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Marimar Blanco y el PP: Miguel Ángel Blanco nunca debió morir

Redacción




Mar Blanco, Cristina Cifuentes y Manuela Carmena en el homenaje a Miguel Ángel Blanco.

Enrique de Diego.

Hace veinte años, con el secuestro por la banda terrorista ETA de Miguel Ángel Blanco, concejal del Partido Popular en Ermua, la nación fue sacudida por un vendaval de sentimientos emotivos de dignidad. Esta nación atribulada y vilipendiada se lanzó a la calle, como un solo hombre, mostrando su existencia, por penúltima vez, dispuesta a no ceder al chantaje y exigiendo la liberación de aquel joven a quien, a la carrera, aprendimos a conocer y a querer, con sus aspiraciones, su conjunto musical y aquel último viaje en tren. España se llenó de manos blancas y de retratos de Miguel Ángel.

Aquello que se llamó el «espíritu de Ermua» fue estéril: Miguel Ángel Blanco fue asesinado con fría crueldad. Y el «espíritu» se difuminó en una concatenación de traiciones. Los que jalearon el asesinato están hoy en las instituciones, el acercamiento de presos, que era la reivindicación explícita del ultimátum, se está negociando en las oscuridades de los pactos entre el PP y el PNV. Resulta difícil determinar si ETA ha ganado, pues la historia sigue abierta, pero, desde luego, no ha perdido.

Zapatero negoció con ETA y cedió y Mariano Rajoy confirmó la cesión convirtiéndola en consenso. En toda esta historia el único que perdió fue Miguel Ángel Blanco, que lo perdió todo, la vida, sin que llegáramos a conocerle del todo.

No sé, la verdad, qué me produce más asco, si las componendas relativistas de Manuela Carmena, atrapada en una pseudoideología llamada estupidez, o la utilización artera de un PP irreconocible en la estela de Miguel Ángel. La abucheada Carmena no quiere poner una pancarta de homenaje para no destacar a una víctima, de modo que su propuesta es ocultarlas a todos. La presunta viejecita entrañable de Carmena está llena de tópicos, complejos, manías progres, de forma que el conjunto produce el efecto desagradable de un esperpento, que encarna un Madrid decadente en una España banal y desnortada.

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Digamos, con piedad, que el PP ha traicionado a Miguel Ángel Blanco, al margen de colocar a su hermana, para hacer inteligible las arcadas que me parece su postura. El inefable e insufrible ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido ha llamado a la unidad contra ETA. ¿Unidad en qué? Los etarras gozan de buena salud y cobran del Presupuesto y avanzan por Alsasua y Pamplona, poniendo la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento. Es todo una mascarada. Todo una mentira. La única verdad es que Miguel Ángel Blanco murió hace veinte años y debía estar vivo.