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Políticamente incorrectos: Eastwood y Polanski

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

No son buenos tiempos para la creatividad libre que se ve asediada por los guardianes de la corrección política, casi siempre “ progres “ y que tienen incluso la osadía – como sucede en la España de Pedro Sánchez – de tratar de imponer su verdad tachando de contenidos inadecuados los que se le oponen.

En Estados Unidos la elección, y más que probable reelección a la vista de su extraordinario balance de gobierno, de Donald Trump ha supuesto un freno indudable al imperio de cierta prensa progresista que ha visto como todo el poder de sus cadenas mediáticas se ve desafiado por un simple tweet del Presidente.

En el campo del cine resulta casi heroico salirse del carril establecido pese a que el gran cine clásico de Hollywood estuvo lleno de grandes artistas al margen de cualquier corrección establecida: Cecil B de Mille, John Ford, King Vidor, Alfred Hitchcock, Jon Wayne, Charlton Heston, Gary Cooper, James Stewart, Robert Taylor, Bárbara Stanwyck, Ginger Rogers o Jeanette MacDonald.

Y en el simplificado Hollywood actual algunos veteranos no rinden sus posiciones: Stallone, Mel Gibson, Ion Voight, Robert Duvall o Chuck Norris. Y por supuesto Clint Eastwood quien a sus 89 años continua en activo dando lecciones de talento y clasicismo con una películas tras de la otra. Como actor y director ( la estupenda Mula , 2018 ) o ahora Richard Jewell , (2019 ) solo como director. Los valores jóvenes lo tienen más difícil para huir de las presiones de las grandes compañías, pero las redes sociales han cambiado – sin duda – muchas de las relaciones de poder e influencia.

Richard Jewell es una película dirigida por Clint Eastwood con Paul Walter Hauser, Olivia Wilde,  Sam Rockwell, Kathy Bates, Jon Hamm. Acogida con reticencias críticas por la prensa progre y más o menos de izquierdas (En España un artículo de El País atacando la película sin verla hará mas por su carrera comercial que cualquier otra campaña).

Y es que en su nueva obra Eastwood retrata un héroe a su pesar, un hombre medio americano que se ve envuelto en una brutal campaña de fake news ( noticias falsas ) que arruinan su prestigio y su vida personal. 

En esta su película número 37 como director cuenta la historia del guardia de seguridad que alertó a la policía sobre el paquete bomba que acabó explotando durante los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996. Su acción ayudó a evitar una masacre a gran escala, aunque posteriormente fue acusado de haber sido el hombre detrás del atentado.

Eastwood pinta a la periodista que desata las furias como un personaje sin escrúpulos, impertinente que no verifica nada de lo que publica, muy en la línea de la campaña que lleva protagonizando Donald Trump desde que asumió la presidencia de USA en 2016.  

La historia es verídica y el personaje muestra también su lado oscuro, sus debilidades, pero nada de ello justifica la operación de acoso y derribo al que fue sometido por parte de la prensa. 

El instinto narrativo del director es excelente  y se aliña con elementos corrosivos la función desvergonzada del la indecente del FBI (un agente que acepta el intercambio sexual de la reportera por información privilegiada y distorsionada) y la conveniencia de políticos, abogados y fiscales. 

Magistral Sam Rockwell en el papel de Jewell así como Kathy Bates encarnando a su madre. Igualmente destaca Olivia Wilde la periodista del «Atlantic Journal Constitution» que, supuestamente, consiguió la exclusiva mediante intercambio sexual…, que ha sido precisamente lo que ha propiciado el hipócrita escándalo sobre la película.  

Absolutamente recomendable y será de las mejores del año.

Pero la corrección política progre no solo trata de acallar al independiente conservador Eastwood sino que se ha cebado con otros como Woody Allen o el antaño adorado Roman Polanski, veterano autor de clásicos  tan perversos e inquietantes como Repulsion o La semilla del diablo. 

El oficial y el espía está protagonizada por Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois. El argumento gira en torno a otro caso real que ya dio lugar a obras literarias como Yo acuso de Emilio Zola: el caso Dreyfuss: En 1894, el capitán francés Alfred Dreyfus, un joven oficial judío, es acusado de traición por espiar para Alemania y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa.

La narración que aborda Polanski con enorme precisión, intriga y detalle lo hace desde la perspectiva de la investigación que emprendió el coronel George Picquart, jefe del servicio de contraespionaje francés.

Desde posiciones personales muy diferentes a Eastwood, el realizador polaco ( perseguido en medio mundo por presuntos escándalos sexuales ) se esmera con una puesta en escena ajustada, clásica y brillante. Además Polanski con su narración transparente hace destilar su amarga visión sobre una época contemporánea donde la llamada “posverdad “ y las noticias falsas arruinan reputaciones. El lo probó y lo sabe.

En su primera parte, la película avanza a un ritmo extraordinario en una Francia donde la ‘grandeur’ se mezcla con la podredumbre. En su reconstrucción del París de la Belle Époque, Polanski  describe sus elementos sórdidos, la otra cara de la aparente alegría. De notable, brillante es la evocación de la Isla del Diablo donde el autor recupera su morbosa visión de la realidad en sus obras anteriores.

Una película excelente y una oportunidad para huir de los dictados de la convencionalidad y la progresía intelectual que cada vez más ahoga el torrente de la libertad . Y lo hace a izquierda y derecha. Y precisa sin duda una reacción de las personas que se sientan libres y creativas. Como lo son Clint Eastwood y Roman Polanski.