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Son las víctimas de la «violencia de género», estúpidos

Redacción




Luis Bru.

Es una mente privilegiada, con la que da gusto hablar siempre. Es la estrella de un digital de éxito y me dice: «la ley integral de violencia de género es el mayor ataque que se ha perpetrado contra el Estado de Derecho». Y para él el Estado de Derecho es una cosa muy seria, «Estuvo la legalización de Bildu y el referéndum de Artur Mas, pero eso fueron realizados por el sistema judicial, pero el ataque de esa ley se ha hecho desde el legislativo».

Habla con conocimiento de causa, porque él es una víctima, y su hijo también, de la ley de violencia de género. Su primera ex esposa le ha presentado una denuncia por la ley de violencia de género por «agresión telefónica», que menos mal que no fue admitida a trámite. Ha conseguido la guardia y custodia del primogénito de sus cuatro hijos pero no le han quitado la patria potestad a la madre, lo que ha conllevado problemas de escolarización para su hijo. Menos mal -me cuenta- que una Inspectora de Educación decidió que el niño debía ser escolarizado, que el derecho a la educación primaba, porque la madre no quería. Se han sucedido las denuncias contra él y contra el niño. «Está loca», dice con compresión, «es un tema genético, la locura la tienen sus padres». Las mujeres también pueden estar locas. El niño tiene problemas. «Empezó el curso con muchos y hemos tenido muchas dificultades».

«Hay que dejarse de esa estupidez de que las matan por el hecho de ser mujeres, será por otra causa criminal, porque ese hombre y esa mujer se han casado o han convivido, las quisieron». El más grave ataque del legislativo perpetrado contra el Estado de Derecho porque rompe la igualdad de todos ante la ley, por un mismo delito el varón tiene más pena, y rompe con la presunción de inocencia, el varon es detenido y ha de demostrar que es inocente. «Eso de las manadas que es sexo en grupo de unos degenerados y una guarra». La mujer no tiene que presentar pruebas, «basta su versión, muchas veces contradictoria, y la del varón no vale nada. Se trata de creer. Es la ruptura del sistema penal. no hay pruebas».

Así que concluye que «es un imperativo ético votar a Vox» y para «un liberal es una obligación moral». De esa forma cuando el Gran Woyming dice que Vox «es una escisión del PP» y que «ya estaban aquí», no se ha enterado de nada. Cuando todos los progres, que viven en sus ambientes cerrados donde se ejerce la moral inmoral de lo políticamente correcto, se preguntan, siempre entre ellos, en qué consiste el fenómeno de Vox, sin cuestionar nunca los dogmas a los que se adhieren, sin preguntarse si son falsos o verdaderos, que opinan, como dogmas de fe, que quien cuestiona la ley de violencia de género que son unos negacionistas, como dice Pedro J, como si estuvieran negando el Holocausto judío, o que los menas son unos angelitos sin pecado original, «nuestros niños», como dijo Teresa Rodríguez…El fenómeno de Vox está hecho, entre otros, de víctimas de la ley de violencia de género.

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«Además, no hacen descender las muertes. Aunque ese es un argumento utilitarista. Nada justifica esa agresión al Estado de Derecho». Cuando Pedro J Ramírez insulta gravemente a todos los votantes de Vox porque dice que ese partido «al igual que han encontrado el nicho de los cazadores ahora buscan el nicho de los maltratadores», afirma una canallada. La ley integral de violencia de género se puso en marcha con el bobo solemne de José Luis Rodríguez Zapatero y ahora está estallando, ¿Por qué? Es una cuestión de tiempo y de víctimas, de multiplicación exponencial del número de víctimas. Hay un nicho de mercado electoral, sí, pero de no de maltratadores sino maltratados por la Justicia, detenidos en cuanto hay una denuncia, echados de la casa de su propiedad, separados de sus hijos, pagando una pensión, en divorcios resueltos por denuncias de «violencia de género». De eso sabe mucho Cruz Sánchez de Lara. la ex directora jurídica de violencia de género de la Federación de Mujeres Progresistas.

Y no sólo son hombres. Dos casos de Albacete que conozco bien, al dedillo: un marido que se va a separar y le presentan dos denuncias por violación aunque la denunciante, su ex, se niega a seguir el protocolo de ser vista por una ginecologa; las denuncias no tienen ni pies ni cabeza, aún así le caen ¡veinte años! Y tiene madre y hermanas (y padre y hermanos) y para ellos, según dice mi amigo, una mente preclara, «es un imperativo ético votar a Vox», porque es el único partido que ha visto el problema y quiere reformar o derogar la ley. Y otro, un chico que se va a separar, que van a romper, y la última noche le da un calentón y moja, y pone una sábana para que no manche el coche de semen. Caído en la trampa, la denunciante le presenta denuncia ¡por violación! La última vez que supe de él llevaba dos años de prisión preventiva. Y tiene madre y hermana y tías, y para todas «es un imperativo ético votar a Vox». Las víctimas de la ley de género se multiplican.

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La Asociación Europea de Ciudadanos contra la Corrupción ha hecho un estudio que pone en evidencia con claridad las dimensiones estratosféricas del problema. Entre 2.004 y 2.012 se interpusieron 1.034.613 denuncias, de las que el 79% fueron absoluciones, archivos y una ínfima parte desistimientos. Hubo 207.997 condenas (21% de las denuncias totales), y de esas condenas el 80% fueron por delito, de las que más de 77.000 fueron conformidades, y el 20% restante por faltas. En el año 2.016, las denuncias fueron 142.893 y las condenas 19.388. Al sistema ya no le vale la mentira de que el Consejo General del Poder Judicial ha dicho, en un estudio, que las denuncias falsas, son el 0,07, pues esas son las que se persiguen y reciben condena en las Audiencias, pero ese millón seiscientas mil más falsas que un Judas de plástico se sobreseen provisionalmente, con lo que no se persiguen de oficio y se ata las manos al denunciado en falso que no puede hacer nada. Así se multiplican, diez, doce, quince. Juan Carlos Quer, en el caso más mediñatico, lleva diez de su ex que sigue y sigue. Y la gente conoce la mentira y la consigna ya no sirve, aunque sea mil veces repetida.

«¿Te acuerdas de Vicente Magro, que era del Consejo Editorial de La Prensa de la provincia de Alicante?». Suelto un epíteto mal sonante al oír hablar del magistrado del Tribunal Supremo, «pues parece que ascender en la Judicatura es más importante que impartir Justicia».

La ley integral de violencia de género fue aprobada con el mayor de los consensos, sin un voto en contra. El digital donde trabaja -no él, una mente preclara- apoyó durante tiempo a Ciudadanos, que tiene a Ignacio Aguado diciendo que no admitirá «retrocesos» en la materia, Progre vergonzoso y vergonzante. Y el PP, cloaca de todos los desperdicios, mingitorio de todos los latrocinios, manojo de todos los complejos, no sólo la votó a favor, sino que se mantiene en el conseno, incluso lideró un Plan Nacional contra la Violencia de Género. Y para mi amigo es «un imperativo ético votar a Vox». El único partido que rompe ese consenso tan caro al progre militante de Pedro J Ramírez. Así que los votantes de Vox no estaban aquí, como dice el Gran Woyming, que no se entera de nada; algunos cientos de miles, quizás millones los han creado, con esta agresión al Estado de Derecho. Son las víctimas de la violencia de género (y sus familias), estúpidos. Y al final serán mayoría.