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Julio Ariza: ¡Qué te pilla el toro!

Redacción




Luis Bru.

Julio Ariza cogió la notificación y se le vino el mundo encima: la Seguridad Social había impugnado la subasta de Intereconomía Corporación para intentar recuperar su dinero. Tambien el abogado de la Agencia Tributaria se personaba en el caso. No era moco de pavo. Las deudas de Intereconomía a comienzos de 2018 ascendían a 84.894.135,22, que corresponden a 61.220.839,20 de Intereconomía Corporación y 23.673.296,02 a Grupo Negocios de Ediciones y Publicaciones.

Todo se le venía abajo. La subasta por la que su hijo se había hecho con Radio Intereconomía con Silicon Radio y un testaferro, Daniel Martín Escanciano. y una empresa fantasma, Farnesio Ventures SL había hecho lo propio con la joya de la corona, la televisión. No se trataba más que de un enjuague tosco con una empresa con sede en Torre Pacheco, Murcia, y el amigo de Ariza y antiguo CEO de Polaris World,  José Luis Hernández Dearce. Ahora iba a estallar por los aires todo el pastel. La tierra se abría bajo sus pies. Para forzar la situación se había utilizado una empresa de los chinos.

Mientras cavilaba qué hacer y antes de sacar de su primer cajón unos dossiers, uno de los cuales era el tamayazo, echó una mirada hacia atrás. Había tratado a la gente de una forma que él no hubiera consentido. ¡Qué tiempos aquellos que Radio Intereconomía condicionaba la Bolsa al alza y a la baja! Un equipo del Grupo invertía a tenor de lo informado coordinado por la fiel -demasiado fiel- Ana Roldán, a la que había puesto al frente de su patrimonio en El Periódico del Motor, tal era la confianza depositada en ella. Pensó en cuando puso en marcha en los estudios de la agencia Efe El gato al agua y él manipulaba desde casa las votaciones. Ahora sólo le quedaban deshechos de tienta como Miguel Durán y José Luis Balbás, dos personajes a los que gustaba escucharse y cuyas peroratas aburrían a las ovejas, jugando ambos a creerse muy importantes. Pasó el tiempo en que lanzó a Pablo Iglesias o el que asistía Albert Rivera, que aprovechaba para fichar a Begoña Villacís y al entonces senador socialista Luis Salvador.

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Se iba destapar todo el pastel, Hadoq y Tizona, e iba a resultar salpicados sus hijos, Julen y Gabriel. Todo se veía abajo. Después de ser un lameculos del PP había cumplido su sueño de tener su propio partido para presionar al PP. Lo había intentado con Libertas-Ciudadanos y luego con Mario Conde. A la tercera va la vencida: lo había conseguido con Vox. Pero era demasiado tarde. La empresa estaba a cero. Sin remedio.  Gastos mínimos. Ingresos, ni eso. Esperaban que la Comunidad de Madrid los salve. Pero aquello se parecía al beaterio de las arrecogías de santa María Egipciaca como siga así. Isabel Díaz Ayuso llegaba tocada por el asunto de AvalMadrid y era tanta la corrupción que los del PP querían pero no daban el paso. En cuanto a las empresas del Ibex, antes con todas las puerta abiertas, comentaban que estaban cansados de que Ariza siempre pidiera dinero, cada con una empresa, y estaban hartos de ningunear a los trabajadores, las auténticas víctimas de Ariza. Ahora tenía que conformarse con los extratiernos de El Pozo.

Ya está. Llamaría a Enrique López, flamante consejero de Interior, Justicia y Víctimas del Terrorismo, cuyos servicios habían sido tan útiles ante el Juzgado de lo Mercantil número 11 de Madrid. Se debían muchos favores y ambos pertenecían a un mismo orden moral..

Julio Ariza se despertó sudando frío. Había sido una pesadilla. Todo seguía igual. Iría un día más a la ruina en que había sobrevenido Intereconomía, ahora El Toro TV. Julio Ariza, ¡qué te pilla el toro!