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El drama de la telesabura

Redacción




Mike Sala.

Una de las formas que se me ocurren más seguras para que un político pierda unas elecciones es que proponga convertir los canales de televisión en espacios de programación de calidad que aparquen la telebasura para horarios de madrugada.

¿Pero, qué podemos entender por telebasura? Seguro que lo primeo que pensamos es en Telecinco; para mí, Telecirco. Este canal, tanto el principal como los secundarios, constituyen el mejor ejemplo de televisión basura en España, sin perjuicio del tipo de comunicación y espectáculo que practican otros de la competencia.

Telecirco tiene una serie de programas, repartidos por varios de sus canales del sello Mediaset, en los que las figuras principales siempre son los mismos. Uno o dos presentadores estrella, generalmente haciendo gala de su homosexualidad; una serie de periodistas que se atacan entre ellos y exponen sus vidas privadas a conveniencia de talonario, y un pequeño rebaño de famosos, unos son artistas venidos a menos y otros son participantes de realities que van apareciendo en todos los programas siguiendo el guion que les marca Telecirco para simular romances, cuernos y desavenencias que, por mucho que cueste creerlo, disparan las audiencias entre un público tan falto de cultura y principios que es capaz de tragar con cualquier cosa que le ayude a evadirse de la vida diaria.

Y aunque en España e Italia la telebasura sea el fenómeno más acusado de la televisión (no en vano Mediaset es propiedad de un italiano que produce casi los mismos programas en ambos países), en el resto de Europa la programación soez y palurda también tiene sus numerosos seguidores. El canal privado de televisión ITV acaba de cancelar el Jeremy Kile Show, espacio polémico y sensacionalista, por un oscuro caso de suicidio de un hombre llamado Steve Dyamond, quien participó en este programa sometiéndose a un test de polígrafo que reveló que Steve Dyamond había sido infiel a su esposa. Él quería demostrar justo lo contrario sometiéndose al test, pero el propio test, cuyos resultados son siempre tenidos por verdaderos como si fuesen palabra de la deidad, mostró que Dyamond era un adúltero.

El resultado de semejante ocurrencia fue que la esposa de Steve Dyamond le dejó y él se suicidó días después. El canal ITV publicó una escueta nota: “Los pensamientos y condolencias de todos en ITV están con la familia y amigos de Steve Dyamond”. Es decir, que en un par de semanas todo olvidado, el muerto enterrado y a planificar otro show que remueva la porquería suficiente como para atraer la publicidad de las grandes cuentas que pagan a precio de oro unos pocos segundos de prime time.

¿Es esta historia un argumento y también un resultado de la telebasura? Sí. Pero no olvidemos que telebasura no es solo una serie de programas presentados y protagonizados por elementos frívolos y faltos de principios. También es telebasura una línea editorial de informativos que oculta información, o la manipula para dañar a unos en beneficio de otros. También es telebasura emitir una serie de documentales “históricos” que alteran el pasado para ocultar las vergüenzas de quienes siempre se presentan como víctimas cuando fueron tan asesinos y despiadados como dicen a sus enemigos. También es telebasura, y de la peor especie, una programación infantil que busca condicionar a niños y adolescentes a conveniencia de un sistema que con una mano les ofrece sexo y con la otra les arrebata la inocencia como paso previo a la desnaturalización del individuo.

Los casos como el de Steve Dyamond son escasos, pero reveladores. Muestran hasta qué punto puede llegar la influencia y las consecuencias de una mala decisión y de una programación soez. Pero que la muerte de uno no nos haga perder de vista la tragedia de otros muchos, que abducidos por personajes polémicos de falsas, atractivas y en realidad destruidas vidas fabricadas a golpe de chequera, son incapaces de pisar el suelo de la realidad y pasan horas y horas cada día sentado frente a una pantalla que les idiotiza a conciencia y les manipula sin escrúpulos.