Enrique de Diego.
Es el Opus Dei un seguro de solidez doctrinal y tiene un legado exquisito en ese terreno que le viene dado por San Josemaría Escrivá de Balaguer, el Padre, el Fundador, a cuyo espíritu y ejemplo todos se deben. En «La tercera campanada», escrita el 14 de febrero de 1974, San Josemaría pone tres ejemplos de ataques doctrinales en los que es necesario dar la cara: 1) «no caben ni ambigüedades ni compromisos. Si. por ejemplo, os llamaran reaccionarios porque os atenéis al principio de indisolubilidad del matrimonio, ¿os abstendríais de proclamar la doctrina de Jesucristo sobre este tema, no afirmaríais que el divorcio es un grave error, una herejía?»; 2) «Confundir a la Iglesia con una asamblea de fines más o menos humanitarios, ¿no significa ir contra el Espíritu Santo?»; 3) «No queremos a contribuir a empobrecer la espiritualidad de la Iglesia arremetiendo contra lo que Jesucristo mismo instituyó: disminuyendo el sacerdocio ministerial y su santidad, para que se confunda con el sacerdocio real de los fieles».
Esas tres cuestiones están siendo atacadas en ese aquelarre que es llamado el Sínodo de la Amazonia. Era impensable para muchos, pero no para el Opus Dei que fue avisado por San Josemaría, que una reunión de clérigos, obispos y cardenales se manifestara con tal falta de fe, en una general apostasía, desde la que trata de confundir al pueblo de Dios. «Ellos inventan el juego y deciden la posición de los demás. De estas típicas posturas falaces de ciertos eclesiáticos, que traicionan su vocación, brota como una frívola componenda, la doctrina desvaída, el alejamiento del pueblo de sus pastores, la pérdida de autoridad moral y la entrada en el ámbito de la Iglesia de facciones partidistas. En el fondo todo se reduce a que han caído en las redes de la dialéctica propia de una filosofía opuesta a la verdad, porque se fundamenta en violencias a la realidad de las cosas. Se descubre, también, que se teme más el juicio de los hombres que el juicio de Dios». Resulta imposible no ver el diagnóstico de la patochada de Sínodo en este texto de San Josemaría.
Permanecer callado en esta hora de emergencia de la Iglesia es un claro abandono del que se pedirá cuentas. Es inquietante que todo esto se esté haciendo con el aliento y la simpatía de Jorge Bergoglio, con abuso de la autoridad y tiranía modernista, el compendio de todas las herejías, como sentenció San Pío X y recuerda San Josemaría, La Iglesia es jerárquica, pero incluso el Papa ha de estar en comunión con las Sagradas Escrituras y con la Tradición de la Iglesia. Lo ha recordado el cardenal Muller y es la verdad. No le está permitido todo, No le está permitido casi nada, Hemos tenido que asistir a ritos paganos de la Pacha Mama en Iglesias católicas. Y hemos asistido al desmentido del Vaticano a su periodista de cámara que ha dicho que Jorge Bergoglio no cree en la divinidad de Jesús.
Se trata de establecer una nueva religión vaciada de todo contenido, utilizando a Amazones de atrezzo, negando su realidad, y ocultando que son más los evangelistas -porque creen en Dios- que los católicos. Porque, entre otras cosas, el obispo emérito de Xingu, Erwin Kräutler, quien presume públicamente no solo de no haber bautizado en un cuarto de siglo a un solo indígena, sino de no estar dispuesto a hacerlo. Apostasía, falta de fe. «Cuando escritores embusteros, que se atreven en su soberbia y en su ignorancia -quizá en su mala fe- a calificarse como teólogos, perturban y oscurecen las conciencias, cada uno de nosotros ha de anunciar con mayor fuerza la doctrina segura, a través de un proselitismo incesante», decía San Josemaría.
Y añadía: «Un desgraciado proceso, que partía de una embriaguez optimista por un modelo imaginario de cristianismo o de Iglesia que, en el fondo, coincidía con el esquema que ya había trazado el modernismo». Esa herejía domina el Sínodo, ha llegado al Vaticano, y «a grandes males, grandes remedios». Para estos tiempos se fundó el Opus Dei, un 2 octubre, fiesta de los Angeles Custodios. «En una palabra; el mal viene, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos -así se denominan ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la revelación- descreídos y arrogantes, profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias patológicas, escritores de catecismos heréticos, activistas políticos».
El Opus Dei tiene que hablar, tiene que hacer la corrección fraterna a Bergoglio. tiene que jugársela, para ser fiel a San Josemaría.