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Carta a Andrés Manuel López Obrador: Eres el mayor estúpido del mundo mundial

Redacción




Enrique de Diego.

En estos tiempos en los que la estupidez campa por sus respetos, eres, Andrés Manuel López Obrador, el mayor estúpido del mundo mundial. Has batido el récord. Tu marca es imbatible. Por de pronto, que exija perdón por la conquista un personaje que se apellida López Obrador es una broma macabra o un despiste monumental. No te cortes, Andrés Manuel, vete a exigir que pidan perdón los López y los Obrador de México. Empieza por pedir perdón tu mismo, pedazo de pringado.

Lo de que se pida perdón por hechos que sucedieron hace quinientos años es también una estupidez colosal, sólo digeribles por mentes muy trastocadas como la Ione Belarra, que siempre se apunta a dar la tabarra. Supongo que no quedará ningún superviviente de aquello. Pero, al fin y al cabo, animal de bellotas, has sido elegido democráticamente, de forma que tienes la legitimidad para recuperar el culto azteca a Huitzilopochtli y dedicarte a recoger adolescentes para clavarles el cuchillo de oxidana en el pecho y sacar el corazón palpitante, para luego tirar el cuerpo caliente por las escaleras para la edificante práctica del canibalismo. Da ejemplo.

Estas cuestiones de tratar de reescribir la historia y de inventarse problemas es propio de los más inútiles entre los inútiles. Vamos a desmenuzar un poco la sarta de estupideces que contiene tu carta a Felipe de Borbón y a Jorge Bergoglio. Mira, Andrés Manuel, eres un completo ignorante y un pedazo de pedante. Vamos con la primera chorrada: «la llamada Conquista, o descubrimiento, o encuentro entre dos mundos o culturas, en realidad fue una invasión y se cometieron muchas arbitrariedades, se sometió a los pueblos de nuestra América«. ¿A quién se invadió, López Obrador? Te recuerdo, ignorante proteico, que en el ejército del gran, el inmenso Hernán Cortés iban miles de guerreros totonacas y tlascaltecas. Los aztecas sí que eran unos jodidos invasores y unos opresores de una crueldad inaudita: tenían un imperio, fruto de sus conquistas, en el que los pueblos sometidos tenían que ofrecer ricos presentes en forma de adolescentes para los sacrificios humanos. Y eso de nuestra América se lo dirás a la cara a Américo Vespucio, que se dedicaba con gran pericia a hacer mapas.

Decirle, en el siglo XVI, a Hernán Cortés y a sus hombres que eran unos invasores hubiera provocado un intenso desconcierto. El derecho de conquista lo consideraban lo más normal del mundo. Lo practicaba todo el mundo. Los aztecas no eran ecopacifistas animalistas sino que practicaban el derecho de conquista de manera compulsiva. Hay muchas culturas “precolombinas” que simplemente fueron exterminadas. Los tlascaltecas les tenían tantas ganas a los aztecas que no entendían la debilidad del gran, el inmenso Hernán Cortés de no masacrar y aniquilar a todos los prisioneros. Y cuando podían acabar con Cortés y los suyos, tras la Noche Triste, les acogieron a las mil maravillas y lucharon junto a ellos. Así que todos los descendientes de los tlascaltecas a pedir perdón, leches, Para muchos, Cortés y los suyos fueron libertadores. Por ejemplo, para doña Marina, la “Malinche”, Dios la tenga en su gloria, a la que no hacía ninguna gracia ser pasada por la piedra de los sacrificios.

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Tampoco vamos a exigirte a ti, López, que nos pidas perdón por los españoles que sacrificaron, tras la Noche Triste, a la vista de sus compañeros, para más recochineo, y que luego se comieron esos malvados caníbales.

Si naces más tonto, Andrés Manuel, no naces, porque es de traca eso de que  «es necesario que se haga un relato de agravios y que se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones de lo que hoy llamamos derechos humanos”. Eso de los derechos humanos es adelantarse varios siglos, pedazo de merluzo, ha habido que pasar por el juramento del juego de pelota y la revolución francesa. Es como decir que en la conquista no se respetó la Convención de Ginebra o no se respetaron las ambulancias de la Cruz Roja. Una cosa es la ucronía y otra la gilipollez al por mayor. “En estas tierras hubo matanzas, imposiciones…” Vamos que los aztecas eran unas ursulinas o hermanitas de la caridad. “La llamada conquista se hizo con la espada y la cruz, las iglesias se edificaron encima de los templos indígenas». Pues, menos mal que se hizo con la Cruz, porque fue bajo el amparo de la Cruz bajo el que se estableció la dignidad de los indígenas. Enfrentamiento dialéctico entre Fray Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de las Casas en la Junta de Valladolid (1550-1551).

«Con esto vamos a saber qué sucedió hace 500 años, si hubo o no agravios, si como estamos planteando es necesario pedir perdón y comenzar una etapa de reconciliación. O si, por el contrario, pensamos que no hay que disculparnos, que todo fue fortuito, normal, que no hubo violaciones a lo que hoy conocemos como derechos humanos. Todo eso debe analizarse, no en el afán de la confrontación, sino buscando que salga a la luz, que podamos pedir perdón y reconciliarnos». Y dale con los derechos humanos. Vamos a exigir a los romanos que pidan perdón por lo que les hicieron a Viriato y a los lusitanos y que Macron venga de rodillas desde el Elyseo hasta la Puerta de Sol para pedir perdón por la carga de los mamelucos.

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Vamos a ver, López Obrador, mayor estúpido del mundo mundial con diferencia. Mira, Adolf Hitler abre el Mein Kampf diciendo que la política de mestizaje llevada a cabo en Hispanoamérica fue un completo fracaso y que lo debíamos haber hecho era exterminar a los indígenas. Más allá del Río Grande, por donde Trump está edificando un Muro para que invadan Estados Unidos las víctimas de las desastrosas políticas de los gobierno mejicanos, masacraron a los indígenas y los recluyeron en reservas, donde luego montaron algunos casinos. Cuando los criollos se sublevaron, los indios por lo general lucharon por la Corona de España, que los protegía. Los genocidios se produjeron después de la pérdida de soberanía de España, como en Argentina con el generar Rosas que exterminó a los indios de la Pampa.

En 1916, Madison Grant, publicó The passing of the Great Race, un best seller de tono pseudocientífico en el que sostenía que, a causa de la inmigración irrestricta, Estados Unidos casi había logrado “destruir el privilegio de su cuna; es decir, las ventajas morales e intelectuales que un hombre de buena estirpe trae consigo al mundo”. El autor argumentaba que el resultado del “crisol” de razas se manifestaba en México, donde “la absorción de la sangre de los conquistadores españoles originales por la población india nativa” había producido una mezcla degenerada “ahora consagrada a la tarea de demostrar su incapacidad para el gobierno propio”.

La verdad es que, Andrés Manuel López Obrador, tienes problemas demasiado acuciantes en el presente para andar mandando cartitas estúpidas sobre hace 500 años. De hecho, tienes en México una guerra interna muy cruenta: 93 asesinatos al día, 4 cada hora. En marzo de 2017 hubo 2.746 decesos violentos. De enero a mayo de 2018: 13.298 y 328 feminicidios. En México mueren más periodistas por muerte violenta que en Afganistán: 26 y 24, respectivamente, en 2018. Y de eso, digo yo, que no tendrá la culpa el gran, el inmenso Hernán Cortés (con unos pocos cientos de valientes conquistó un imperio cruel y sanguinario de millones), sino que la que tendrás tú, López Obrador, incompetente proteico.