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Carlos Martínez-Cava: «Dudo que el Spexit vaya a tener éxito más allá de las redes sociales»

Rubén Martínez




Carlos Martínez-Cava fue una de los voces más reconocidas para los miles de oyentes de A Fondo y El País de las Maravillas, programas dirigidos por Enrique de Diego en la antigua y exitosa Radio Intereconomía, y de La Quinta Columna de la histórica emisora madrileña Radio Inter.

Introductor, difusor y agitador en España de la escuela de pensamiento francesa conocida como Nueva Derecha y autor de cientos de artículos en prensa escrita y digital, Carlos Martínez-Cava acaba de publicar con la editorial Letras Inquietas su nuevo ensayo titulado Refundación soberana, prologado por el popular periodista de RadioYa, Javier García Isac.

¿Qué es la soberanía y por qué España debe recuperarla?

La soberanía no es mas que la capacidad de decidir el propio destino. Toda la construcción política moderna desde Bodino define esa soberanía, su evolución y su incardinación en las democracias que emergen del constitucionalismo en Europa. Más, como dice Alain de Benoist, «el Estado no se justifica más que en la medida que se define primeramente como un organismo soberano”. La justificación de la existencia misma del Estado, la delegación única y exclusiva que hacemos sobre él en el ejercicio de la violencia, la fiscalidad como exacción económica para desarrollar servicios públicos tiene sentido si el Estado realmente actúa como sujeto legítimo de esa delegación.

Desde el momento en que advertimos que esa capacidad del Estado en su poder soberano ha sido diluido o entregado a otros entes supranacionales o internos, mermando o dejando ése Estado como un mero cascarón que cumple una función teatralizada, urge recuperar esa delegación primigenia y reapropiarse de ella.

Esa España que era dueña en 1977 de su capacidad industrial, fiscal, educativa, social y judicial ha ido dejando de serlo. Preguntarnos cómo se ha llegado al punto actual y qué se puede hacer para recobrar esa capacidad es no sólo legítimo, es una exigencia de lo que yo defino como democracia soberana.

¿Es posible ser soberano en un mundo global y siendo un Estado miembro de la Unión Europea?

Son muchos autores los que han considerado que la solución a la crisis social pasa por la vuelta al Estado Político. Asi lo han señalado Francois Perroux, André Grjebine, Francois Partant o Henri Guillemin, entre otros.

Restaurar la soberanía politica es combatir el totalitarismo burocrático que canceriza la sociedad civil. Pero yo, y muchos en mi misma corriente de opinión, no concebimos esa defensa de la soberanía como una vuelta a los Estados-nación rompiendo con la Unión Europea y saliéndose de la moneda común. Denunciamos que es ésta Unión Europea la que carece de una defensa militar propia, una diplomacia común y un orden económico que juegue un papel geopolítico determinante. Por tanto, no hablaríamos de ruptura, sino de reformulación de esa construcción de Europa para que, en primer lugar, la identidad común sea algo serio. No es normal que Los Angeles o Nueva York les parezca más próximo a los polacos o checos que Berlín o París -como nos dice Charles Champetier-, o que las películas americanas, sus pintores o autores sean mas conocidos que las obras de los países que conforman Europa.

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Esa lucha contra la globalización la entendemos como una nueva definición de ejes. Ya no sería Berlín-París-Nueva York, sino Berlín-París-Moscú en una defensa no sólo continental sino de interés económico común frente a las determinaciones atlánticas o asiáticas. Afirmar un tercer actor en el escenario ante el mundo unipolar que, tras la caída del Muro, definió Francis Fukuyama.

 Tras la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre los eurodiputados separatistas catalanes huidos o condenados y las sucesivas negativas por parte de Bélgica de cumplir la euroorden dictada por España contra Carles Puigdemont, la sociedad española, o al menos una parte de ella, ha comenzado a poner en duda sus sentimientos favorables hacia el proyecto común europeo. Spexit, la campaña iniciada en las redes sociales, ¿puede terminar tomando forma y ser una realidad?

Dudo mucho que ese Spexit vaya a tener algún éxito más allá de pegatinas en las redes sociales. La construcción europea debe reformularse hacia un proteccionismo pero también hacia una autonomía realmente confederal y orgánica donde el principio de subsidiariedad sea respetado. El plano judicial es fundamental. Y la defensa de las integridades territoriales no puede ser puesta en cuestión por decisiones supranacionales. Si en los Estados europeos los partidos políticos que defiendan la secesión están prohibidos, y ello es respetado, las decisiones judiciales que defiendan esa integridad nacional deben ser igualmente respetadas desde Europa. La defensa de ello es una prioridad nacional. En ese sentido defiendo una soberanía que no aliene la autonomía de sus componentes nacionales y regionales.

 Bajo tu punto de vista, ¿debe España salirse la Unión Europea, tal y como está concebida o permanecer en la misma con el objetivo de reformarla desde dentro?

La opción que más éxito puede tener en España es construir y ampliar las bases de ese movimiento soberanista que quiere trabajar conjuntamente con Salvini , Marine Le Pen y los países del Pacto de Visegrado. Se trata de reformular la construcción europea para hacerla mas fuerte y real, para que la democracia sea efectiva y, por tanto, soberana.

La moneda común que a algunos euro escépticos molesta, a mí no. Desde el reinado de Augusto (bajo el Imperio Romano) no había en solar europeo un valor económico común para el intercambio exterior. El euro puede y debe ser un rival a respetar frente al dólar y el yuan.

A lo largo de las páginas de Refundación soberana, te muestras extraordinariamente crítico con la Constitución de 1978. ¿Es el origen de todos los problemas que afectan a la España de hoy?

Es hora de hablar sin complejor y con todo el rigor posible de aquello que nos pueda haber debilitado como comunidad nacional. Si durante estos últimos cuarenta años, se ha difuminado el sentimiento de pertenencia a esa nación histórica que es España en determinadas regiones, es debido a la construcción administrativa que diseño esa Constitución. Si no somos iguales en derechos y deberes, si nuestro voto a la hora de elegir representantes políticos no es el mismo y en unas regiones menos votos dan para más diputados que en otras, es que algo se ha hecho muy mal. Para mí es un ejercicio de patriotismo hacia España hablar con toda libertad de ello.

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¿La redacción del texto definitivo de la Constitución fue realizado o teledirigido desde fuera de España?

Joan Garcés nos habla en su obra Soberanos e intervenidos cómo no interesó una determinada forma de redactar el nuevo texto constituyente a la entonces potencia más influyente que era Estados Unidos (que ya había penetrado en nuestro territorio con bases militares y tratados). La neutralización del creciente poder energético nuclear español y las claves del asesinato de Carrero Blanco han de interpretarse por esa vía.

Dicho esto, lo que es evidente es que el pueblo español no fue libre para elegir su modelo de estado, su modelo electoral ni su forma de representación desde el momento en que no hubo unas Cortes Constituyentes al más puro estilo que trazan los clásicos. Y eso no lo digo yo, lo han dicho eminentes catedráticos de Derecho Constitucional desde el inicio de esta democracia del 78.

¿Es necesaria una nueva carta magna para nuestro país? ¿Es todavía posible, como mal menor, una reforma de la actual?

Lo es. Pero yo no daría ese paso sin modificar antes la ley electoral y neutralizar todo el efecto perverso que los partidos nacionalistas y separatistas llevan ejerciendo sobre las decisiones de todos los españoles en forma de chantaje intolerable.

¿Cómo debería ser una posible nueva Constitución? ¿Aún tienen solución los numerosos y graves problemas que aquejan a España?

Para mí no es tan fundamental la elección entre monarquia o república. Que exista un Jefe del Estado que represente a todos los españoles fuera del juego partidista es algo sano y, simbólicamente, necesario. Yo le daría, incluso, mayores facultades de las que ahora tiene.

Se debería tender a una mayor representación del mundo del trabajo en las cortes políticas y que los partidos políticos no tuvieran el privilegio exclusivo del poder. Por debajo de ese Jefe del Estado, yo si sería partidario de un jefe de Gobierno de elección directa por el pueblo.

Son muchas las reformas de salud democrática que urgen. Recordemos que la democracia no debería ser “un hombre, un voto” sino “un ciudadano, un voto” porque la fuente de la democracia no brota de la idea de una sociedad, sino de una comunidad de ciudadanos que son todos herederos de una misma historia. Hay premisas y cuestiones que debemos colocar como pre existentes a las formalidades para garantizar nuestra existencia.

La democracia es la soberania popular, no como dice el liberalismo, los derechos del invididuo aislado. En una verdadera democracia soberana los candidatos votados solo expresan la voluntad del pueblo y la nación, no la representan.

Carlos Martínez-Cava (autor) y Javier García Isac (prólogo): Refundación soberana. Letras Inquietas, 2020