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Andreu Nin echa por tierra la Ley de Memoria Histórica: Sentencia: Los del POUM no son fascistas

Redacción




Enrique de Diego.

El 22 de octubre de 1938, acaba en Barcelona contra los dirigentes del POUM. Los comunistas no han quedado satisfechos. La acusación no ha demostrado nada. Todo son burdas manipulaciones con documentos falsificados y ningún testimonio serio. La España republicana no es aún la Unión Soviética estalinista. Cubrir la defensa no ha sido fácil. El primer abogado huyó ante creíbles amenazas de muerte. Ha sido llevada por Vicente Rodríguez Revilla, sin muchas credenciales antes de empezar el juicio, pero que ha hecho un buen trabajo aportando testimonios contundentes de José Luis Araquistain, Julián Zugazagoitia, Federica Montseny, Manuel Irujo y Francisco Largo Caballero. El juicio escenifica la división existente en la República, cada testimonio de un socialista levanta un clamor de indignación en los órganos del PCE y del PSUC. La presión no hace otra cosa que crecer en niveles de histeria: si no hay condena a muerte los frentes se derrumbarán.

El 2 de noviembre, las tropas nacionales avanzan ya imparables por la sierra de Pandolls. Se destacan los catalanes del Tercio de Monserrat que han dado un generoso tributo de sangre. El Ejército de Maniobra de la República se bate en retirada.

En Barcelona se da a conocer, para sorpresa de muchos, la sentencia sobre los encausados del POUM: “Se desprende de lo actuado que todos ellos tienen un marcada significación antifascista, que han contribuido con sus esfuerzos a la lucha contra la sublevación militar y que la actuación que queda expresada respondía únicamente al propósito de superar a la República democrática e instaurar sus propias creencias sociales”.

 

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Los comunistas están decepcionados aunque las penas oscilan los once y los quince años, porque los del POUM han quedado libres del baldón de fascistas y traidores. Los compañeros de Andreu Nin muestran su alegría al escuchar la sentencia. La celebran como si se tratara de una victoria. Nadie va a ser fusilado, como pedían los comunistas. Palmiro Togliatti, uno de los principales dirigentes del III Internacional, califica el fallo de escandaloso, “no ha habido ninguna condena seria”. El delito se circunscribe a haber intentado aprovechar la guerra civil interna de mayo de 1937 “para poner en ejecución sus propósitos de adueñarse del poder y para instaurar el régimen social, económico y político que propugnan”. Nin no escuchará la sentencia. El gran desaparecido de la guerra no se sabe dónde reposa.

El general Juan Yagüe entrando en Barcelona.

Los condenados estarán en prisión cuando las tropas franquistas, al mando del general Juan Yagüe, entren en Barcelona por Plaza de Cataluña. El momento en la guerra que Yagüe más cerca vio la muerte por el entusiasmo de la multitud. Los legionarios tienen que salvarle del inmenso apretón enfervorizado. Los comunistas quieren que los de Franco se encuentren a los del POUM en las celdas para que rectifiquen el error del Tribunal. Algunos carceleros, que no comparten tanta enemistad, proceden a dejarles libres para que huyan.