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Julio Ariza interrumpe a Santiago Abascal

Redacción




Luis Bru.

Julio Ariza debe saber que es de mala educación no hacer ni caso al entrevistado y ponerse con el móvil a darle a la tecla, peso eso es lo que hizo durante toda la entrevista a Santiago Abascal. Salvo cuando le tocaba intervenir, entonces soltaba el móvil y una larga perorata, en la que más hacer una pregunta, soltaba un discurso. Se sabe el discurso de Santiago Abascal y le debe aburrir.

El líder de Vox dice que «hay que tener miedo los que disentimos» y también «miedo los medios de comunicación que están en esa línea, como esta casa» cuando «vemos nombramientos como el Dolores Delgado en la Fiscalía General del Estado».

Hay una doble vara de medir en los medios que están casi todos en manos de la izquierda, porque la derecha «renunció a dar la batalla ideológica, cultural y política, creyendo que se podía centrar en la economía, mientras avanzaban «las ideas de la izquierda». Vox «ha tenido una presencia relevante en las redes, nuestros vídeos tienen más audiencia que sus programas de televisión. Si nuestra libertad de expresión es cercenada en las redes sociales, surgirán otras. Estamos preparados, no podrán cercenar la opinión de tantos ciudadanos europeos».

Entonces, en el momento más interesante, se produjo la interrupción de Julio Ariza para pasar la gorra en nombre del Club de Amigos, con el apoyo de José Javier Esparza, quien dijo que «sólo si Santiago se hace amigo». Julio Ariza, que no se sabe los títulos de su editorial Homo Legens y se los tiene que chivar por el maldito móvil, editorial que forma parte de un presunto alzamiento de bienes, hizo su papel de nueva orden mendicante, y Santiago Abascal le siguió a su manera. Habló de los 50.000 militantes que han ayudado a mantener a Vox, hasta que ahora ya recibe las subvenciones públicas y cuenta con medios, aunque eso sí, está en contra de las ayudas y va a hacer el ridículo de nuevo planteando en el Congreso su retirada, retórica, para que no salga adelante.

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Julio Ariza lleva más de seis meses pidiendo dinero, señal de que no se lo dan, porque la gente no es tan tonta, tiene dificultades para llegar a fin de mes y sabe que puede ser objeto de una presunta estafa. En ocasión memorable, le dijo a Jaume Roures que vendiera su patrimonio para pagar a los empleados de Público, es lo que él haría de encontarse en idéntica situación. No tenemos constancia de que Julio Ariza se haya desprendido de ninguno de sus bienes, ni de sus coches de alta gama, ni de sus restaurantes de lujo, ni de su ostentoso tren de vida, mientras ha dejado un reguero de deudas a la Agencia Tributaria, a la Seguridad Social, a los bancos, que tan generosamente le trataron, a las imprentas y a los trabajadores, que los tuvo que pagar el FOGASA. Vale aquí el refrán que describe a los hipócritas: con el dinero de otros, hacen fiesta los devotos.