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«Los nombres robados»: Nacionalismo rima con fascismo

Redacción




Enrique de Diego

Letras Inquietas, editorial de reciente creación, nos ofrece este libro, de sumo interés, y del que es autor el alavés Ernesto Ladrón de Guevara. Armado con los mejores maestros, Claudio Sánchez Albornoz, Julo Caro Baroja y Santiago Ruiz de Loizaga, el autor nos desvela el asalta a la toponimia que perpetra el nacionalismo vasco como una forma de reescribir la historia, porque tras un topónimo se encuentran síglos de historia del lugar, de formas de vida tradicionales, de una antropogenia que procede de los ancestros comunes». Es un proceso de ingeniería social totalitario para cambiar «la cosmovisión cultural de las gentes, hacerlas ignorantes, impedir y cortocircuitar la transmisión de un legado que da personalidad propia su ethos colectivo».

Se trata de una estrategia de año cero, en el que «el legado cultural es un estorbo para que el nacionalismo logre una sociedad homogénea, clónica de su proyecto de hegemonía». El modificarlo «es una forma de castrarlo, de sustraernos de nuestras raíces, de violar la semántica de nuestras actitudes y comportamientos. Nadie tiene derecho a hacerlo».

El libro parte de un hecho: el fracaso de las autonomías, del título VIII de la Constitución, que provoca tales desafueros en los que se ve con claridad que nacionalismo rima con fascismo. El autor ofrece unas pautas en las que la primera es el respeto escrupuloso de la toponimia histórica; el segundo es «respetar su grafía y sentido etimológico y cultural, según la lengua en la que se ha generado»; tercero: «aceptar su traducción a la otra lengua cooficial si no supone una modificación de su sentido etimológico o a las fuentes de su origen»; y cuarto: «considerar la toponimia es el testimonio vivo de una trayectoria histórica», cambiarla es despojar a sus habitantes de su pasado, de lo más central de su identidad.

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El nacionalismo vasco no respeta ninguna de esas normas, destruye la raíz latina, utiliza el euskera batua, en sí una creación, para imponer un nuevo imaginario a las gentes. El libro se centra en una zona decisiva para la conformación de España: «en el corredor entre Santoña y el oeste por el valle de Mena se gestaron los procesos de repoblación y presura, la constitución de monasterios y tierras repobladas, y el fenómeno sin parangón del nacimiento del castellano, cuyo lugar más destacado por tener los primeros testimonios escritos de legua romance fue la colegiata de Valpuesta, cabeza de la diócesis del occidente que compartía cabecera eclesial en Álava con Armentia, a pocos media docena de kilómetros de una Vitoria fundada por Leovigildo».

Así se llega al despropósito de llamar a San Romásn de San Millán, Durruma. Se trata de la manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos vascos, un proceso totalitario. Un libro clave en su brevedad.

Ernesto Ladrón de Guevara: Los nombres robados (Manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos vascos). Letras inquietas, 2019.