Luis Bru.
No Todo es mentira pero Las cloacas del periodismo II fue una cagada, y no porque esperaramos otra cosa, pero al menos alguna novedad, no temas viejos, manidos. Cuando se invita a Miguel Angel Rodríguez a la promoción, a hacerle la ola, en el programa, para caldear el ambiente, ya podemos esperar un programa acomodaticio a mayor gloria del sistema. Las cloacas del periodismo II no inquieto a nadie, así como el I apuntaba maneras. Risto Mejide debe dejar vacante el puesto de Savonarola para ocupar el de Galinsoga.
A Miguel Angel Rodríguez se le dejó decir que la publicidad institucional no se da solo a los amigos, para mediatizar, sino por estrictos criterios de equidad en relación con la audiencia; solo quedan 5.000 euros de remanente para un favor. ¡Qué risa, tía Felisa! Se neceista cara para soltar estas milongas. También se atrevió a decir que Pedro J Ramírez había sido muy crítico con el PP, «es su forma de entender el periodismo». Eso se lo dirán a Jaume Matas, complaciente anfitrión veraniego, defensor a ultranza de la piscina en suelo público, o a Eduardo Zaplana, con quien cenaba semanalmente en el restaurante Jai Alai, para coorinar estrategias. ¡Venga ya, a otro con ese cuento, MAR!
Las cloacas del periodismo II entraña muchas mentiras oficiales, hasta convertirse en una anténtica cloaca a favor del Estado. Luis Pineda, de AUSBANC, al margen de una absoluta falta de respeto a la presunción de inocencia y de ensañarse con un hombre que ha estado de preventivo más que una condena, de ser verdad que ha chantajeado a los bancos es un héroe social, por aquello del ladrón que roba a otro ladrón, y estos son de los peores. Los bancos nos chantajean a todos de mil maneras con dos mil comisiones y con cláusulas suelo tumbativas.
Tuvo ritmo y pulso en lo relativo al caso «Tolo» Cursach, el empresario mallorquín, con la guerra abierta entre los diarios Ultima hora y Diario de Mallorca. Y también en asuntos relacionados con el comisario Villarejo, con la consiguiente mierda a Eduardo Inda, Esteban Urreztieta, Manuel Cerdán y Alfonso Rojo. Leña al mono que es de goma. Relevante el ejemplo de llanero solitario de Carlos Otto en su justificada crítica al aeropuerto de Ciudad Real y la consiguiente represalia del empresario Domingo Díaz de Mera, empresario favorecido por José Bono, Todo es mentira ni las huele: el negocio del aeropuerto no estaba en que funcionara, sino en el movimiento de tierras y la construcción. Sorprendente la información sobre la guerra entre La Sexta y La Cuatro, con Miguel Contreras, Jaume Roures y Miguel Barroso, por un lado, y Juan Luis Cebrián por el otro, pero, claro, no se contó el final de la historia. No se contó nada de Intereconomía y el presunto alzamiento de bienes de Julio Ariza. No se llegó al momento actual, a la candente actualidad.
Pero vamos el tema central era el maldito vídeo de Pedro J, un hombre del pasado, en el que queda como la chelito, como un baboso degenerado. ¿A qué viene recuperar esta historia tan patética? Esa sucia historia pertenece al mundo sin Internet. Hay mucha gente que no la conoce, una historia de corpiños, tacones en el ojete y Pedro J relamiéndose con la «lluvia de oro» que le suministra Exuperancia Rapú, y entrará en Internet a conocer las desviaciones sexuales de Pedro J, y además de viejo y achacoso, para la rastre, le ve con un morbo que no le favorece, desprestigiado y lo lógico es que sienta asco, mucho asco, ante lo turbio del suceso. Buscando hacerle un favor, Risto Mejide le ha terminado de hundir en el lodazal de sus miserias. Le ha dado a conocer de una forma que a él, de seguro, no le gustaría. Incluso la única afirmación sensata y atinada es la de Rafael Vera pidiendo que Pedro J sea sometido a un peritaje psiquiátrico para que vea cómo le afecta a su vida pública su perversión privada que es «extrema». Para ver si está en cordura, si está centrado o si, en su caso, es aconsejable un frenopático temporal o definitivo.
Demolido el mito de Pedro J como periodista de investigación: «ha pagado fortunas» por dossiers. Cuando actuó por libre, montó el ridículo de la conspiranoia del 11-M, que pertenece a los ámbitos más ridículos y más mendaces: no investigó nada.
Otro pervertido sexual, Kennet Peacock Tynan, un hombre de teatro que dominó la escena inglesa largos años, decía que «mi lema es: en el ocaso, solo un tanga». Con un actriz desocupada elaboraba fantasías masoquistas, entre las cuales figuraba vestirse como una mujer, la actriz como un hombre y, en ocasiones, prostitutas como extras. «Aunque el sentido común, la razón, la bondad e incluso la camaradería recomiendan lo contrario…Es mi elección, mi vida, mi deseo…Es bastante cómico y ligeramente asqueroso. Pero me recorre el cuerpo como una infección y no puedo hacer otra cosa que sacudirme hasta que cesa el ataque».
Un sucio episodio para olvidar el de Pedro J, en el que lo único reseñable es lo bien que se portó Agatha Ruiz de la Prada, quien pudo tumbar al rijoso, y le perdonó, para luego tratarla como la ha tratado, como un cochero.