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Los Diez Mandamientos en Semana Santa

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

En octubre de 1954, Cecil B. De Mille (1881-1959) y su equipo zarparon con destino a El Cairo para comenzar el rodaje de una de las grandes obras de la historia del cine, la que iría siempre y en todos los lugares del mundo unida indeleblemente a su nombre: Los Diez Mandamientos (The Ten Commandments).

De Mille, pionero y fundador de Hollywood con su película The squaw man, rodada en 1913, había mostrado su fabuloso talento como narrador en obras maestras como The Cheat, 1915, Rey de Reyes, 1927, El signo de la Cruz, 1932, Cleopatra, 1934, Las Cruzadas, 1935, The Plainsman, 1936, Union Pacifico, 1939, Piratas del mar Caribe, 1942, Los inconquistables, 1947, Sanson y Dalila, 1949 y El mayor espectáculo del mundo, 1952. Además su nombre iba por delante de las estrellas de sus películas en las marquesinas gracias a su popularidad personal y al extraordinario éxito de las obras.

Los Diez Mandamientos habría de convertirse en su obra cumbre y en una de las películas icónicas de la Historia del Cine. En Semana Santa, junto a Ben Hur de William Wyler o cualquiera de las películas sobre Cristo, revisar o descubrir la obra de De Mille es una experiencia cinematográfica de primer orden. Aunque puede reconocerse que la película –literalmente– no ha dejado nunca de proyectarse en algún lugar o emitirse en las TV de todo el mundo durante los últimos 60 años. El investigador Henry Noerdlinger había estado investigando durante años, consultó millares de libros y revistas y fotografías, el resultado fue un libro científico editado por la Universidad de California del Sue: Moisés y Egipto.

El primer milagro de Los Diez Mandamientos es su capacidad para unir rigor y aventura, religión y drama, pasión e historia. Todos y cada uno de los elementos de la película están reconstruidos según la documentación histórica más rigurosa, incluso las Tablas de la Ley y los grabados que en ella aparecen (las tablas con los mandamientos fueron construidas con auténtica piedra del Sinaí, con las medidas indicadas en el Midrash Raba y con los caracteres de las letras en cananeo arcaico). Pocas personas iban a ser conscientes de este esfuerzo, pero el espíritu de De Mille al hacer la película era el mismo que animaba a los autores de las grandes catedrales: emplear el arte para dar testimonio de la grandeza de su fe. Meses de rodaje, un reparto fabuloso encabezado por Charlton Heston (cuyo parecido con la célebre estatua de Moisés creada por Miguel Ángel, le proporcionó el papel, una de las cumbres interpretativas de su brillante carrera), un infarto sufrido por De Mille en la primavera de 1955… El rodaje concluyó el 13 de agosto de 1955 pero el montaje final no estuvo listo hasta febrero de 1956. Todo ello pude contarlo con detalle en mis libros sobre De Mille (Cecil B. de Mille. Cileh, 1991) y Heston (Charlton Heston, la épica de un héroe. Eiunsa. 1999).

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Los interiores se filmaron en los estudios de la Paramount, pero todas las escenas del Éxodo se firmaron en Egipto y en el Monte Sinaí. La espectacular secuencia de la liberación de los esclavos hebreos –uno de los instantes mágicos del cine épico– reunió a 20.000 extras, todo un esfuerzo para el director que mejor ha sabido mover las masas en la historia del séptimo arte. El decorado de la ciudad del faraón se inspiro en el que se había utilizado para la versión de 1923 dirigida por el propio De Mille. La historia de esta ciudad fantasma y fabulosa es una revelación en su misma.

Después de terminar el rodaje de Los Diez Mandamientos (1923), el conjunto arquitectónico creado era demasiado cara para ser transportada. La Ciudad del Faraón fue el decorado cinematográfico más grande jamás construido, con sus estatuas del rey-dios de 11 metros, sus 21 esfinges y sus muros de más de 30 metros. Se decidió, entonces, cavar una zanja y enterrarlo en pleno desierto. El equipo de Paramount mantuvo en secreto el lugar donde se enterrarían los restos. “Si dentro de mil años los arqueólogos lo desentierran en la dunas de Guadalupe, espero que no vendan a los periódicos la asombrosa noticia de que la civilización egipcia se extendió desde el valle del Nilo hasta la costa del Pacífico de Norteamérica”, escribió Cecil B. DeMille en su autobiografía de 1959.

En 1983, un grupo de arqueólogos descubrió La Ciudad del Faraón en el desierto californiano. Aunque las excavaciones arqueológicas empezaron en 2012, tuvieron que interrumpirse por falta de fondos y no han podido retomarse hasta 2014 bajo la dirección del arqueólogo Kholood Abdo Hintzman.

El estreno de Los Diez Mandamientos (1956) tendría lugar el 9 de noviembre de 1956. La película batió todos los récords de taquilla y se convirtió en la segunda película más popular de la historia del cine, tan solo por detrás de Lo que el viento se llevó. Hoy, 61 años después, la película se ha exhibido ininterrumpidamente en todos los lugares del mundo, logra colosales índices de audiencia en las distintas televisiones y ha sido editada varias veces en video y DVD. Los Diez Mandamientos es la culminación de la grandiosidad de Hollywood, un formidable espectáculo de cultura popular, una lección narrativa de cine y una película comprometida que constituye –en expresión de Carlos M. Stahelin– el máximo esfuerzo del cine para difundir la palabra de Dios.

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Para conmemorar el 50 aniversario, la Paramount lanzó una espectacular edición en DVD con cuatro discos llenos de extras, entre ellos la primera versión de Los Diez Mandamientos realizada por el propio De Mille en 1923 (donde la historia bíblica es el prólogo de 45 minutos y el resto del metraje corresponde a una historia moderna de una familia, uno de los hermanos representando al bien, y el otro al mal).

Hombre íntegro, independiente, decidido, Cecil B. De Mille se comprometió con la causa de la libertad, llevó el cine en su sangre, se declaró conservador en un mundo que empezaba a quebrar sus principios fundamentales y fue fiel a su estilo hasta su muerte. Siendo el director más popular del cine –junto a Alfred Hitchcock– fue un autor en el sentido más profundo del término. La visión, hoy, de la magna Los Diez Mandamientos es la mejor prueba de su inmenso talento, sobre todo en secuencias tan magistrales como el Éxodo, la apertura de aguas del Mar Rojo por Moisés –otro instante mítico- o en ese momento de profunda tensión en el que Yul Brynner lleva a Anne Baxter ante un Moisés (Charlton Heston) atado y prisionero para que contemple el deseo que nunca podrá saciar. Sádica venganza en esta escena magistral de una obra maestra asaeteada de continuo por momento mágicos e inolvidables.

Merece la pena en esta Semana Santa, y en cualquier momento del año, sentir la magia de una obra que ya forma parte de la memoria cultural del siglo XX y cuyo atractivo está destinado a perdurar mientras en algún lugar del mundo se proyecten o emitan películas de cine.