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Frente a la traición de Vox

Redacción




Editorial.

Lo que ha perpetrado Vox, en el último tramo de la negociación, no es una cesión sino una traición en toda regla. No somos capaces de evaluar si se trata de una traición a todos sus votantes, pero desde luego lo es a todos los que votaron a ese partido por su postura contra Ley Integral contra la Violencia de Género y contra la tiranía feminista. Lo es de manera completa a las numerosas víctimas de esa Ley, a los hijos masacrados por una ley totalitaria que establece la existencia de una «violencia estructural«, que priva a los varones de la presunción de inocencia, rompiendo, además, el principio de igualdad de todos ante la Ley con una Justicia ofensivamente asimétrica.

Vox, sobre todo, se ha traicionado a sí mismo. La retirada de esa petición no es cuestión menor porque esa Ley, en su versión andaluza, no es una cuestión menor sino un ataque directo a las bases de la civilización. Vox presentó en primer lugar la retirada de esa Ley injusta como el elemento clave de toda su arquitectura política y las primeras de cambio lo derrumba en medio de unas patéticas declaraciones de Javier Ortega-Smith, más propias de un parvulario que de un ámbito político. ¿Por qué ha cedido de manera tan ignominiosa Vox? ¿A cambio de qué se ha entregado con armas y bagajes a un sistema corrupto e inmoral? ¡Si ni tan siquiera va a tener consejerías ni parte en el reparto del botín!

La verdad es que, a falta de explicaciones convincentes, han quedado literalmente como los tontos del pueblo. Ofendidos, agraviados, vejados, diabolizados y, al tiempo demostrando una fortaleza que luego se ha demostrado falsa. ¿No han aguantado la presión que les pretendía hacer culpables de unas posibles elecciones? Siendo partidarios de eliminar las autonomías hemos de suponer que el principio de estabilidad de una de ellas les debía haber dado lo mismo, salvo que Santiago Abascal no se haya desprendido de sus compromisos con el sistema. No vamos a decir demasiado sobre el papelón de Francisco Serrano. Más parece que los 12 diputados de Vox están ansiosos por pillar el sueldo.

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Establecer una serie de principios genéricos para negociar después de la investidura es literalmente una tomadura de pelo. Vox no va a tener la capacidad de presión que tenía ahora, no va a poder presentar una moción de censura, obviamente. Pasa a depender de la condescendencia de sus aliados, uno de los cuales les desprecia olímpicamente. Y a cambio pierde credibilidad a chorros. No ha tenido en cuenta que el proceso puesto en marcha le trasciende, está en la sociedad y no tenía margen de maniobra para administrarlo ni mucho menos para traicionarlo. La sensación inmensamente amarga es que Vox ha perpetrado una traición más, son más de lo mismo, ceden como todos en los principios y han iniciado gratuitamente su corrupción ideológica: decir una cosa en la campaña y luego la contraria tras abrirse las urnas. Que Santiago Abascal dé la cara y se explique con urgencia.