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La derecha parte con desventaja: La Ley D’Hondt y el espejismo andaluz

Redacción




Miguel Sempere.

Rambla Libre ha consultado a expertos y votantes de los diferentes partidos para tomar el pulso de la moral de victoria en esta situación de precampaña. El PSOE, superada la depresión andaluza, está seguro de ganar las elecciones y poder formar gobierno si consigue movilizar a su electorado y fagocitar a Podemos. Para esa movilización confía especialmente en el “miedo” a Vox.

La derecha social está tan convencida o más de que habrá una reedición del escenario andaluz con una alianza de PP, Vox y Ciudadanos, capaz de formar gobierno. Ninguno de los dos bloques parece tener en cuenta los efectos objetivos de la Ley d’Hondt.

A título de ejemplo previo, recordemos el caso de UPyD. En el año 2008 obtuvo 306.079 votos y un solo escaño, el de Rosa Díez. En 2011 se convirtió en la 4ª fuerza con la nada desdeñable cifra de 1.143.225 votos, lo que le representó sólo 5 escaños. Y en 2015 se quedó sin representación si bien sacó 155.153 votos. La Ley D’Hondt más 52 circunscripciones convierte en inútiles una gran cantidad de votos, de las fuerzas que queden en 3, 4 y 5 lugar. Y beneficia a aquellas formaciones que concentran sus votos en unas pocas circunscripciones, como sucede con los separatistas.

El deterioro de Podemos, que dan como tendencia todas las encuestas, puede dejar sin opciones de mayoría absoluta a una alianza PSOE-Podemos, pero la Ley D’Hondt perjudica especialmente a la derecha.

Lo que en su día fue el espacio político del PP hoy está dividido en tres opciones. La reflexión de José María Aznar es acertada. Tanto Ciudadanos como Vox pueden ser considerados en origen como escisiones del PP. Ciudadanos con epicentro en Cataluña y luego expansionándose a todo el territorio nacional. Y Vox ante la corrupción ideológica del marianismo, o la derechita cobarde, y el movimiento sísmico del golpe de Estado del secesionismo catalán y la respuesta de un 155 vergonzante.

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En principio, estas tres formaciones políticas, al dividir el voto, no pueden ganar las elecciones. La moral de victoria de la derecha social se basa en el reciente ejemplo de las elecciones andaluzas de 2018, pero esa proyección es claramente un espejismo. El PSOE perdió 400.000 votos (1.009.243 frente a 1.409.042), Adelante Andalucía, 300.000, con respecto a la suma de Podemos e IU en 2015 (584.040 frente a 863.938). Pero el PP perdió otros 300.000 votos (749.275 frente a 1.064.168). Los que ganaron votos fueron Ciudadanos, 300.000 (659.631 frente a 368.085) y Vox, 380.000 (395.978 frente a 18.017). En 2015, UPyD cosechó 76.653 votos.

Básicamente, Vox ganó votos del PP; mientras Ciudadanos seguramente sumó los de UPyD y ganó también votos del PSOE. La derrota de los socialistas y de Adelante Andalucía se labró especialmente en la abstención, que fue utilizada como voto de castigo. Si la izquierda hubiera estado movilizada no hubiera perdido las elecciones andaluzas. No ha habido trasvase de votos entre bloques para explicar la derrota de la izquierda.

Si esa desmovilización no se produce con la “división” de la derecha en tres opciones quien tiene más posibilidades de vencer es la izquierda. Hay encuestas que muestran el fuerte hándicap de la existencia de tres derechas en las urnas. Especial credibilidad puede concederse al sociómetro del Gobierno vasco de febrero de 2019, referido a las elecciones forales y municipales. Con un voto bastante fijo entre bloques, la división del voto de la derecha conduciría a que el PP pasaría de ser la primera fuerza en Álava a la cuarta, mientras Ciudadanos sólo mantendría su escaño en Álava, mientras Vox no obtendría representación ni en los ayuntamientos de las tres capitales ni en las Juntas Generales. Esto es extrapolable a las elecciones generales en cuanto a la máxima de que una mayor división del voto reduce la obtención de representatividad.

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Para que esa división sea corregida y no resulte letal tendrían que producirse fenómenos del tipo:

1.- Que la derecha social concentre sus votos en dos de las formaciones, considerando inútil el voto a la tercera en liza.

2.- Que Vox capitalice una parte significativa del trasvase de votos de Podemos (como sucede en otras naciones europeas), en vez del PSOE.

3.- Que Ciudadanos sea capaz, como ha sucedido en Andalucía, de entrar en el caladero de votos socialistas.

En ese sentido, los estrategas socialistas sitúan a Ciudadanos como el principal adversario táctico a batir, y a Vox como un aliado táctico en cuanto su ascenso puede ayudar a la movilización del partido socialista, evitando el pernicioso efecto que se produjo en Andalucía.

No es descartable que Ciudadanos quede en la posición de partido bisagra. Parte del compromiso de no pactar con el PSOE de Pedro Sánchez, pero, en esa hipótesis, podría variar de criterio para impedir echar al PSOE en brazos de los separatistas. Al fin y al cabo, los postulados de Ciudadanos han ido oscilando, en cuanto a modelo social: ideología de género, inmigración, aborto, eutanasia, hacia la izquierda.