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Abraham Seneor, el último rabino de Castilla

Redacción




Enrique de Diego.

En el año 2009, la Biblioteca Homo Legens publicó mi libro «El último rabino», dedicado a recrear el personaje de Abraham Seneor, un segoviano que fue el rabino mayor de las aljamas de Castilla hasta la expulsión de los judíos y toda la decisiva época que vivió con el agitado reinado de Enrique IV y el ascenso al trono de Isabel, la Católica. La Biblioteca Homo Legens la dirigía Javier Paredes, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, que hizo un trabajo espléndido. El libro es magnífico en su edición, en la elección del papel, el tipo de letra, la corrección esmerada sin errata alguna, en la preciosidad de la portada, la solidez de la tapa. Un trabajo bien hecho, esmerado.

Artesonado morisco en San Antonio el Real.

Tras ese reconocimiento de justicia, me gustaría hablar un poco de Abraham Seneor, un personaje fundamental en una de las etapas más decisivas de la historia de España. Abraham Seneor fue muy amigo de Isabel y su concurso fue decisivo para que accediera al trono. Junto con Beatriz de Bobadilla, mantiene la reunión decisiva con Enrique IV Trastamara que establecerá la concordia definitiva entre los hermanastros. Seneor, en tanto que jefe de la comunidad judía de Castilla, buscó dotar de estabilidad al reino porque las guerras y los conflictos eran malos para los judíos, significaban persecuciones. Su empeño fue exitoso y, sin embargo, todo se le torció, pues bajo el influjo de fray Tomás de Torquemada, prior del Convento dominico segoviano de Santa Cruz, donde ahora hay instalada la sede de una Universidad privada, se puso en marcha la Inquisición bajo control regio y se terminó decidiendo la expulsión de los judíos tras la toma de Granada.

Tabla flamenca en San Antonio el Real.

Con frecuencia los numerosos turistas que invaden Segovia, preferentemente los fines de semana, se quedan en los tres monumentos señeros de la ciudad: el Acueducto, la Catedral y el Alcázar. Se pierden auténticas maravillas donde se decidió el destino de España y, en buena medida, del mundo. Así que el libro -que no está a la venta- es también una guía de Segovia, con maravillas como San Antonio el Real, pabellón de caza de Enrique IV, que esconde en su claustro, pues hoy es convento de clausura de monjas, lo que iba a ser el mausoleo de los Trastamara, realizado por el gran arquitecto Juan Guas; el monasterio de El Parral, último reducto de la Orden de San Jerónimo, que lo fue todo hasta la desamortización de Mendizábal, y donde está enterrado el gran conspirador que fue el marqués de Villena; o iglesias románicas como San Martín, San Millán, la Trinidad, la Vera Cruz o San Lorenzo. Luego están los Palacios de aquellos burgueses de una Segovia que exportaba manufacturas a toda Europa, especialmente sombreros.

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La casa de Abraham Seneor estaba en el actual convento de los Franciscanos, situado en la Judería vieja, a espaldas de la catedral. Ahora hay un Museo llamado de Abraham Seneor en lo que fue la casa de los Laguna, de Andrés Laguna el gran médico. Puede resultar algo difícil imaginarse aquella Segovia industrial y levantisca, de cuyo Alcázar -donde se guardaba el tesoro del reino, el Banco de España, vamos- salió Isabel para ser alzada como reina de Castilla en la Iglesia de San Miguel y la Plaza Mayor.

Otra maravilla es la antigua Sinagoga hoy Iglesia de Corpus Christi.

Tímpano del Convento dominico de Santa Cruz, del que fue prior Tomás de Torquemada.

El debate sobre la Inquisición que iniciaron los franciscanos, en Segovia (el antiguo convento de los observantes es hoy la Academia de Artillería) con fray Alonso de Espina con su Fortalecium fidei, fue secundado por los dominicos de Torquemada, y hubo una suave resistencia por parte de los jerónimos con Fray Hernando de Talavera y Fray Alonso de Oropesa.

Retablo del monasterio de El Parral. A los lados, las tumbas del marqués de Villena y de su esposa.

Para el libro conté con el apoyo inestimable de mi queridísimo padre, Mariano de Diego, que en gloria esté, y en buena medida es historia novelada, porque las cuestiones en litigio eran de tanta enjundia e importancia, que la realidad superaba a la ficción. Desde 1456 a 1492, los acontecimientos se producen a velocidad de vértigo: el reinado y la sucesión de Enrique IV, la guerra civil entre los partidarios de Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, la unión de las Coronas de Aragón y Castilla, el fin de la Reconquista, el Descubrimiento de América. Una medida de Isabel la Católica, que encontré perdida entre los textos, me parece que ayudó sobremanera al mestizaje: puesto que la expedición de Cristóbal Colón tenía un componente de Cruzada -las tres carabelas llevaban la cruz paté templaria- Isabel decidió prohibir la presencia de prostitutas en los barcos, así que los marinos arribaron sin mujeres.

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Monasterio jerónimo de El Parral.

En toda esa marabunta de pasiones, Abraham Seneor se movió con gran pericia en la corte e incluso intentó parar el decreto de expulsión viajando a Granada, junto con Isaac ben Judah Abravanel. Éste decidió salir de Sefarad manteniéndose en el judaísmo, mientras Abraham Seneor recibió el bautismo católico, apadrinado por los reyes, y recibiendo el nombre de Fernando Pérez Coronel. La familia Coronel seguiría escribiendo páginas de gloria en la historia de España. Fueron muy amigos de Erasmo de Rotterdam. Dos sobrinos de Abraham marcharon a la Sorbona y uno de ellos fue rector de un Colegio Mayor, Monteagut, donde se hospedó una larga etapa Erasmo. El hermando de Abraham, Pablo Coronel, fue catedrático en Alcalá y secretario de la magna Biblia Políglota. Tengo la convicción de que fue el autor de El Lazarillo de Tormes. La nieta de Abraham, María Coronel matrimonió con el héroe segoviano de las Comunidades, Juan Bravo, y el padre de María e hijo de Abraham, fue el tesorero de la Junta de Comunidades, rebelión que, sin duda, hubiera acabado con la Inquisición. Pablo Coronel y María Coronel están enterrados en el Monasterio de El Parral. He incumplido, por ahora, mi propósito de dar continuidad a «El último rabino» con una historia novelada de los comuneros de la orgullosa Comunidad y Tierra de Segovia, que incluía el Sexmo de Casarrubios, casi toda la Comunidad de Madrid, con Chinchón; Navalcarnero, repoblación segoviana; San Martín de la Vega, donde se afincaron los segovianos que iban a defender la frontera; o Sevilla la Nueva, a la que pusieron ese nombre por un segoviano conocido como El Sevillano.

Torre de los Arias Dávila, Segovia.

Mención importante dentro del libro merece el obispo de Segovia de la época, Juan Arias Dávila, que introdujo la imprenta en España, con Juan Parix y la edición del Sinodal de Aguilafuente. Torquemada abrió juicio inquisitorial sobre los padres de Arias Dávila y el obispo terminó llevándose sus restos y refugiándose en Roma. Las escenas inquisitoriales, como la purga de Guadalupe, son de una gran crudeza. Los dominicos tenían a sueldo a un esbirro que declaraba en todos los juicios. La Inquisición no fue garantista, sino nítidamente totalitaria.

Dejar constancia de que Abraham Seneor es una de las grandes figuras de la historia de España.