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Por la eliminación a las subvenciones del cine español, que ni es cine ni es español

Redacción




Editorial.

La celebración de la Gala de los Goya es un acto de indignidad nacional que se repite todos los años. Lo primero que se debería hacer es prohibir que se mancille, por esta gente subvencionada y sin talento, el nombre de Goya. Dado que es una burda imitación de los Óscar, debería, en todo caso, buscar un nombre similar, irrelevante y anecdótico. Goya, que era una genio, poco tiene que ver con esta corte de bufones lacayos al servicio del poder. Se trata de una ofensa gratuita a la memoria del gran pintor.

El problema del cine español es que no es ni cine ni es español. El segundo problema es que no vive de la taquilla sino del favor del poder político y eso ha ido degradándole, con productos cada vez de peor calidad y de menos interés, y ha ido vaciando las salas. El cine español es la demostración palmaria de los efectos perversos de las subvenciones. Pueden darse, a la vista de la experiencia, por fracasadas todas aquellas afirmaciones tan mendaces respecto a que todo lo que se invierta en cultura es poco; cualquier euro que se invierta en cultura, del erario público, sólo servirá para acabar con la cultura. Y eso es lo que ha sucedido. El cine español es una gran mentira que el año pasado hurtó al contribuyente español la cantidad de 70,3 millones de euros, la mayor parte de los cuales se destinaron a amortización de largometrajes y a la producción de largometrajes sobre proyecto, que muchas veces no se estrenan o lo hacen en niveles de ridículo en cuanto a la taquilla.

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Una de las consecuencias de esta sumisión al poder político es que esa cloaca se dedica de manera sistemática a insultar a los espectadores en sus creencias y valores y a demoler los resortes morales de la sociedad y aplicar la piqueta contra el patriotismo. Las subvenciones deber ser eliminadas por completo por profilaxis social y por decencia nacional.

Esta Gala de los Goya ha venido precedida de una polémica cruzada entre la manada de presuntos cineastas y el partido político Vox, tan claramente respaldado en las elecciones andaluzas. La formación que lidera Santiago Abascal ha expresado que «no vamos a ir a los Goya y no queremos ni que nos inviten«. El propio Abascal en su  reciente mitin en Toledo ha denunciado a la «mafia» que gira en torno al cine español. Y el partido ha expresado que «estamos hartos de que hablen mal de nuestra Patria«. Ese es un sentimiento generalizado y creciente.

Una de las películas premiadas trata, al parecer, del lesbianismo entre dos gitanas. Eso se mueve en la línea de la consigna actual de las élites de promocionar el lesbianismo para hundir más los índices de natalidad. En ese sentido, la elección resulta directamente perversa. Primero, porque en las mujeres gitanas no se conocen casos de lesbianismo y porque esas mujeres mantienen un nivel de natalidad alto. Las gitanas, de forma muy general, son muy buenas madres.

Al celebrarse en Sevilla, y haber obtenido Vox 400.000 votos y 12 diputados, no haber cursado invitación a esa formación es un acto de simple y mostrenco sectarismo. Evidenciando una pérdida completa del sentido de la realidad, Pedro Almodóvar ha afirmado que «niego la existencia de Vox» y se ha permitido trasladar a los medios de comunicación la consigna de que hagan lo propio. La cuestión es que Vox existe y responde a un sentimiento fuerte de la población española que ha vuelto la espalda a los cineastas, a fuerza de desprecios. Las pocas películas que tratan temas relacionados con el patriotismo son para ridiculizarlo. Citamos a título de ejemplo el remake de «Los últimos de Filipinas«, realizada con la única finalidad de demoler a los héroes de Baler. En la misma línea, Borja Cobeaga ha declarado que «no escribimos un guión sobre Blas de Lezo porque no nos da la puta gana«. No escriben un guión sobre Blas de Lezo porque no tienen ni puta idea de quien es y porque no sería subvencionado. Blas de Lezo, un gran patriota, una gloria nacional es, sin duda, una mina para un cine de calidad. Lamentablemente, las subvenciones han deteriorado tanto al cine español que el estrambote de Cobeaga es hasta comprensible. No hay nivel para afrontar un reto apasionante así. Sólo podrá ponerse en marcha cuando las subvenciones sean por completo eliminadas.

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