Editorial.
«Toda una civilización se tambalea, impotente y sin resortes morales«, escribió en 1975, con el carácter visionario de los santos, San José María Escrivá de Balaguer. Hoy, las evidencias de esa crisis de civilización son patentes y manifiestas: destrucción de las familias con la plaga del divorcio, persecución de los inocentes mediante las denuncias falsas de violencia de género, extensión y legitimación del crimen del aborto como derecho, hundimiento de la natalidad, destructivos procesos de ingeniería social mediante una inmigración invasiva promovida por poderosas élites y por onegés esclavistas subvencionadas con el objetivo de la sustitución de la población autóctona, islamización rampante de las sociedades cristianas con gravísimo riesgo para la libertad, clima generalizado de saqueo y corrupción en las instituciones, carta de naturaleza de la mentira en el discurso público, tanto en los políticos como en los medios de comunicación. Paisaje general de tiranía y demolición. Por todas partes, división y conflicto.
Hemos de agradecer a Dios que nos haya permitido vivir en tiempos tan oscuros y difíciles. A la crisis moral, al abandono de los valores, sigue la crisis económica y política, que llega hasta el intento de disolución de la identidad de las naciones europeas, traicionadas por sus élites y sus partidos políticos tradicionales, entregados a oscuros designios globalistas.
Por supuesto, el arma más eficaz en estos tiempos de horizontes sombríos es la oración. Pero lejos de cualquier quietismo es preciso acudir con fuerzas renovadas a la lucha para salvar la civilización, con la fuerza que da la racionalidad, el amor a la verdad y el más elemental instinto de supervivencia.
Desde ese realismo, fuera del entretenimiento de la sociedad permisiva para mantener aleladas a las personas mientras son encaminadas al ara del sacrificio a las fuerzas del mal, muchas veces revestidas de los harapos de un falso pragmatismo, mostramos a nuestros queridos lectores -cada vez más y más activos- nuestra convicción de que este nuevo año que alborea de 2019 es el de la Liberación. Por toda Europa, contra la opresión tenaz de la tiranía mediática de la mentira, inmunes ya a los anatemas de la estupidez, se han ido levantando fuerzas identitarias ampliando su base social e incrementando la fuerza de la esperanza. Es hora de que los ciudadanos se planteen a dónde van, a dónde se les lleva por los caminos trillados y proyecten las consecuencias futuras de persistir en esas sendas de perdición, para optar por la regeneración moral personal, por la defensa de los suyos, por la recuperación de la ascesis y del espíritu critico que lleva a la búsqueda de la verdad como pasión dominante.
El 26 de mayo es el día decisiva para esta Europa que va a tener que decidir entre su decadencia y destrucción irreversibles y su rearme y salvación. El 26 de mayo se abrirán las urnas de las elecciones al Parlamento Europeo y es necesario un resultado impactante e incontestable de los partidos identitarios. Esta es hora de movilización consciente, tiempo para los valientes y esforzados, momento para salir de las medias tintas y para mostrar fuerza revitalizadora extendiendo la liberación en marcha por los círculos próximos. Es hora de despejar y cerrar el paso a las falacias (notoriamente, Ciudadanos es una muy clara) y acabar con las tendencias nihilistas que han llevado al desastre a Europa. El futuro está abierto y depende de la responsabilidad de cada uno. Ya no queda resquicio a la tibieza ni al centro. Feliz Año 2019 a todos nuestros lectores y a sus familias; el Año de la Liberación.