Enrique de Diego
Una de mis mayores satisfacciones profesionales fue tener el honor de contactar con Pedro, el tedax, que desactivó la mochila número 13, lo que permitió contar con las pistas que llevaron a la localización de los terroristas islámicos de la masacre de Atocha el 11-M y salvar muchas vidas (los terroristas intentaron atentar contra el AVE). Conocí de primera mano, todas sus vivencias en aquella jornada, la motivación de sus decisiones, el climax y cada uno de sus más íntimos sentimientos, como la fervorosa oración al ángel de la guarda –patrono de la Policía- en el traslado desde la Comisaría del Puente de Vallecas al Parque Azorín.
Pedro, el tedax, ingresó en la unidad en una oposición con nueve plazas y muchos candidatos. El alto riesgo de la función sugiere personas aventureras, temerarias, amantes del riesgo, pero se busca a personas con sentido común, capacidad analítica, carácter, determinación, valor, para ser capaces de gestionar situaciones límite, para gestionar el miedo (ansiedad adaptativa).
Pedro estuvo destinado en la Unidad Central de Desactivación de Explosivos, en la Sección de Investigación de Artefactos Terroristas, donde realizó multitud de análisis, informes técnicos y periciales. También estuvo en el grupo Tedax de San Sebastián. Allí fue feliz. Los tedax, por deformación profesional, se sienten bien entre ellos; a la gente no suele gustarle hablar de bombas. Pedro es, pues, un experto en los artefactos explosivos de ETA.
En enero de 2003 se incorporó al grupo de desactivación de explosivos de la Jefatura superior de Policía de Madrid. Un grupo de referencia, porque ETA buscaba siempre en Madrid sus atentados de mayor proyección. Y es un grupo muy castigado, con muchas bajas. En junio de 1985, un tedax es asesinado y otro gravemente herido: desactivando un explosivo colocado en el coche abandonado por los etarras en el parking de El Corte Inglés de Goya. El 12 de junio de 1991 son asesinados dos tedax al intentar desactivar un paquete-bomba de ETA y el 1 de julio del mismo año mueren asesinados otros tres.
El 11 de marzo de 2004, el tedax Pedro entra de servicio en el GDE, sito en el Complejo Policial de Moratalaz como operador número uno, quien, según el protocolo, se encarga del desarrollo técnico-operativo de la operación y aborda la desactivación; es decir, el que se juega la vida si aparece alguna bomba y también el mando último en ese caso. El operador número dos sigue las directrices que le marca el número uno y le apoya técnicamente; ese es el reparto de papeles.
Poco después de las 8,00 se le ordena que se traslade a la Estación de Atocha, concretamente a la altura de la calle Tellez; al tren siniestrado en ese lugar. El panorama es dantesco: muertos por todos lados, bomberos, ambulancias, gente espontánea. Se procede a precintar la zona y a establecer el perímetro; los únicos que entran en el cinturón establecido son los tedax.
En los trenes de Atocha y Tellez, la secuencia de los vagones explosionados es la misma: bombas en los vagones 1, 4, 5, y 6. En Atocha, falla la bomba del vagón 1. En El Pozo, estallan las de los vagones 4 y 5 y fallan dos, sin poder determinar su ubicación exacta; en Santa Engracia, estalla una sola bomba en el vagón número 4. Es probable que los terroristas establecieran secuencias para evitar duplicidades.
En el pasillo del vagón número 2 del tren de la calle Téllez hay una bolsa sospechosa de grandes dimensiones. Pedro la inspecciona: resulta ser comida de un trabajador que viajaba en el tren. Peina todos los vagones. Labor nada sencilla porque hay que desplazarse entre los cadáveres revisando los objetos en los vagones y en los alrededores, para asegurar la zona. Al tratarse de un tren, con muchos cableados, elementos metálicos, etc., es una labor compleja. Se recoge todo cuanto pueda pertenecer a los artefactos y servir para reconstruir la configuración.
El atentado le resulta desconcertante. Es absolutamente indiscriminado. No se corresponde con el modus operandi de ETA y a Pedro se le viene a la mente un 11-S en trenes. Las noticias que van llegando del balance de muertos son abrumadoras.
Ese 11 de marzo de 2004, in situ, todo es aterrador, todo es extraordinario, nada que ver con la frialdad ulterior de los informes, ni con la quietud burocrática del sumario. Todo se mueve; todo es apocalíptico; todo supera lo imaginable. Y el miedo anda suelto, aúlla; nadie es inmune a ese sentimiento paralizante en medio de una tensión máxima, porque nadie sabe a ciencia cierta a que se enfrenta; puede haber nuevos atentados, en cualquier parte pueden esconderse trampas para cobrarse vidas de Tedax.
Los de la Unidad Central han encontrado una bomba sin explotar. Cuando se descubre el teléfono móvil con los cables en un bolsa azul, se intenta neutralizar el artefacto –sin inspeccionar el explosivo- mediante la colocación de un carga de hiperpotencia sobre la bolsa.
La carga de hiperpotencia está diseñada por los propios tedax españoles, gente con imaginación, que ha improvisado muchas técnicas y sistemas de desactivación, a la vanguardia de las mejores unidades del mundo, y ha sido copiada internacionalmente. Consiste en un explosivo que aplica su onda expansiva sobre un recipiente con agua, la cual sale a tal velocidad, presión y potencia que desbarata el artefacto o por simpatía lo hace estallar.
Es lo que sucedió con la bomba de Atocha: explota sin dejar ni rastro. Había que estar allí para juzgar. Una segunda bomba sin explotar…La carga de hiperpotencia se poner a más distancia, pero también estalla. Pedro, el tedax, piensa que así no se van a conseguir pruebas.
Tras pasar la mañana y la tarde en Téllez, y cuando el juez ordena el levantamiento de los cadáveres, entonces Pedro regresa a la base, tras quedar con Renfe –quiere restablecer el tráfico al día siguiente y durante la noche va a proceder a retirar los trenes, incluidos los vagones siniestrados- en que se les avisará para ir a mirar debajo, en la vía y en los cráteres, donde puede haber elementos de los artefactos. El lugar de la masacre queda vigilado por los efectivos policiales. Pronto se suceden las llamadas y realizan dos o tres salidas; todo lo que encuentran son restos humanos.
Regresan a las 1,40 horas. En torno a las dos de la mañana, se recibe una llamada de la Sala del 091, que recepciona Pedro. En ella se le informa que desde la Comisaría de Puente de Vallecas avisan, de que entre los enseres y pertenencias de las personas que viajaban en el tren de El Pozo, hay una bolsa que contiene en su interior un teléfono móvil del cual parten dos cables que a su vez se introducen en una bolsa de plástico, todo ello contenido en una bolsa de deportes. La descripción coincide con la configuración de los dos artefactos que aparecieron en la mañana del 11-M en las estaciones de Atocha y El Pozo.
- Sí, es una bomba. ¡Que desalojen de inmediato la Comisaría! Vamos para allá.