos contaron sus intimidades como dos adolescentes, han vivido su vida achicharrados por los focos.

Cruz Sánchez de Lara le está dejando, por de pronto, sin amigos y dependiendo solo de él, a una personalidad ya de por si poco dado a la amistad: Federico Jiménez Losantos, veinticinco años de colaboración periodística, Javier Gómez de Liaño, el único testigo de su boda, han roto con él sin que las heridas puedan restañar.

Tiene un pasado, demasiado pasado. Para ser feminista, Cruz Sánchez de Lara se la ha pintado muy bien para vivir de sus relaciones masculinas. Es una mantis religiosa. O eso se deduce de su historial. Vamos a fijarnos en dos de sus numerosas relaciones. Ha estado casada con Juan Carlos Iglesias Toro quien le dio un divorcio económicamente generoso y de mutuo acuerdo y que se encontró con una denuncia, años después de cesar la convivencia, por mal trato psicológico de la que salió condenado a un año. Luego le cercenó toda relación con el hijo común por temor a una nueva denuncia que, en efecto, se produjo. “Cruz se lo inventó todo”, resume su vida en común y la denuncia.

Poco queda de aquella joven universitaria cacereña, proveniente de Villanueva de la Serena, que se deslumbraba con el nivel de vida y los coches de alta gama de Juan Carlos Iglesias Toro. De ahí pasó a Madrid con Alberto Closas Jr, para proseguir su relación adúltera con el hijo del celebrado actor, porque el adulterio parece ser una constante en su vida. Según declaró en el juicio, su llegada a Madrid fue la entrada en la penuria, en las dificultades económicas. Todo debe ser puesto en sordina. Cruz es bastante mentirosa cuando de su vida se trata. Alberto Closas Jr le puso la empresa de su despacho de abogados. No la dejó en la miseria, ni la hizo pasar penurias.

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Cuando apareció Pedro J, o fue a buscarlo, porque qué pinta una señora directora jurídica de violencia de género de la socialista Federación de Mujeres Progresistas en el Consejo de Administración de El Español, un digital en principio de derechas, era previsible, demasiado previsible, que sacara tajada. En sus ambientes jurídicos comentaba ufana que ‘mi churri actual es un tío importante’ y ‘mi churri tiene posibles’. No era maledicencia que iba en busca del dinero. Sólo hubo que esperar un poco para tenerlo claro, para confirmarlo. Su primer marido, en la única declaración que se recoge en la sentencia, dice de ella que es “ambiciosa en lo económico”. ¡Y tanto!

El 27 de septiembre de 2018 se hizo con una propiedad en la Calle Francisco Silvela, 54, duplicado, esquina en Maldonado, con 144,50 metros, con una hipoteca de 544.ooo euros. Por si fuera poco, el 11 de enero de 2019, Pedro J le puso a su nombre otra propiedad en la Calle Padilla, 19, con 301,90 metros, con vestíbulo, hall, despacho, sala de estar comedor, cinco dormitorios, vestidor, cocina, lavadero, dos cuartos de baño, dos cuartos de aseo y varios armarios empotrados.

Además, Pedro J le ha puesto como apoderada de Inversiones Rosebud SL, con un capital de 6.447.180 euros. Inversiones Rosebud es una empresa de nombre cursi con la Pedro J quiere emular a Ciudadano Kane, al mismísimo Randolph Hearst. ¡Cursi, demasiado cursi, y hortera! No deja de ser un chico de provincias, de Logroño, abriéndose paso en el foro.

Ya tenemos a Cruz bien dotada y en posesión de toda la fortuna de Pedro J. Ahora que tiene acceso al poder económico, quiere la gloria, o la parte de gloria que el mundo le ha hurtado hasta el momento: quiere ser directora de El Español, para lo cual está cursando un máster, que si no le da conocimientos, le da legitimidad, sin caer en la cuenta que sería un espantoso ridículo para el calzonazos Ramírez.

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Éste ya está echando cuentas porque el dinero se va por entre los dedos y el jugoso finiquito recibido de Unidad Editorial le hizo perder pie y entre Cristóbal Montoro, El Español y Cruz, que ya tiene dos pisos en propiedad en el Barrio de Salamanca, pronto se va, si no se administra bien. Previsible, demasiado previsible no regalarle una mísera silla de montar a su hija Cósima, porque El Español le va a llevar a la ruina, porque El Español es una ruina. Y encima se acuerde y maldiga lo generoso que fue con la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada.

¡Ay, cómo tiemble el triunfador Pedro J! Cruz le deja, previsible, demasiado previsible. Cruz no va a soportar que su churri sea un fracasado y un pobre. No le van ese tipo de hombres, quiere candilejas y el fulgor de los focos, viajar en el avión privado del hortera Félix Revuelta o codearse con Manuel Valls y Susana Gallardo, ella que se crió en Villanueva de la Serena y que en su azarosa etapa universitaria en Cáceres vivía en un cuchitril sin ascensor y compartido. Cruz no ha venido a perder. Lo quiere todo, dinero, fama, poder, celebridad. Algo que Pedro J ya no está en condiciones de darle, estos no son los tiempos de El Mundo, ahora es uno más, temeroso del poder y mendigando sus dádivas, sobreactuando en su progresismo recién estrenado e impostado, en el que se le ve tan impropio como un pulpo en un garaje.

Ya han empezado las primeras desavenencias conyugales, los primeros disensos. Cuentan de que Cruz se ha ido, por su cuenta y riesgo, como la mujer autónoma que es, a Roma y a Pedro J se le comían los celos. Porque el melodrama de Pedro J es que está sinceramente enamorado, ha quedado atrapado por su propio personaje, por la devoradora de hombres que es Cruz Sánchez de Lara, con la que esperaba llegar a la vejez, pero con Cruz sólo si mantiene un poder que ya no tiene, una fortuna que mengua peligrosamente y una fama que es seriamente cuestionada. La tragedia es previsible, demasiado previsible, Es cutremente literaria: la de la cuidadora que despelucha al viejo o la de feminista que, simplemente, no lo soporta. Previsible, demasiado previsible.