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Oliver Ibáñez, un youtuber solo contra la corrección política

Redacción




Enrique de Diego.

Oliver Ibáñez, con su canal de Youtube, se ha elevado y erigido como un azote contra la corrección política y la mentira oficial vendidas como ciencia. Es un caso paradigmático de lucha personal, una especie de Gary Cooper en «Solo ante el peligro», aunque ya se trata de una soledad muy acompañada pues cuenta con la friolera de 301.304 seguidores. Incapaz de frenar el fenómeno, el sistema político-mediático ha pasado a la fase de la criminalización mediante la ridiculización. Memorable y apasionante su polémica con el ministro y astronauta Pedro Duque.

Oliver Ibáñez ha tomado relevancia por su defensa documentada del terraplanismo, de la tesis de que la tierra es plana. Un opositor al mundo copernicano y heliocéntrico. De fondo, siempre hay verdades del barquero y cuestiones de mucho calado: se trata de convencernos de que somos insignificantes, de que somos un accidente casi molesto y, por ende, prescindibles, así que la producción de Oliver Ibáñez es una militante apuesta por el humanismo frente a las amenazas del transhumanismo, así que se comprende que se haya convertido tanto en el enemigo a batir como en un banderín de enganche.

Todos y cada uno de sus videos me parecen interesantes y todos me han dado que pensar, pero quiero destacar aquí el demoledor sobre esa fabulación de la evolución darwiniana que se ha impuesto como un dogma y que se enseña en las escuelas de manera impositiva y acrítica. La evolución nunca ha sido demostrada; ha sido demolida por la genética con el descubrimiento del ADN, que entraña una extrema complejidad diferenciadora de las especies, y que implicaría para justificar la macroevolución mutaciones aleatorias, cuando en la naturaleza toda mutación es dañina y desaparece.

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No hay ningún resto paleontológico de los millones de especies intermedias que serían precisas para justificar esas tablas de evolución desde la ameba al ser humano que se enseñan en las escuelas como una verdad indiscutible, y que es una completa falacia. Como recuerda Oliver Ibáñez, las especies aparecen y desaparecen abruptamente. No hay especies medio pez-medio anfibio, ni medio anfibio-medio ave. Los registros de fósiles nunca han mostrado algo parecido. La macroevolución es simplemente mentira, pero se vende y se impone como verdad oficial del sistema.

El hombre no procede del mono, ni hay ningún eslabón perdido. La respuesta de los evolucionistas ha sido simplemente falsificar restos, perpetrar auténticos fraudes, como el hombre de Java, hecho con huesos humanos y de simios, el de Piltdown, que resultó ser la consecuencia de huesos de un hombre muerto 500 años antes y de un orangután muerto recientemente, el hombre de Nebraska, fabulación basada en un solo diente, o el hombre de Pekín, una simple reconstrucción.

Oliver Ibáñez lo cuestiona todo y se enfrenta a todos y cada uno de los dogmas científicos, en una lucha titánica a favor del hombre y del espíritu.