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La fábula de la granja del periodismo

Redacción




Francisco Baus. Consultor de empresas.

El perro Jota, el borrico Fedeguico, el cerdo lucentino y su jefe, el lince ibérico, son personajes de una fábula sobre la fauna que pulula por la granja del periodismo patrio.

El perro Jota es un chow chow precioso que recibe los mejores cuidados de su madre adoptiva, una genial diseñadora. Antes de que su madre adoptiva emprendiese un camino en solitario, se encontraba unida al
responsable de que la mascota se llame Jota, quien más que un león se parece a un perro por varios motivos. Primero, porque ríe las gracias a sus patrocinadores, como un pelota, y segundo, porque le gusta adoptar
la postura del perrito y lamer plásticos cilíndricos cual huesito.

El borrico Fedeguico también recibe el mote del increíble hombre menguante de la radio. Este borrico acostumbra a dar coces a diestro y siniestro, incluso a quienes tendría que tener contentos para que le alimenten con alfalfa. Pero últimamente está muy mayor, para retirarse, y la estrategia de entrar en debate con los aristócratas madrileños no le está saliendo muy bien ante la realidad de que una mano invisible, tal vez del propio entorno de la aristocracia
madrileña le esté cerrando el grifo.

El cerdo lucentino entra en juego entre las ruinas de Lucentum, donde ahora se edifica la villa de Alicante. La fidelidad a la tradición del pensamiento hegemónico en su granja provinciana recuerda al clásico
orwelliano, en que el gruñón cerdo Napoleón tenía un auge seguido de un crepúsculo. El ambiente marrano se respira en un entorno nebuloso propio de un fumador empedernido, de una mirada de dibujo animado cual
Tío Gilito, de aires intelectuales cual caracol Perezgil de Barrio Sésamo, de andares quevedescos y nariz gongoriana, de impronta medieval acentuada por una tonsura que suele acariciar sutilmente mientras
recuerda uno de sus días más tristes, aquel 12 de abril de 2016 en que la segunda generación del jefe de su granja, peinánandose una melenita y una barbita de leoncito cual muñeco Rodolfo, le promocionó a una
posición alejada de la primera línea de la redacción periodística. Es lo que en latín se denomina promoveatur ut amoveatur. Desde aquel 12 de abril de 2016 se ha conocido entre amplias capas de la sociedad lo que se comenta los viernes en el círculo próximo a un restaurante del barrio de Vistahermosa, un auténtico desquite del conocidísimo
coleccionista de plumas para ser veraz con la historia del auge de un emporio editorial desde la compra de dos diarios canarios en 1978 por la sociedad ISECO del amigo guipuzcoano de un abogado laboralista y
político sevillano. En la celebración de la victoria electoral socialista de 1982, este magnate de ISECO, según se comenta en el cenáculo de la deslealtad porcina del barrio alicantino de Vistahermosa, se encontraba compartiendo mesa y mantel con un congresista bigotudo del departamento de Antioquía, que tiene sucapital en Medellín. Cualquier interesado puede consultar las fotografías de aquella reunión de 1982 y extraer sus propias
conclusiones.

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Al lince ibérico, es decir, el jefe maño del cerdo lucentino, no le gusta la deslealtad, y usando su astucia felina ha pensado en una diversificación en sus negocios, pasando a introducir una nueva línea
de producción, los productos cárnicos.

Mientras tanto, el cerdo lucentino está sonriente, ignorando que camina felizmente por una fábrica de chorizo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.