Luis Bru.
El adjetivo que mejor define a Antonio Jiménez, locuaz interruptor más que presentador del programa El Cascabel de Trece, es incompetente. Cuando la incompetencia se mezcla con la vagancia, y es el caso, el efecto es demoledor. Jiménez no se prepara los programas, no se informa ni se documenta, incluso es incapaz de hacer programa los viernes, con lo que es el pionero de la semana de cuatro días, con dos horas de trabajo por día, que consiste en sentar sus posaderas sobre la silla y ponerse ante la cámara. ¡Cualquier día se hernia!
En el programa del día 7 de enero la incompetencia de Jiménez llegó al paroxismo. Consiguió, por su supina ignorancia, por su monumental desidia, conseguir que el programa fuera una disputa entre hombres y mujeres, por el expediente de tener sentada en la mesa a dos feministas histéricas e histriónicas, que amén de seguir la consabida técnica de interrumpir para evitar que se oigan las verdades del barquero, dieron un recital de manipulación emocional y de totalitarismo mendaz. Una de ellas ni tan siquiera sabe que Laura Luelmo no salió a correr sino que fue agredida en su casa. A duras penas se salvó del aquelarre Alfonso Merlos, en su intento de circular por senderos de cordura.
El magnífico trabajo periodístico llevado a cabo por el periodista Javier Negre sobre el chiringuito del Instituto Andaluz de la Mujer, en el que el dinero llega a todos, incluidos los sindicatos, menos a las mujeres maltratadas se malogró, en su intensa ilustración y su lúcida profesionalidad, por el guirigay feminista romo y repetitivo de las mentiras consabidas. ¿No conoce Jiménez a ninguna mujer con dos dedos de frente y conocimiento de la materia? Como siempre, un desastre de improvisación en prime time, un espectáculo penoso de incompetencia superlativa. No es que Jiménez sea incompetente, es que es el más incompetente.