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Javier García Isac: El político español, el peor enemigo de la democracia

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Termina un año, comienza otro en esa frontera imaginaria que es el tiempo. Pensamos que con el nuevo año, que con el cambio de digito las cosas cambiaran. Es bueno aferrarse a ilusiones y metas alcanzables, a objetivos realizables, pero los problemas de España, los males que aquejan a esta nación, no se solucionan por pasar del 2018 al 2019. Estamos justo donde lo dejamos hace unos días, nada parece haber cambiado por el mero hecho de cambiar de año.

El separatismo catalán, la formación de gobierno en Andalucía, la profanación del cadáver de Franco, los viajes del presidente y sus gastos no aclarados en desplazamientos privados, la nueva estrategia de ciudadanos, la recomposición del Partido Popular, la irrupción de Vox en el panorama político español, el derrumbe de Podemos, los medios de comunicación serviles no se sabe muy bien a que o quienes, la impagable deuda española, el modelo autonómico inmoral e insostenible y nuestro día a día para conseguir sobrevivir en un mundo que nos engulle, son solo alguna de las cuestiones que estarán de actualidad en este nuevo año que comienza.

La política española, o mejor dicho sus políticos, no parecen tener solución a corto o medio plazo. Siguen sin darse cuenta que el problema son ellos mismos y que si alguien está poniendo en peligro la ya no tan joven democracia española, son precisamente los políticos y sus políticas cortoplacistas.

El político español ve con muy malos ojos el intrusismo de otros a los que considera ajenos a la política. Consideran que la política es patrimonio exclusivo de los partidos que representan.  El descalificativo fácil y de brocha gorda, aparece rápidamente y por unanimidad entre todos aquellos que no permiten que el electorado elija entre opciones que no son las políticamente correctas. Incluso el mensaje es aceptado o no, dependiendo de quién lo diga. A la falta de escrúpulos y vergüenza se le suma la osadía de cambiar de discurso de forma continua dependiendo siempre de intereses electorales que no del interés general de España. Los principios y la moral son considerados elementos bizcochables con nula obligación de ser cumplidos o asumidos.

No cabe duda de que el político español, con su demagogia, su tibieza y su nulo compromiso con el ciudadano, es el peor enemigo de la democracia. Atacan a todo el que no asuma su visión llamándole populista, cuando el populismo no es el verdadero peligro, el daño viene por parte de aquellos que mienten  y tergiversan con una patina de superioridad moral sobre el resto, de la que en verdad carecen. Se creen con derecho de pernada para engañarnos y para mentir, en cambio, en cuanto les sale competencia, no tienen empacho en acusar a otros de lo que ellos llevan haciendo durante décadas.

Este 2019 que ahora nace, debería ser el principio del fin del voto útil. La muerte de la democracia secuestrada y del cobarde elector al que han manejado a su antojo con miedos y milongas con tal de ser ellos los elegidos. No será un camino fácil, pues no existe cosa peor que un político que ve amenazado su modelo y estilo de vida. Que vea que el “chollo y la mamandurria” se le acaban.

Asumamos el futuro con determinación, de frente y sin miedos, y preparemos la gran escoba para barrer, limpiar y eliminar toda la inmundicia que nos rodea, todos los males que aquejan a España. No sera fácil, pero cuanto más tardemos, más ardua y complicada será nuestra tarea. Echemos a los malos políticos, a los que incumplen sus promesas electorales, a todos aquellos que dicen una cosa y hacen la contaría, a los empeñados en enfrentarnos, en tensionarnos,  en desenterrar cadáveres y en mentir sobre nuestra historia. Este año, con las distintas citas electorales, tenemos una oportunidad única de cambiar el rumbo de las cosas, el destino que otros escribieron por nosotros en 1978.