Editorial.
Estamos seguros de que Vox no cederá en materia tan nuclear, tan básica para la supervivencia de la sociedad española como la ideología de género, convertida en un negocio abyecto. Estamos seguros que no cederá en cuestión tan fundamental como la política de inmigración en la que el PP y Ciudadanos han pactado no tener política de inmigración, cuando el ritmo de arribada a España se ha triplicado respecto al año pasado y, en concreto, a Andalucía han llegado más inmigrantes ilegales que en los ocho últimos años.
Estamos seguros de que Vox no cederá, pero estamos tan acostumbrados a la corrupción ideológica, a la mentira política, a la degradante componenda, que se hace necesario y prudente curarse en salud. Los males de la sociedad española son tan profundos que la situación no admite dilaciones centristas y mucho menos meros cambios de políticos para seguir manteniendo las mismas políticas.
De hecho, resulta ininteligible las razones que llevar a Vox a estar en disposición de negociar, toda vez que ha sido insultado, vejado, ninguneado, y que se transmite perentoriamente que no se modificará una sola coma o que al unísono se diaboliza su sensata posición contra las subvenciones a la ideología de género. Resulta incomprensible que Vox quiera hacerse la foto con Ciudadanos; una foto que a quien perjudica es a Vox, transmitiendo la imagen de que está dispuesto a acomodarse y que se codea con auténticos veletas de profundos principios, sin duda, pero cambiantes en horas veinticuatro.
Recordamos que una de las ideas fuerza de Vox es la supresión de las autonomías y por ello el principio de estabilidad en la Junta de Andalucía no es un bien moral. Alguna contradicción entraña que Vox se haya presentado a las elecciones autonómicas. Tal y como están las cosas en España, Vox debe apostar, por supuesto por la coherencia y el compromiso, pero también por la ruptura.
Nos consta que su corajuda postura contra la ideología de género y contra el negocio de las subvenciones ha causado entusiasmo en la sociedad española. El clamor está muy extendido y crece. Ni la más mínima cesión. En los bares, en los centros de trabajo es comentario general y casi siempre positivo, como si se hubiera producido una liberación. Nos ha llamado la atención el clamor entusiasta en grupos privados policiales de las redes. Las víctimas de esa nefanda Ley, de esa corrosiva ideología, en la que se pretende educar a los niños corrompiendo sus almas hasta los tuétanos, están ya por todas partes, incluidas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Tras 14 años de injusticias de una Ley, que en los informes preliminares tanto de Fiscalia del Estado como del Consejo de Estado no eran positivos para la LICVG, tiene víctimas en todos los ámbitos, desde policias y guardias civiles de todos los grados o jueces y fiscales hasta albañiles, taxistas, etc., y unido a que el 80% ha resultado inocente o no culpable con su noche en el hotel Tricornio (calabozo) y probar unos grilletes, además de entre los 2.000 y 6.000 euros de gasto en abogados que no se recuperan. Pero estos 3 millones de hombres inocentes afectados tienen familia que lo ha sufrido o amigos ¿quién a estas alturas no conoce un caso así de alguien cercano y está indignado?
Hay una disociación completa entre la opinión publicada, la de los medios de comunicación, adictos a la manipulación, y la opinión pública, que ahora está muy claramente, tal y como la percibimos, hacia las posturas de Vox y hacia una línea de clara firmeza, sin la más mínima concesión a la degeneración moral. Cuanto menos se deje manosear Vox por esos partidos sin principios que son PP y Ciudadanos, mejor. Vox tiene a la vuelta de la esquina el reto de las elecciones municipales, autonómicas pero, mucho más, las elecciones europeas en donde cada nación europea, y todas en su conjunto, se juegan el ser o no ser.
En la disposición a negociar parece atisbarse una subconsciente necesidad de Vox por legitimarse, por recibir legitimidad del partido del régimen, pues todos los demás partidos coinciden en consensos profundos básicos altamente anestesiantes y destructivos. El programa de Vox, que es el único que puede sacar a la nación de la crisis moral, política y económica, precisa la capacidad de decisión que otorga la mayoría absoluta. No puede alcanzarse ni desde el bisagrismo ni desde el tacticismo. Si Vox cede, si Vox pacta, perderá su alma y dilapidará las energías que a su conjuro ha desatado.