Luis Bru.
Ignacio Aguado ha perdido el Oremus. No es consciente de que ya no pinta casi nada o nada. En la legitimidad de ejercicio, los resultados electorales de las generales, se la dejan muy tocada. ¿De qué va? Ignacio Aguado se dispone a echar un pulso a Vox, a poner en peligro los Presupuestos y hacer estallar o poner en peligro a la Comunidad de Madrid. Frente a un Vox reforzado electoralmente, un Ignacio Aguado menguado hace casus belli del mantenimiento de las subvenciones al colectivo LGTBI y a lo que el llama violencia de género, dándole un sesgo claramente ideológico: la ideología de género.
Según fuentes de la dirección de Vox, este partido no va ceder en quitar las «subvenciones ideológicas», en eliminar el gasto suntuario e ineficaz. O se cumplen esas condiciones o no habrá Presupuestos. Ignacio Aguado no entera de nada, y se encastilla en que no hay subvenciones ideológicas que «supongan un retroceso».
«No hay subvenciones ideológicas, son marcos ficticios que se pueden construir o que, en este caso, construye Vox», ha sostenido. En cuanto a la bajada de impuestos, el vicepresidente está dispuesto a sentarse «con papeles» para ver de qué manera, cómo y cuándo se pueden bajar.
Aguado es consciente de que el Gobierno de la Comunidad «dependió en su día de sus votos» y por lo tanto «tiene interés en ver sus propuestas y ver si son asumibles» por el Ejecutivo. «Ojalá que sí». Pero si quisiera irse al extremo y recortar inversión para violencia de género o derechos para el colectivo LGTBI les van a tener «enfrente». «Hay que preguntarles a ellos qué papel quieren jugar si van a los extremos, si lo que quieren es ir a romper, se va a ver rápido».
Asimismo, ha deslizado que Vox muchas veces hace «política autonómica pensando en nacional, pensando en una estrategia», pero que la política autonómica no es eso sino tener una posición conformada sobre qué opinas de transporte público, dependencia, listas de espera, menores extranjeros no acompañados o residencias de mayores.
Ignacio Aguado tiene un problema. Ahora no le quiere nadie. No le quieren ni en el día del orgullo gay, donde fueron clamorosos los incidentes, ni fuera de ese ámbito, porque lo considera propio de Vox. ¿Qué pretende? ¿Romper la Comunidad de Madrid? ¿Irse con el PSOE a gobernar? ¿Con el mismo PSOE que negocia con Esquerra Republicana y con Bildu? Este pobre hombre no se aclara y está dispuesto a organizar un carajal, porque Vox no va ceder, no se lo permiten sus bases. No tiene nada que perder y sí mucho que ganar.