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Aquel inolvidable primer torneo de golf: En el campo te envalentonas, fuera te surgen dudas

Redacción




Loreto Román. Periodista y escritora.

El primer torneo en el que participamos, hagamos memoria, siempre lo recordaremos como un día especial. Esa ilusión propia de la semana antes y del día que juegas, ese sentirte parte de un grupo con un mismo objetivo, esas ganas inmensas de hacer el par, bogey o incluso doble bogey o no hacer raya en un campo como es Meis, y todo esto formando parte de un torneo… ese día es inolvidable, como aquel primer día de vuelo sola. ¿Y esa “vergüenza del que debuta en torneo” al comienzo del juego en el hoyo 1, tee de salida, driver o palo con el que llegue más lejos, posición a la bola y justo en ese momento el grupo con el que juegas, e incluso algunos más del campo, todos te están observando? Seguro que no, pero eso es lo que nos imaginamos en un momento tan señalado. Bien, todo esto y más. Como en anteriores artículos, seguidme, me acompañaréis a lo largo de los días de entrenamiento, palos preferidos, tarjetas cubiertas y sobre todo, muchas ganas de participar con mis compañeras/os en ese torneo, día inolvidable.

Entre el hoyo 9 y el 10.

 

Lo reconozco, yo era de las asiduas y permanentes en la cancha de prácticas dando bolas. Y os lo puede asegurar mi profesor de golf, Javier González Rodríguez, quien en los días de lluvia en los que el resto del universo estaba en su casa y él cumplía en el campo como instructor, tan pronto asomaba la cabeza por la cancha de prácticas, me veía y decía: “Te mereces mejorar ese swing, competir y disfrutar. Poco a poco”. Y claro, cada vez que le escuchaba pensaba para mí: “Si hay que dar bolas, jugar y entrenar, así será, aún en los días de lluvia y vientos fuertes”. Bonito recuerdo de aquellos primeros swings.

Bien, ¿y la decisión de participar en el primer torneo después de estar dando bolas, jugando, Meis para arriba, Meis para abajo, visitando otros campos, gestionando frustraciones (explico, no desanimándome con los golpes malos) y muchas otras cosas más? Esa decisión la tomé en el momento en el que otras compañeras participaban, no era la primera vez para ellas, y me animaron a jugar con ellas. Todo ayuda, eso es cierto, y que jugase en aquella ocasión con ese grupito encantador fue imprescindible para que todo resultase como fue, un día muy especial. Me acerqué a la oficina del campo con decisión y le dije a los trabajadores que estaban en aquel momento, Berta y Arturo, que me anotasen para el Torneo de la Bodega de Mar de Frades del fin de semana, junto con estas jugadoras. En ese momento se te mezclan varias sensaciones, satisfacción, reto, ilusión, necesidad de más preparación… Claro está, los trabajadores del campo además de cumplir con su trabajo, nos conocen casi perfectamente bien, comparten contigo esa decisión e incluso te animan para que lo disfrutes y continúes. Somos todos un grupo formado por pequeñas partes y todos cumplimos con nuestro papel.

En el campo te envalentonas, fuera te surgen dudas. Como os digo, y más en esa situación, a unos días de participar en el primer torneo. El campo de golf tiene esa magia que, cuando formas parte de el, eres socio, tus palos, bolsa y carro en la taquilla y juegas con frecuencia, en el momento en el que aparcas el coche y entras en sus instalaciones… todo es diferente. Difícil de explicar, es como si ese espacio te reconociese, valorase tu actitud, tu empeño y firmeza, esas horas dando bolas y tu lo percibes. Es todo diferente ahí dentro, maravillosamente diferente. Las dudas y miedos de fuera desaparecen. A los que desconocéis la situación, os sugiero aprender, entrenar con cierta frecuencia y formar parte de un campo de golf, es sensacional. Sin bromas.

En el maravilloso 10.

Continuamos. Estás apuntada con tu grupo y el entrenamiento debe ser más intenso, en la cancha, putting green, en otros campos… no te llegan las horas ni los días. Lo comentas por ahí con cara de satisfacción, de dar un paso adelante en tu vida, de “¿a ver cómo sale?”. Piensas en tus palos preferidos, los que te sacan con casi seguridad de un rough espeso, con los que consigues distancia con poco margen de fallo, los que realizas los approaches mas o menos bien…  Y llegas a la conclusión de que son demasiados palos. Bien, así no vale, “si al final estás utilizando 4 o 5 del total”.

El torneo se juega el domingo, imaginaros, y es la noche del sábado. Noche de descanso, dormir bien, relajarse, descansar. ¿Es posible no darle a la cabeza una y otra vez al recorrido por completo de Meis, los 18 hoyos, uno tras otro, atrancarse en el 2(el más complicado) y pasar la bola por los dos lagos en el recorrido del 8 y del 15? Harto difícil, os lo puedo asegurar. Acabaré durmiendo en el green del hoyo 18, uno de mis hoyos preferidos, dulce sueño.

Siempre recordaré aquella mañana del torneo, el domingo. Me acerqué con tiempo mas que suficiente para localizar a mis compañeras, calentar, preparar todo y comenzar a jugar. ¡Qué nervios! Mis compañeras ejercían de veteranas, consejos y más consejos, pero sobre todo mucha tranquilidad y a disfrutar. Con las tarjetas que nos correspondían y el lápiz, comenzamos a jugar. En los golpes buenos escuchaba “buena bola”, y qué gustazo. Me sentía una novata completa, rodeada de grandes jugadores y que además de intentar jugar bien, deseaba aprender. Llegábamos a green, pateábamos la bola, terminábamos el juego y cubríamos la tarjeta al inicio del siguiente hoyo. 

Tras el hoyo 9 y en la mitad del recorrido, la bodega patrocinadora preparó unas bebidas y unos pinchos estupendos, como se suele hacer en torneos. Y allí paramos el grupo, nos lanzamos al vinito con algo de comer y continuamos. Desconozco si es efecto del albariño, cosa de meigas que sólo pasan en Galicia, pero justo el siguiente hoyo, el 10, jugué como no lo había hecho antes, ni en torneo ni cualquier otro día. Un par 3, en 3 golpes la bola estaba embocada en el hoyo. Mis compañeras de juego me felicitaron. Ahora mismo estoy recordando ese momento, ¡qué sensaciones mas maravillosas!, os aseguro, deberíais probar los que no conocéis todavía esto del golf.

Y claro, como suele pasar en situaciones como esta. Puntué en mis hoyos preferidos. El 13 me gusta, el 14, el 17 de la plataforma es complicado pero muy interesante de jugar y el 18 uno de mis hoyos preferidos. Terminamos el juego, comprobamos tarjetas, las firmamos y las entregamos en oficina. Nos despedimos entre nosotras, ahí estaríamos en la entrega de premios. 

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Y continuaremos con torneos Meis.

En esta ocasión la entrega de premios se realizaba en la misma bodega. Con unas instalaciones estupendas, muy bien atendidos, fueron nombrando a los mejores jugadores y entregando los premios correspondientes. Una de mis compañeras de juego fue una de ellas, y como tenía que ser, todas contentas compartimos esa alegría y satisfacción con ella. Yo no formaba parte de este grupo de nominados, pero disfruté como una auténtica campeona por haber estado ahí, jugando, participando, pasando un rato estupendo con todos los demás, y ganando una de las botellas de vino que la bodega sorteaba al final después de la entrega de premios. Terminamos el torneo compartiendo botellas con los que no habían ganado en premios ni sorteo. Un día especial, para no olvidar jamás.

Espero haber conseguido que me siguieseis a lo largo de todo este recorrido de sensaciones maravillosas, swings con dedicación, sonrisas y satisfacciones compartidas a lo largo de los interminables 18 hoyos, y, sobre todo, estar disfrutando del juego tan completo que supone el golf. Hasta el próximo.